Horacio

3 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Horacio

js zolliker

Tenía la impresión de que todo comenzó con el calor, con ese clima inclemente que se le adelantó al verano. Y es que, desespera mucho no poder dormir con la humedad de tanto sudar el colchón. Los moscos y las chinches, más hambrientas que nunca, tampoco ayudan. Verdad de Dios, que su querido Horacio nomás no descansaba.

Hacía cosa de unos cinco días, se despertó ya entrada la noche, porque escuchó el andar intranquilo de su hijo. Con el voluminoso estómago a la vista y portando apenas unas desgastadas trusas y sus roídos calcetines, el arrastre preocupado de los pies por el piso de tierra, parecía trascribir su desesperación.

–Horacio, hijo, duérmete– le imploró hablando bajito, sin incorporarse de su cama.
–No vayas a despertar a tu hija…

Aquél, sorprendido por ser descubierto en su trastabillar noctámbulo, con la frente sudorosa, intentó reclamar silencio y acallar el descontento con un leve siseo. No quería despertar a nadie más, así que, al momento, disminuyó el andar y procuró silenciar sus pasos.

Tenía como dos semanas, que sin dar explicaciones, Horacio llegó con su bebé a la casa materna. No traían ni maletas ni pertenencias y sin mediar razón, renunció también a su trabajo. Sabemos que murió como consecuencia de una crisis psicótica, pero no sabemos cuándo comenzó. Ni cómo, ni por qué.

Nos dicen, que ya antes se había perdido un par de veces en el trayecto a casa, en el subterráneo o en la micro, y que normalmente recobraba memoria varios kilómetros y horas después. Deducen algunos que en una de esas “lagunas”, volvió a casa y encontró a su mujer dormida con alguien más. Lo cierto, es que nada nos consta ni conocemos que sea verdad.

Lo que sí sabemos, es que su madre, lo llevó a recibir atención médica de su seguro público tan pronto notó que su estado anímico se le tornaba incontrolable. Quería hacerse daño y quería dañar a otros. La mamá, pidió ayuda en la unidad médica familiar, cuando lo descubrió paseando semidesnudo por la casa, con un afilado machete que blandía contra figuras invisibles mientras intentaba silenciar a su sombra.

Después de tanto deambular, en el seguro social les dijeron que no había espacio para internamiento ni consultas de psiquiatría disponibles. Por más que llamaron y solicitaron auxilio en redes sociales, no hubo forma de que lo atendieran más allá de recetarle un medicamento controlado que no había y que tuvieron que adquirir en una farmacia privada.

Así, una calurosa mañana reciente, Horacio, que había empeorado muchísimo, logró soltarse del atado que le había hecho su madre para intentar controlarlo, y mientras ella se bañaba, él se escabulló al taller del carpintero vecino y se cercenó un brazo con la sierra eléctrica.

No le pudieron detener la hemorragia y no llegó una ambulancia hasta mucho tiempo después. Murió desangrado y abandonado por su propio gobierno que considera, las emergencias psiquiátricas deben ser atendidas por la familia porque eso, es bueno para el ahorro de la patria. Horacio, sin entender nada de políticas públicas, exhaló la primera semana de junio y sus últimas palabras fueron: “Me quieren morder. ¿Es que nadie oye ladrar a los perros? Me quieren morder. Me quieren morder. Ayuda, me quieren morder”.

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