¿Por qué aceptamos la violencia?

28 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

¿Por qué aceptamos la violencia?

Juan Antonio Le Clercq

De acuerdo con Martha Nussbaum, filósofa norteamericana, debemos entender la afiliación, la posibilidad de convivir e interactuar con otras personas, como una capacidad humana central. Este enfoque entiende a las capacidades como libertades o vectores de realización que requieren ser desarrollados para que las personas alcancen mejores niveles de bienestar y vivan una vida que pueda reconocerse como digna.

¿Por qué la afiliación representa una capacidad básica equivalente a la salud e integridad corporales, el ejercicio de la razón y la imaginación o la posibilidad de vivir una vida larga? La capacidad de afiliación se compone de dos elementos: primero, vivir con y entre otras personas, interactuar socialmente y manifestar empatía por los problemas que enfrentan otros; segundo, dar y pedir respeto a otros, rechazar cualquier forma de humillación y discriminación sin importar que se base en raza, género, preferencia sexual, cultura, etnicidad u origen nacional.

La afiliación, entendida como una capacidad humana central, es altamente relevante porque evidencia uno de los más graves daños colaterales de la crisis de seguridad y violencia que enfrenta México: nuestra creciente incapacidad para comprender el sufrimiento que genera la violencia y para indignarnos ante el abandono que enfrentan las víctimas.

No puedo comprender de otra forma el horror que representa el descubrimiento de una fosa clandestina con restos humanos de al menos 250 personas, incluyendo 14 mil restos óseos por identificar, principalmente de jóvenes de entre 14 y 25 años, y la poca atención pública que ha merecido este hecho.

¿Hemos llegado al punto en que como sociedad no nos interesa que 250 personas hayan sido asesinadas, probablemente después de haber sido torturadas, y arrojadas como basura a una fosa clandestina?

No he escuchado en estos días a ningún líder partidista, precandidatos a la Presidencia o funcionarios federales posicionarse sobre el macabro hallazgo de Colinas de Santa Fe, Veracruz, mucho menos manifestar algún tipo de apoyo a las víctimas. Los medios, con la excepción de algunos portales, prácticamente han ignorado el descubrimiento, volcados en el futuro de Barbosa, las peripecias de López Obrador por Estados Unidos o la huelga de árbitros en el futbol mexicano. Pero tampoco oigo la indignación de mis conciudadanos, tal vez acostumbrados ya a aceptar la violencia como condición normal de nuestra vida pública.

Pensemos la repercusión que podría tener un hecho de esta naturaleza en otros países. ¿Cuántos gobernantes o funcionarios públicos podrían sobrevivir políticamente luego del descubrimiento de una fosa clandestina con 250 cadáveres? Puedo imaginar a otros presidentes y ministros visitando el lugar para conocer el horror de primera mano, para dialogar y dar consuelo a las víctimas. Puedo imaginar también la reacción e indignación de ciudadanos, organizaciones sociales, medios de comunicación y figuras públicas ante un evento de tales dimensiones. ¿Alguien puede imaginar a Enrique Peña Nieto visitando el lugar o dialogando con las organizaciones sociales que hicieron el trabajo de búsqueda que correspondía a las instituciones del Estado?

Nuestra crisis nacional es también una crisis de valores morales, hemos perdido el sentido de respeto hacia el valor de la vida humana, renunciamos a la empatía con las víctimas y aceptamos pasivamente que las instituciones y las autoridades humillen sistemática y reiteradamente la dignidad de las personas.

El horror de la violencia se extiende sin límite por todos los rincones del país. Condiciones generalizadas de impunidad y violencia se han normalizado, los campos de exterminio de Muertos y desaparecidos se cuentan por cientos de miles y las fosas clandestinas se multiplican en medio de la indiferencia de la clase política y la aceptación pasiva de la ciudadanía. Patrocinio, Coahuila o Colinas de Santa Fe, Veracruz, se aceptan y asumen como hechos inevitables. Al parecer descubrir 250 cadáveres en una sola tumba ya no es suficientes para provocar indignación y exigir justicia. Tampoco la brutal y cotidiana repetición del horror. @ja_leclercq Profesor-Investigador del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, UDLAP.