1.
Súbitamente, la economía mundial parece estar al borde del colapso. Los desequilibrios generados en los últimos tres años han reducido las expectativas, acercando peligrosamente el riesgo de una recesión global. Hace tres años el presidente Donald Trump inició la desglobalización con una ofensiva comercial para cambiar las reglas del libre comercio a otras de comercio controlado, que él ha considerado justo para su país. Con éstas, el comercio posible es aquel que reduce el déficit de su país, el de mayor consumo en el mundo, pero no basado en mayor competitividad o ahorro, sino en tarifas compensatorias aplicadas a sus socios o rivales comerciales. Sobre esta base impuso a México y Canadá un acuerdo leonino para proteger las industrias estadounidenses y la venta de productos agrícolas con dedicatoria a los distritos de su base electoral.
2.
Asimismo, entabló una guerra comercial con China, obligándole a adoptar un acuerdo para abrir el gigantesco mercado a los productos agrícolas estadounidenses en principio por 50 mil millones de dólares detenidos por la crisis del coronavirus Covid-19, al tiempo que se preparaba para escalar el nuevo conflicto comercial con la Unión Europea, a la que amaga con aranceles a productos icónicos como los automóviles europeos, el vino francés y la cerveza alemana. Finalmente, el riesgo de pandemia detuvo abruptamente el pulso de la economía mundial, pues al reducir China buena parte de sus actividades ha dejado de importar commodities y consumir petróleo, causando una sobreoferta en países productores con la consecuente caída de los mercados financieros y la crisis en cadenas productivas y de valor en todo el mundo.
3.
En la octava reunión de la Organización de Países Productores de Petróleo
(OPEP), pretendiendo recortar la producción ninguno de los países involucrados aceptó asumir las reducciones y tanto Arabia Saudita como Rusia anunciaron el incremento del bombeo, provocando la caída de los precios internacionales a niveles que no se veían desde la gran crisis financiera de 2008. El Brent del Mar del Norte y el indicador de Texas cayeron a entre 30 y 35 dólares el barril, lo que inició un movimiento de salvamento en los mercados financieros con repercusiones en todo el mundo. El Fondo Monetario Internacional ha urgido ya a los bancos centrales y gobiernos a que reconozcan el riesgo y establezcan una respuesta internacional coordinada para atenuar el impacto económico previsible. En 2008 ello implicó el uso de deuda pública y la compra de activos para inyectar liquidez a tasas muy bajas y evitar el colapso, es decir, planes de ajuste al gasto público, mayor deuda y reducción de las tasas de interés para abaratar el dinero.
4.
Nuestro país habrá de resentir el efecto, pues no obstante al disponer aún de los fundamentos macroeconómicos heredados en niveles adecuados, como son finanzas públicas estables, fondos de estabilización petrolera, reservas monetarias aceptables, coberturas petroleras y una paridad monetaria sostenida por altas tasas de interés, la tensión observada en los mercados habrá de poner a prueba las capacidades de una economía sin crecimiento, con una perspectiva en el mejor de los casos de medio punto porcentual y con un riesgo inminente de pasar bajo cero.
5.
Las agencias calificadoras advierten que México no se librará de otra recesión, si la enfermedad del coronavirus se convierte en una pandemia, como lo advierte la organización Mundial de la Salud (OMS), y si los precios del petróleo no recuperan un horizonte de por lo menos 50 dólares el barril. El impulso al crecimiento que podría provenir del acuerdo comercial trilateral no es suficiente, pues tanto Estados Unidos como Canadá resienten los efectos de la onda de choque global, ni la confianza y la inversión empresarial interna se ha materializado. Recortar o no el gasto es lo que sigue.