A casi cuatro meses del inicio del despliegue naval estadounidense en el Caribe y muchas elucubraciones sobre su presencia, aún no queda claro su objetivo final. Oficialmente Estados Unidos asegura que la fuerza naval responde al combate al narcotráfico, pero algunos observadores también agregan la democratización venezolana y el desalojo de la casa presidencial del dictador Nicolás Maduro.
Sin embargo, para otros analistas, y como lo establece la recién dada a conocer “Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos 2025” (ESN 2025), que ayuda a entender la mentalidad geopolítica del presidente estadounidense, dicho despliegue estaría respondiendo particularmente a la reinterpretación de la Doctrina Monroe, con el llamado ”Corolario Trump”, destinado a la preeminencia estadounidense en el hemisferio occidental y su oposición a la injerencia inconveniente extranjera.
La ESN 2025 viene a reafirmar objetivos hoy muy claros de Estados Unidos en el hemisferio occidental, como la seguridad fronteriza, el control migratorio y el combate al narcotráfico, incluso, mediante el uso de la fuerza letal, así como, el fortalecimiento de su diplomacia comercial.
La estrategia considera reforzar la presencia militar de Estados Unidos en la región, de la Guardia Costera y La Marina, para el control de rutas marítimas y asegurar el acceso a ubicaciones estratégicas clave y cadenas de suministro críticas. Al momento de escribir estas líneas, Estados Unidos ha destruido 23 embarcaciones de supuestos narcotraficantes en el Caribe, matando a 87 personas y ha incautado una embarcación petrolera.
La dictadura venezolana constituye una piedra en el zapato para Estados Unidos, por su carácter geopolítico y sus vínculos con China (prestamista de ese país, beneficiado de proyectos mineros y telecomunicaciones); Rusia (apoyo diplomático, militar y financiero); Irán (involucrado en energía, tecnología y comercio); y Cuba (proveedor de inteligencia).
Una eventual salida de Maduro respondería a diversas variables, como un abandono negociado bajo presión interna y externa o ataques directos estadounidenses, aunque varios analistas no consideran factible ésta última opción -al menos ahora-, o bien, podría presentarse un trágico escenario de permanencia del dictador en el poder. El presidente Donald Trump no oculta su intención de que el dictador abandone el poder, ni tampoco el dictador ha dado señal para un eventual retiro. Por razones políticas en su país, Trump hoy no estaría dispuesto a embarcarse en una nueva guerra, de rechazo en la sociedad estadounidense. Sin embargo, ha dicho que ha autorizado a la CIA a operar dentro de Venezuela.
La causa más factible para que Maduro abandone el asiento presidencial, podría provenir de un reacomodo interno o fractura significativa, invariablemente con las fuerzas armadas, o personajes como el poderoso Diosdado Cabello, ministro del interior, justicia y paz, con garantías para los actores del régimen. Sin embargo, un cambio presidencial no sería suficiente si no se atiende una compleja reconfiguración del sistema político, más aún ante un eventual arribo del presidente electo, Edmundo González y la líder Corina Machado, que estarían sujetos a la vulnerabilidad permanente.
Según el colectivo Think Tank, el poder venezolano constituye un sistema político híbrido, donde convergen las instituciones formales de las fuerzas armadas y políticas con el crimen organizado, como el Tren de Aragua, grupos colombianos operando en Venezuela, como las disidencias de las FARC o ELN; las mafias mantienen el control aduanal, empresas del Estado, minería y PDVSA. Por lo mismo, proviene el denominado nombre “Cártel de los Soles”, cuyas redes de corrupción llegan hasta el primer nivel político y militar del país.
La transición democrática no sólo deberá destinarse a la formalización de la institución presidencial, sino también para sacudir la influencia de los militares, la corrupción política y el crimen organizado. El reto es grande.