Varios expertos se reunieron a revisar, bajo la más alta secrecía, el caso de Andrei Yaroslav, quien apareció en Kiev de forma misteriosa y dos días después desapareció sin explicación de una celda sin ventanas y cuya puerta cerrada estaba vigilada por guardias y una cámara de circuito cerrado que no registró ningún movimiento anómalo.
Elaborando y profundizando sobre el misterioso caso, Dimitri Malyuk, de la Sluzhba Bezpeky Ukrayiny (la agencia de seguridad nacional ucraniana, SBU por sus siglas), y antiguo agente de la KGB, se percató que las huellas coincidían entre el sujeto y las de la identificación, y que tal documento era real y estaba inscrito en el registro soviético que había hurtado a favor de su patria cuando se produjo la disolución de la URSS.
Nada hace sentido, les dijo a los físicos cuánticos mientras encendía un cigarrillo que apagó con violencia tras apenas una fumada. Yaroslav Andrei, hijo único de Yaroslav Nicolai, de oficio panadero, nació según registros oficiales, el 13 de abril de 1956, lo que implicaría que hoy tendría casi 65 años y ciertamente, el sospechoso era bastante más joven.
Además, agregó uno de sus subalternos, la cámara que portaba es una Zenit-14 soviética, nueva, impecable, que se descontinuó en 1990, un año después de la fecha en que él dijera, salió para fotografiar el Monasterio, pues tenía poco de haberla estrenado. Adicionalmente, agregó, el rollo fotográfico es un Svema Foto moscovita, que también dejó de producirse a finales de 1989.
Muy cáustico de ánimo, Dimitri interrumpió la reunión y salió del edificio, pues detestaba sentirse en un callejón sin salida. Iracundo no pensaba bien y lo sabía; necesitaba calmarse. Las caminatas le servían para ese fin, así que se puso en marcha con rumbo desconocido. Apenas avanzó un par de cuadras, recordó un detalle que había pasado por alto y de inmediato marcó su teléfono móvil.
Dimitri ordenó que le enviaran la primera fotografía de la cámara de Andrei Yaroslav a su celular. Observó, apenas recibió el archivo, que se trataba de una casa, y haciendo zoom en la imagen, alcanzó a distinguir que, desde una de las ventanas, una joven y sonriente mujer le hacía un gesto de despedida a la cámara.
Quiero saber quién es esta persona, ordenó señalando la imagen en una pantalla táctil. Urge saber su nombre y paradero y no me importa si para ello tienen que infiltrarse en las cloacas del propio Kremlin, sentenció.
En menos tiempo de lo que esperaba, un joven oficial recién graduado de la academia, le dio un resultado alentador: con Google Street View navegó varias cuadras a la redonda del punto donde apareció Andrei Yaroslav y encontró una casa que, si bien su fachada parecía algo cambiada, podría ser la misma, pues tenía aproximadamente las mismas dimensiones y un viejo árbol, cuyo tronco se asomaba parcialmente, también en la fotografía.
Mejor noticia era que la propiedad no había cambiado de propietario nunca y solo había sido heredada a una mujer soltera, de nombre Lyusiya Khose (Люсія де Хосе), quien aún allí vivía. ¡En camino, andando!, mandó.
Urgido, Dimitri tocó a la puerta. Respondió una mujer de unos cincuenta años. Gentilmente, los invitó a pasar. ¿Es usted la mujer de esta fotografía?, le preguntó sin mucha cortesía. Sí, soy yo, dijo tras ver la imagen con detenimiento y agregó: la tomó mi novio Andrei en 1989, lo recuerdo bien porque ese mismo día desapareció… aunque unos días después me lo topé cuando iba de camino a la iglesia para orar por él, harapiento, confundido, hablando cosas sin sentido.
Continuará.