Es la responsabilidad

15 de Agosto de 2025

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Es la responsabilidad

Le Clercq

Aunque pueda sonar absurdo, resulta una verdadera sorpresa que Boris Johnson haya tenido que presentar su dimisión como primer ministro del Reino Unido. No es que faltaran motivos para ello, sobran y por mucho. Lo que falta en estos días son líderes políticos con sentido de responsabilidad.

En una gestión caracterizada por escándalos, frivolidades, mentiras y reiteradas irresponsabilidades, lo que termina por forzar su salida es la incapacidad de Johnson para fijar una posición enérgica en torno a las acusaciones de abuso sexual contra Chris Pincher, parlamentario conservador que fungió como chief whip, figura partidista responsable de garantizar disciplina y el voto de los parlamentarios en torno a las políticas del gobierno.

Lo que vuelve sorprendente la renuncia de Johnson, es que todo indicaba que había logrado asentarse firmemente en una cómoda impunidad con el respaldo o complicidad de la mayoría de los parlamentarios su partido y los miembros de su gabinete. Todo hace pensar que el propio Johnson se pensaba absolutamente blindado y que, a pesar de que sus correligionarios, comenzaron a recomendar su dimisión. La noche previa a su renuncia todavía intentó mantenerse en el puesto destituyendo a los ministros críticos y rehaciendo su gabinete.

A pesar de todos sus intentos por sobrevivir al escándalo en turno, lo que había logrado en los meses anteriores, Johnson enfrentó un tsunami de renuncias de servidores públicos sin punto de comparación en al menos cien años, lo cual al final hizo imposible su continuidad en el cargo. Sin embargo, más que propiamente un castigo como resultado de sus escándalos y actos irresponsables, la caída de Johnson parece explicarse antes bien por dos factores: por un lado, la preocupación creciente de los conservadores por los costos electorales del estilo personal de gobernar de Johnson; y, por el otro, que los principales aspirantes al cargo de primer ministro identificaron el momento oportuno para lanzar su ataque.

La pregunta de fondo, es cómo puede un personaje como Boris Johnson llegar y mantenerse en el poder en un país con una tradición democrática e institucional tan robusta como la que caracteriza a Reino Unido. Porque simplemente ese es el signo de nuestros tiempos: cualquiera puede ganar elecciones, sin importar las mentiras y engaños a los que recurra, y cualquiera puede mantenerse en el poder sin que afecten mucho su incompetencia e irresponsabilidad para ejercer el cargo. La cacocracia, el gobierno de los peores, está normalizada y es socialmente aceptada.

Al inicio de su campaña electoral en 2016, Trump dijo que podría ponerse a disparar a la gente en la plena Quinta Avenida de Nueva York sin que esto le costara votos. Más allá de la bravata trumpeana, la frase representa un mantra de la política cacocrática contemporánea, independientemente de que hablemos de regímenes democráticos o con tendencia autocrática: los líderes políticos viven una luna de miel de impunidad, con apoyo popular, complicidad de sus partidos y pasmo institucional, que les libera y absuelve de la obligación de rendir cuentas y les garantiza sobrevivir políticamente ante escándalos, corruptelas, mentiras, decisiones irresponsables y violaciones a la ley.

La caída de Johnson rompe por un momento el embrujo que ejercen la demagogia y la impunidad, sin que esto signifique necesariamente que estamos ante un cambio de fondo. Los líderes políticos asumen que pueden disparar a la gente en la Quinta Avenida o cometer actos ilegales sin consecuencias, porque saben que tienen el respaldo ciudadano y la complicidad o el silencio del resto de la clase política. La democracia y sus instituciones seguirán en riesgo mientras no se impongan la ética de la responsabilidad política y la exigencia ciudadana por la rendición de cuentas y el respeto al Estado de derecho. Restaurar la democracia y salir de la cacocracia pasa por poner el principio de la responsabilidad en el centro de la vida política, así de simple y así de complicado.