¿Por qué los mexicanos somos los más deshonestos?

23 de Abril de 2024

¿Por qué los mexicanos somos los más deshonestos?

Desde cosas tan obviamente perniciosas como 
la corrupción de las autoridades, pasando por detalles lingüísticos aparentemente nimios, hasta llegar a nuestra muy valorada unión familiar, muchos factores parecen hacer que nuestra falta de honradez cívica sea notable 
a nivel mundial

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Es un hecho científicamente comprobado: los mexicanos somos más deshonestos que los naturales de otros países; al menos, de entre los 40 países donde se llevó a cabo un gran experimento que fue recientemente publicado en la revista Science.

La intención de los investigadores no era hacer un ranking de honestidad entre países, sino comprobar a nivel global una observación que habían hecho y que parecía contradecir la teoría económica tradicional.

Michel Maréchal, investigador de la Universidad de Zurich y coautor del estudio, comenta que en 2013, uno de sus estudiantes pasó su semestre de intercambio en Finlandia y aprovechó para hacer un experimento Actuando como turista, entró a distintos establecimientos diciendo que había encontrado una billetera a la vuelta de la esquina y pedía a los empleados que se ocuparan de regresarla porque él no tenía tiempo.

El experimento variaba la cantidad de dinero en la billetera, suponiendo que esto sería un mayor incentivo para no devolverla. “Para nuestra sorpresa —comentó Maréchal en teleconferencia— observamos el efecto contrario. La gente tenía más ganas de devolver la billetera cuando contenía una mayor cantidad de dinero”.

Al principio, prosigue, “no creímos en estos resultados y le dijimos que triplicara la cantidad de dinero… pero encontramos el mismo resultado sorprendente”.

Para averiguar si el resultado era consistente y entenderlo mejor, ampliaron el experimento a 355 ciudades en 40 países.

Y sí, encontraron que se regresan más las carteras cuando éstas tienen dinero… Con la excepción notable de los mexicanos, quienes fuimos los únicos que preferimos quedarnos con la cartera cuando ésta tiene dinero.

El estudio permitió concluir que las personas regresan más las carteras con dinero no porque tengan estándares morales altos o teman ser descubiertas, sino por altruismo, porque les permite hacerse una mejor imagen de sí mismas y porque viven en condiciones económicas, geográficas y culturales que, de alguna manera, las predisponen a ello.

En otras palabras, no es que los mexicanos seamos intrínsecamente deshonestos. Pero, entonces ¿por qué lo parecemos?

De qué se trató el experimento

En las 335 ciudades se repitió el esquema: un turista entra a un establecimiento, dice haber encontrado una billetera a la vuelta de la esquina, la entrega a alguno de los empleados del lugar y le pide que, por favor, se encargue de regresarla a su dueño.

Salvo en casos especiales, el estudio no midió ni pidió el regreso de las billeteras, sino la intención de hacerlo. Las billeteras eran pequeñas, translúcidas y contenían una llave, una lista de compra (adaptada a cada país) y algunas tarjetas de presentación con algún nombre usual en la región y una dirección de correo. Fueron los avisos a esos correos los que se registraron.

En la mitad de los casos, las billeteras no tenían dinero y en la otra mitad contenían el equivalente de cada país a lo que se puede comprar en EU por 13.45 dólares.

En México, las billeteras contenían 105 pesos; el estudio se hizo en la Ciudad de México, Chihuahua, Guadalajara, León, Mérida, Monterrey, Puebla y Tijuana; los nombres en las tarjetas de presentación fueron Carlos García, Daniel Martínez y José Hernández, y la lista de compra tenía leche, pan, pasta y plátanos.

Para poder discernir los motivos de quienes regresaron o no las carteras, los “turistas” que las dejaban anotaban si la había recibido un hombre o una mujer, la edad aproximada, si había cámaras en el lugar y muchas otras características. Pero, sobre todo, hicieron pruebas adicionales.

