Una justicia maniatada, postergada, amenazada y secuestrada. Así lucía el Poder Judicial de la Federación hasta antes del 2 de enero de 2023, cuando los tiempos, agenda y turnos se dictaban desde Palacio Nacional, y en Pino Suárez No. 2 solo se acataba y obedecía, esperando que esa complicidad se tradujera en una reelección judicial amañada en un inconstitucional artículo transitorio. Pero no les alcanzó.
Hoy, afortunadamente para la República, las cosas son distintas en el Poder Judicial de la Federación.
En el despacho de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no se respira ese aire estupefacto de contubernio y ambición, sino de dignidad, valor, legitimidad y respaldo social.
No en balde, a escasos 30 días de que la ministra Norma Piña Hernández asumiera la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la aprobación y respaldo social la sitúan por arriba de la Presidencia de la República.
Es decir, la población reconoce el respeto y la dignidad que la Ministra Presidenta representa, y confía en que la actuación de la Corte haga respetar la Constitución en nuestro país.
La ley sí es la ley y evita que el pueblo sea víctima de tiranos y bravucones que, a través del micrófono, creen que pueden insultar e intimidar a diestra y siniestra, pero no es así, y mucho menos para los servidores públicos.
La vitalidad de las instituciones está despertando después de cuatro años de innumerables abusos, excesos, soberbia y cerrazón. Hoy es el tiempo de la ley y de la ciudadanía.
El Poder Judicial dejó de ser un florero, adorno predilecto de los tiranos.
El gobierno, cada vez más alejado del pueblo
En el gobierno federal y en el de la Ciudad de México han dejado de contestar los teléfonos, correos y cuanto medio sea utilizado por la ciudadanía para transmitir solicitudes y quejas.
Frente al caos que han creado, ya no pueden dar respuesta y han preferido dejar sonar los teléfonos y que el país se caiga para que la gente “deje de molestarlos”.
@jlcamachov