Un lugar común en Latinoamérica es asociar —de manera estereotipada— algunas carreras universitarias con determinadas afinidades políticas o ideológicas. Por ejemplo, así como quienes trabajan en áreas de negocios o de finanzas suelen ser asociados con las derechas o como “neoliberales”, quienes hacen lo propio con carreras del área social tienden a ser vinculados con las izquierdas o como “progresistas”.
De hecho, la carrera de Trabajo Social entraría en la segunda categoría por orientarse al acompañamiento de individuos, familias y comunidades que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Además, dado que esta situación no es el resultado de decisiones aisladas, sino de ciertas estructuras que generan exclusión, algunos sectores de izquierdas identifican estas estructuras con el capitalismo o con el neoliberalismo. Y como respuesta a ello, tienden a asignarle al Estado un rol irremplazable como garante y articulador de los derechos sociales, como educación, salud, vivienda y trabajo.
En cambio, el liberalismo —se suele decir o insinuar— no consideraría la dimensión estructural de la exclusión. Más bien, se reduciría a hacer una defensa de la libertad individual, de la propiedad privada y de la igualdad ante la ley. Sin embargo, no es que el liberalismo niegue dicha dimensión, sino que las causas de la vulnerabilidad las encuentra en otras razones —también estructurales—, como la falta de libertad para innovar o para emprender. Y, para el caso de las personas en situación de vulnerabilidad, esa estructura no daría cuenta de políticas sociales efectivas y focalizadas en las personas más necesitadas.
Por ello, para el liberalismo, una sociedad justa no es aquella que fuerza la igualdad de resultados, sino aquella que asegura que las personas puedan desarrollar al máximo su potencial y, de este modo, puedan identificarse con la vida que han elegido. Bajo esta visión, el liberalismo es partidario de remover obstáculos, por ejemplo, asociados al origen social, al género o a la discapacidad. En este sentido, los liberales creen que, sin condiciones básicas de existencia (material y cultural), no podría existir un despliegue completo de la libertad humana. No por nada, autores como Smith, Mill, Hayek y Rawls, con matices entre ellos, han argumentado a favor de la acción social del Estado en cooperación con entidades de la sociedad civil. Se trata de lo que podría entender como un “liberalismo socialmente comprometido”.
Aclarado lo anterior, resulta simplista reducir una carrera como Trabajo Social a un únicosector ideológico y pensar que esta carrera y el liberalismo serían mundos incompatibles. Ambos reconocen la existencia de barreras estructurales que generan situaciones de vulnerabilidad a partir de estructuras de exclusión. Mientras el Trabajo Social lo hace desde la intervención social directa y las políticas públicas de protección, el liberalismo lo hace promoviendo un orden social a favor de la libertad individual y de políticas sociales efectivas. Mientras el Trabajo Social aporta la comprensión profunda de la realidad de las personas, el liberalismo promueve la convicción de que cada individuo debe ser protagonista de su propio destino. Ambos, en suma, sostienen que la libertad necesita de condiciones de existencia para su despliegue pleno. Por ello, aunque legítimamente puedan existir aproximaciones de izquierdas al Trabajo Social, también pueden haber miradas distintas desde el liberalismo.