La más sorprendente e importante para sus conclusiones la hicieron en tres países (Polonia, Reino Unido y Estados Unidos), donde además de medir el retorno de las carteras “sin dinero” y “con dinero” (los 13.45 dólares), se midió el retorno de billeteras “con mucho dinero”, el equivalente a 94.15 dólares.

Y resultó que la tasa de regreso de billeteras aumentó cuando estas tenían más dinero. En los países anglosajones, el porcentaje de retorno sin dinero fue de menos de 40%, pero con mucho dinero subió a poco más de 60% en Estados Unidos y hasta 70% en Reino Unido.

La importancia del medio ambiente

Las conclusiones de este estudio, que la gente regresaría más las carteras con dinero, en contra de lo que predice la ciencia económica tradicional, y que lo harían por altruismo y por mantener una buena imagen personal, ya se había encontrado desde hace tiempo. En 2012 incluso llegó al nivel de la divulgación en el libro The (Honest) Truth about Dishonesty: How We Lie to Everyone Especially Ourselves de Dan Ariely (el libro no está traducido al español, pero podría llamarse “La verdada (honesta) sobre la deshonestidad: Cómo le mentimos a todos y en especial a nosotros mismos”).

La tesis central de Ariely es que “nuestra conducta tiene dos motivaciones que se contraponen. Por un lado, queremos vernos a nosotros mismos como personas honestas y honorables; por el otro lado, queremos beneficiarnos de hacer trampa y obtener tanto dinero como sea posible… Aquí es donde nuestra flexibilidad cognitiva entra en juego: mientras hagamos poquita trampa podemos beneficiarnos de ella y aún vernos a nosotros mismos como seres humanos maravillosos”, escribió Ariely.

El estudio recientemente publicado en Science comprobó esta teoría de la economía conductual a nivel mundial y con un espectro poblacional que va mucho más allá de los estudiantes universitarios con los que suelen hacerse este tipo de estudios. Con la ampliación, los investigadores tuvieron la oportunidad de añadir dimensiones sociales.

Los primeros lugares en honestidad correspondieron a países europeos; los primeros cinco, en orden por el regreso de billeteras con dinero, son: Dinamarca, Suecia, República Checa, Nueva Zelanda y Suiza, mientras que los países que menos intentaron regresar billeteras con dinero fueron Marruecos, Kasajistán, Ghana, Malasia, México y Perú.

Es decir, la riqueza del país parece ser relevante, pero no determinante. Como además ya habían observado que quedarse con el dinero no era la motivación principal de las personas, los investigadores fueron más allá.

Encontraron que las condiciones geográficas están significativamente asociadas con la honestidad cívica. Resultaron importantes la latitud absoluta, la temperatura más baja y los cambios de temperatura extremosos. Se ha visto que históricamente estos mismos factores fomentan el desarrollo económico, pues parecen “haber influido en el alcance de las interacciones sociales y la cooperación en las sociedades preindustriales. Las normas de confianza y cooperación pueden, a su vez, facilitar la transición de las sociedades agrícolas a las economías de mercado, que se basan en las interacciones con miembros externos y extraños”, destacan los investigadores en los materiales suplementarios proporcionados a la prensa internacional.

Otro factor relevante para la no devolución fue que se tratara de comunidades con alta exposición a enfermedades infecciosas. “Dado que las billeteras perdidas en nuestro estudio siempre pertenecieron a un extraño, los receptores en lugares con una prevalencia de patógenos históricamente alta pueden haberse sentido menos cómodos para devolver una billetera perdida a una persona de origen desconocido”.

La determinación cultural

Entre los factores que se asociaron significativamente a la honestidad cívica destacan los culturales, mismos que están fuertemente presentes en México.

El más evidente, y que suele mencionarse en este tipo de estudios, es la presencia del protestantismo y sus valores, en los que el arrepentimiento por las malas acciones no conduce automáticamente al perdón de las mismas.

