Diego El Cigala, un artista entregado a su pasión, el flamenco, pero también con un peculiar sentido del humor, asegura que su inspiración es la intérprete Chavela Vargas, su amiga y heroína, quien le aconsejó que cantara con lo que lo que “llenase mi corazón”. Pero también lo ha sido Camarón de la isla, a quien todavía recuerda con vehemencia al mencionarlo como un revolucionario del flamenco.
Tras cuatro años de ausencia de los escenarios mexicanos este español dominicanizado, como él mismo se autodefine, se presenta en el Auditorio Nacional como parte de su gira Cigala canta a México, repertorio que conforma su más reciente producción y que incluye temas del folclor nacional con invitados como el Mariachi Gama Mil, Los Macorinos, La Sonora Santanera y Chucho Navarro Jr.
Diego, ¿de dónde viene El Cigala?
El Cigala es curioso, porque viene de tres hermanos con los que empecé tocando, para el mundo del baile, con la compañía de Paco Peña. Se llamaban Los hermanos Losada. Me veían muy delgadillo, que no paraba. Me movía de un lado pa’ otro, no paraba. Y me decían cigala, cigalita, cigalita. (La cigala es un crustáceo de cuerpo y abdomen alargados y de menor robustez que la langosta) Y yo me enfadaba con ellos. Me caía fatal. No me gustaba que me llamaran Cigala. Me decían: “cigala, cigala, que te mueves más que los precios”.
Con esa historia, ¿cómo es que llegaste a encariñarte con cigala?
Hay una cosa muy curiosa, en el mundo del flamenco la mayoría de los cantaores tenemos nombre de comida: Camarón (de la isla), Manzanita, Pansequito, Tomatito, Cigala… parece que nos gusta mucho la gastronomía.
Eso es comprensible porque España se vive a través de su comida
Totalmente. En España, como sabéis, no se puede llegar sin comer una buena tortilla de papa, un cocido madrileño y una buena fabada. Eso es así. Para mí una de las mejores gastronomías del mundo está en España.
Y sobre gastronomía, ¿qué otra cocina del mundo es de tus preferidas?
Me gusta mucho la cocina mexicana, la peruana y la japonesa, aquí donde me ves.
De todos los platillos que has probado ¿cuáles entran en tu top?
A mí me gusta mucho el cocido madrileño: con su garbanzo, con su papa, con su chorizo, con su morcilla… con to’o eso, con to’o su avío.
Todos te dicen Diego, pero no es tu verdadero nombre. ¿Qué historia hay detrás?
Es una historia muy bonita y curiosa porque resulta que, según me contaron mi padre y mi madre, que en paz descansen, en la pila del bautismo, cuando estaban echando el agua, mi tío Ramón, que en paz descanse, le decía al cura: ‘que el niño se llama Ramón’. Y mi padre le decía: ‘que el niño se llama Diego’... ‘Que el niño se llama Ramón’, ‘que el niño se llama Diego’, así estaban cuando mi padre dijo: ‘tú ponle Ramón, que mi hijo se llamará Diego’.
¿Y así quedó?
Voy por el mundo con el pasaporte con este nombre de Ramón y una vez que otra me preguntan ¿Ramón? Y respondo que sí, pero si es por el físico, soy Diego.
¿Y esto no te traía una confusión tremenda de niño?
No, ¿sabes por qué? Porque de niño siempre me han llamado Diego. Ahora que soy más mayor es cuando me empiezan a llamar Ramón. Parece que este nombre te lo ganas con la edad: ¡Ramón! La verdad que antes no me gustaba, pero ahora ya me gusta más. Cuando empezaba a cantar, antes de que se me conociera como El Cigala, me hacía llamar Dieguito. Los primeros carteles (que anunciaban sus presentaciones venían con el nombre de) Dieguito. Yo decía para mí: claro, voy a tener 80 años y me van a seguir llamando Dieguito.
¿En quiénes te inspiraste para hacer “Cigala canta a México”, el motivo de este tour que te trae al país?
Me inspiré mucho en Chavela Vargas, en mi compañera (Amparo Fernández, fallecida en agosto de 2015), que en paz descanse –y quien fue la impulsora de este proyecto, la que me decía que estos temas me iban a quedar divinos, durante nuestros viajes a México. Ella fue artífice. Pero también me ha inspirado mucho don Vicente Fernández, Javier Solís, José Alfredo Jiménez, José José, Consuelo Velázquez… como los he escuchado y he vivido de ellos. No es que sea un erudito, pero lo poquito que he vivido y he escuchado me ha llenado mi corazón para el resto de la vida.
