Arrojarse voluntariamente al precipicio

28 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Arrojarse voluntariamente al precipicio

Le Clercq

En una época que destaca por la debilidad de los liderazgos, la incompetencia política y el ascenso de alternativas populistas capaces de conectar con el miedo y coraje de los ciudadanos, la definición y negociaciones de Brexit destaca por sus grados especialmente notables de ineptitud. A dos meses de que Reino Unido se desconecte de Europa, el parlamento británico ha sido incapaz de ratificar el acuerdo firmado entre Theresa May y la Unión Europea o de plantear alguna alternativa plausible. La clase política británica no puede definir qué es lo que quiere y no es capaz de aprobar algún acuerdo que les garantice una salida más o menos ordenada de Europa y con ello contener los costos económicos y sociales de un divorcio lleno de incertidumbres. Esta semana el parlamento debatió enmiendas al proyecto originalmente presentado por May para cambiar la barrera aduanera temporal en Irlanda (el llamado backstop que ha provocado la rebelión de los conservadores), aumentar el control del parlamento sobre el proceso, evitar la salida sin acuerdo y permitir al gobierno extender las negociaciones más allá del 29 de marzo. Votaciones esquizofrénicas que, por un lado, aprueban evitar una salida sin acuerdo y, por el otro, respaldan alternativas al nudo gordiano irlandés sin ofrecer opciones viables. Como si todo dependiera de la voluntad de los ingleses. Si May sale airosa de su choque con el parlamento, ganará margen de maniobra interno prometiendo una revisión al acuerdo que difícilmente va a cumplir. Su apuesta se reduce a ganar tiempo y conseguir apoyos de último momento una vez que se extienda el pánico ante la posibilidad, cada vez más real, de una salida sin acuerdo. Escenario que, reportes del propio gobierno, universidades y consultoras especializadas, aseguran tendría un efecto devastador para la economía del Reino Unido. Lo que probablemente veremos las próximas semanas, será a la primera ministra convocando a conversaciones de emergencia con una Unión Europea que no coincide con los tiempos y definiciones establecidas por el parlamento. No entienden que no entienden que reabrir la negociación no está sobre la mesa. A lo que se añaden dos problemas. Si bien es claro que los británicos no quieren la barrera aduanera temporal para Irlanda, lo cual busca evitar que se establezca una frontera dura entre las dos Irlandas, tampoco han puesto una solución plausible sobre la mesa. Lo que dificulta reabrir las negociaciones en tanto una de las partes no sabe lo que realmente quiere. Para los líderes europeos podría resultar razonable extender el tiempo de negociación y evitar la desconexión drástica el 29 de marzo. Sin embargo, ¿cuál es el sentido de prolongar las negociaciones o abrir nuevos espacios de diálogo, cuando no hay una propuesta de solución al dilema irlandés por parte del gobierno inglés? En todo caso, extender las negociaciones sólo tendría como objetivo permitir una mejor preparación para la separación sin acuerdo. Un segundo referéndum es casi imposible. Nada ha cambiado en las últimas semanas y los grupos que llaman a las urnas no tienen la fuerza suficiente, mientras que los líderes conservadores y laboristas más influyentes temen el castigo de los votantes que están a favor de Brexit. Luego de debates interminables y dramatismo parlamentario, Brexit sigue en punto muerto mientras el reloj avanza. Debemos reconocer que esta historia al menos ha contribuido a aumentar nuestro lenguaje político: hacer un Brexit, dícese del acto de fomentar decisiones políticas irresponsables, recurriendo intencionalmente al engaño y a expectativas irrealizables, conduciendo su proceso de implementación con absoluta incompetencia y sin consideración a las consecuencias catastróficas para el propio decisor y su base social.