Una explicación menos usual es la que se encuentra en el lenguaje. Investigaciones previas, han mostrado que los idiomas que no permiten la eliminación de los pronombres de primera persona en el habla cotidiana, (por ejemplo, el inglés y el alemán) sirven para deslindar a un individuo de su contexto social y fomentan la autonomía y la responsabilidad individual. El español no es uno de esos idiomas.

En el caso de México, destaca que la unión familiar, misma que solemos valorar ampliamente, se correlaciona negativamente con la honestidad cívica. Esto se entiende porque las normas de cooperación se aplican sólo a quienes nos quedan más cerca y no a extraños ni desconocidos.

Como si no fuera suficiente, al ver los factores institucionales analizados no extraña que México quedara en los últimos lugares de honestidad cívica, ya que esta se relaciona positivamente con la historia democrática, la alternancia histórica del poder (que fomenta la rendición de cuentas) y la independencia del poder judicial, renglones en los que nuestras calificaciones nunca han sido buenas.

En entrevista, David Tannenbaum, investigador de la Universidad de Utah y coautor del estudio, me comenta que con los datos que generaron pronto publicarán acerca de la fuerte relación negativa que encontraron con otro factor social: la corrupción. Y México es, junto con Rusia, el país que más alto califica en este renglón de acuerdo con el Índice de Percepción de Corrupción 2018 de Transparencia Internacional.

Epílogo confesional de ligeras deshonestidades

Ha llegado el momento de confesar mi propia deshonestidad como autor de este reportaje, porque, aunque no he dicho mentiras, he ocultado un par de datos. El más importante es que los autores del estudio consideran que la observación de que en México, a diferencia de los otros países, la gente regresa menos las billeteras cuando estas tienen dinero NO es estadísticamente significativa.

“Para que fuera significativa, la diferencia en la tasa de notificación tendría que ser del 10 por ciento, y en México es del 5”, me explicó Tannenbaum y yo lo ignoré. De hecho, la diferencia fue significativa sólo en 20 de los 40 países.

El otro dato que oculté es que el reporte publicado en Science, ordena a los países según la tasa de notificación de la condición sin dinero y, en ese orden, México ocupa el lugar 30 de la tabla; es sólo cuando se ordenan por la condición Con Dinero que llegamos al penúltimo lugar.

En mi defensa, diré que este orden, además de darme un titular más interesante, permite mostrar el verdadero hallazgo del estudio… También diré que sospecho que los investigadores reportaron con el otro orden porque así ponían a Suiza, de donde son originarios dos de los autores, en primer lugar.

Por último: de entre las acciones que se ha visto que disminuyen los factores institucionales perniciosos, como la corrupción o la falta de independencia del poder judicial, sólo mencionaré a la libertad de prensa… aunque es por falta de espacio que no menciono a los otros, no por deshonestidad.

“Por un lado, queremos vernos a nosotros mismos como personas honestas y honorables; por el otro lado, queremos beneficiarnos de hacer trampa y obtener tanto dinero como sea posible… Aquí es donde nuestra flexibilidad cognitiva entra en juego: mientras hagamos poquita trampa podemos beneficiarnos de ella y aún vernos a nosotros mismos como seres humanos maravillosos”Dan Ariely, economista conductual.

138 de 180 es la posición que ocupa México en el Índice de Percepción de Corrupción 2018. Es, junto con Rusia, el más corrupto de los 40 países investigados.

84 de 157 es la posición que ocupa México en el Índice de Compromiso para Reducir la Inequidad, otro de los factores que influyen en la deshonestidad cívica.

25 por ciento fue el aumento en la tasa de retorno que se dio en Gran Bretaña cuando las billeteras contenían dinero. Aumentó en 30% cuando contenían mucho dinero.

“Hicimos un estudio sobre las predicciones que les pedimos a algunos de los economistas académicos más destacados, quienes en promedio, predijeron que se avisaría menos (a los supuestos dueños) cuando las billeteras tuvieran dinero”: Christian Zünd, investigador de la Universidad de Zurich.