De todos estos personajes, ¿con quién te irías a una fiesta?
Me iría con Chavela Vargas.
¿Fue tu amiga?
Era mi heroína. Cuando yo la conocí empecé a descubrir Latinoamérica. Yo la conocí en el festival de Corferias, de Colombia, aunque nuestro encuentro real fue en Madrid, en España. Siempre tuvimos una amistad muy bonita, muy de verdad. Le gustaba mucho el arte, el flamenco, muchísimo. Y a los flamencos nos gustaba mucho Chavela. Desvariábamos con ella. Tan genuina no se puede ser, tan genialidad. Nos cautivaba, a mí me cautivaba, totalmente. Una vez tuve el placer de compartir el escenario con ella cantando Amar y vivir. Y luego, haber estado unas noches de rola con ella, compartiendo, cenando y riéndonos mucho. Era tremenda, un genio fuera de lo común.
¿Hay algún consejo que te haya dado Chavela?
Sí. Ella decía que cantase siempre lo que llenase mi corazón y lo que sintiese, porque ‘de la manera que lo sientas, así se lo podrás transmitir al público’. Eso que tú sientes en tu corazón… la música no puede ir atada, hay que cantar con el corazón y con lo que se siente”. Esos eran los consejos de mi querida Chavela.
Para cantar flamenco es necesario imprimir sentimiento, algo cercano a la actuación ¿Estás de acuerdo con esta idea?
Totalmente. Para cantar flamenco tienes que transmitir. El flamenco es transmitir o no transmitir y transmitir rápido. Que llegues rápido, que la emoción llegue rápido, porque el cante flamenco, el cante gitano es transmitir o no hacerlo y eso es así.
¿Qué recuerdos te trae Camarón de la isla?
A Camarón lo vi un par de veces y tuve la suerte de estar con él en un bar llamado El Candela, de flamenco, y otra cuando le vinieron a dar el disco de platino por las 100 mil copias del disco Soy Gitano. Era un vendaval. Yo veía a Camarón y me ponía nervioso, era fuerte. Era Camarón, no le podías mirar a la cara ni mantener la mirada porque era muy fuerte su presencia, su carisma. De alguna manera tenías que hacer una reverencia, te cortaba; era una energía demasiado fuerte. Muy bueno, muy noble, hablaba poquito y cada vez que abría la voz, cada vez que cantaba, te volvías loco. Para mí ha sido el referente al flamenco de ahora mismo y ha sido Camarón, el mejor de todos los tiempos. No ha habido otra persona que pueda cantar de esa manera como cantaba Camarón. Camarón era “el flamenco”, lo mismo que la guitarra ha sido y seguirá para Paco de Lucía. Son dos revolucionarios del flamenco de hoy en día; y ahora todos los demás hemos sido sucedáneos. Yo, la vez que lo vi cantar y hablar con él un ratillo, él me decía “tú sigue, persigue tu sueño”. Y yo, agachado ahí ante esa presencia tan fuerte que te pausaba. Estos son los recuerdos que tengo de don José Monge Cruz, Camarón de la isla.
En otro momento de la música. ¿Qué opinas sobre Rosalía y C. Tangana, artistas que han irrumpido con la mezcla de ritmos que incluyen al flamenco?
Eso es otra cosa diferente al flamenco. Es muy diferente, no puede ser. El flamenco es flamenco, no hay mezcla. Yo con esto no estoy haciendo una crítica ni mucho menos –Dios me libre– y que viva ella y que Dios me la bendiga a Rosalía en gloria bendita. Lo que hace está bonito y a la gente le gusta. Lo mismo que a Tangana, son tendencias que vienen con otros ritmos, con otras cosas y el flamenco es otra cosita. Y nada, yo respeto a cada mundo. Que luego hagan incursiones en el flamenco, que intenten hacer pa’ cá, lo mismo que Rosalía y Tangana han habido otros que tratan de tirar por ahí. Yo cuando hablo de flamenco es salir a un concierto a tocar y cantar flamenco.
¿Qué te motivó a irte a vivir a Punta Cana (República Dominicana)?
La primera vez que vine acá, vine con los hijos pequeñitos. Mi compañera y yo vimos que estábamos muy bien, que nos sentíamos muy bien y muy a gusto. Se me brindó la nacionalidad dominicana y yo la recibí con los brazos abiertos y soy un dominicano más. Soy un español dominicanizado.
¿La calidad de vida es mejor que en España?
Para mí, como sabéis, siempre estoy viajando y como sede de descanso, es otra vida, otro caminar. En España todo es más ajetreado, de reuniones, estudio, todo el día. Lo que es verdad es que necesito de esa España, necesito ver a mi gente, mi familia, mi entorno flamenco, cosas que están en España y cada vez que puedo me pego una vuelta de dos o tres meses con los que me lleno, me nutro y luego vuelvo y me vuelvo a esta sede de descanso.
Pero también me gusta leer La Biblia, escuchar la palabra de Dios, y pienso también que sin Dios no hacemos nada. Hay que agarrarnos de Dios en algún momento, agarrarnos de él totalmente. Tengo mucha fe. Soy un cristiano y me gusta leer La Biblia y estar con Dios el tiempo que se tiene que estar.
Ahora que lo mencionas, ¿esta espiritualidad siempre te ha acompañado o tuviste tus momentos de rebeldía?
Siempre me ha acompañado, pero he tenido mi momento de rebeldía. De joven quién no es interpelante de creer que te vas a comer al mundo, en esa edad de los 20 y a los 30 todavía está por ahí. Tengo 52 años y al mundo le he pegado la vuelta tres veces. Ya estoy muy relajado. De vez en cuando me gusta una bohemia, claro que sí, como ser humano, como flamenco y como músico me gusta estar en una tertulia con amigos, tomarme unas copas y cantar, pero ya más tranquilos.
¿Cuál es tu más grande fortaleza?
La capacidad de recuperación para las cosas. Tener tesón de fuerza, digo, la frialdad y entereza ante lo adverso. Ahora los problemas los cojo con las manos y digo: ‘si el problema ya está, hay que ponerle solución y no desgastarte con el problema’. Yo intento rápidamente ponerle solución de la mejor manera posible. Incluso cuando estoy malo de la garganta, la pronta recuperación me la creo yo. Me cierro en mí mismo y estoy haciendo todo lo que se debe de hacer.
¿Cuál es tu mayor debilidad?
Mis hijos.
¿Por qué?
Porque es lo que más quiero en el mundo. Tengo cinco hijos maravillosos: tengo a mi hijo Johnny, a mi hijo Diego, a mi hijo Rafael, a mi Manuel y tengo a mi Aurora, que los quiero muchísimo, que muero por ellos. A unos los tengo con 30, otros con 25, Manuel tiene cuatro y Aurora tiene tres.
Para un artista como tú, la paternidad debe ser apabullante.
Cuando tienes cinco hijos, a todos los quieres por igual. Pero yo soy de los padres que me divido y les presto la misma atención a todos. Ahora estoy más solo y la mayoría se han hecho mayores. Manuel y Aurora ahora están en España y cada que estoy allá, la gozo, es una emoción muy grande que no se puede describir.
En tu opinión, ¿qué es lo peor que una persona puede hacer?
Matar. Asesinar. Yo creo que quitarle la vida a una persona es lo más fuerte en este mundo. Ya fuera de eso, qué horror, Dios mío, qué miedo.
Nombra tres cosas en las que te consideres muy bueno.
Jugando al FIFA, al Play Station, cantando y jugando al billar.
Menciona ahora tres en las que te consideres muy malo.
En el ajedrez soy malísimo y con las cartas; correr los coches, a mí me da miedo; en la interpretación para el cine. No soy buen actor, se me pilla pronto.
Vamos a jugar con escenarios imaginarios. Sabes que vas a morir en 24 horas y sólo tienes tiempo de hacer tres cosas antes de que se te acabe el tiempo.
La pasaría con mis hijos, la pasaría con mi compañera, haría el amor con ella y tendría una comida bien buena, espectacular con todos los platillos que te he dicho.
¿Qué es lo que viene después de esta gira?
La grabación de un disco de boleros en el cual ya estoy finalizando y rematando; luego, un disco de flamenco. Me lo pide mi alma y mi cuerpo, tengo sed y hambre de hacer un disco de flamenco.
¿Qué experiencia te dejó tu última producción musical?
Una satisfacción muy grande. Una satisfacción de haber conseguido por lo que he luchado durante años y sin forzar la máquina. Ha llegado con el tiempo, con ilusión y con amor y mucho cariño. Yo he visto mi recompensa de poder hacer un homenaje a México y que haya quedado así.