Ansiedad

28 de Abril de 2024

Rebeca Pal

Ansiedad

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Mucha gente padece ansiedad y no es consciente de ello, y los que sí lo son, no tienen idea de qué hacer al respecto. Añaden el malestar a otros factores, pero no a la raíz del problema.

Solemos pensar que la ansiedad es sólo un comportamiento acelerado, pero en realidad esa aceleración nace en los pensamientos de la persona, es decir, en el plano mental. El pensamiento ansioso provoca que se anticipen los hecho de manera negativa, incluso antes de intentarlo o de que sucedan.

Por desgracia hay una importante dependencia a medicamentos para lograr minorizar los malestares producidos por la ansiedad y eso, sobre todo cuando se toman sin el control de un especialista, es terrible. Sé de personas que toman Rivotril y Tafil como si fueran dulces y sin supervisión médica, lo que me hace pensar en la corrupción que todavía hay en las “prescripciones por encargo”, y en la falta de profesionalidad de quienes las dan. No hay consciencia de los efectos secundarios de los antidepresivos y de otros fármacos similares, que van más allá de provocar somnolencia, cansancio y disfunciones sexuales.

Cuando la ansiedad pasa de la mente al cuerpo, el malestar termina afectando nuestras funciones biológicas. Somatizamos nuestros pensamientos y el cuerpo es quien sufre y paga la factura. Algunos malestares físicos son:

  • Temblores: Son involuntarios y se presentan cuando quien padece ansiedad, está por iniciar alguna actividad que le incrementa el estrés: Hablar en público, salir de casa, primer día en el trabajo/escuela.
  • Sudoración excesiva: Cuando el estrés producido por la ansiedad alcanza un nivel elevado, el Sistema Nervioso Central se dispara en el organismo, lo que genera reacciones que están fuera de nuestro control. Quienes lo padecen sudan excesivamente, sobre todo en manos, pies, axilas y frente.
  • Arritmias cardiacas: La taquicardia es el síntoma físico más común durante episodios de ansiedad. Siempre que se detona, el corazón se acelera de forma irregular.
  • Respiración acelerada: Conocida como taquipnea, se presenta de la misma forma que las taquicardias por estrés. La persona realiza grandes respiraciones agitadas por la boca.
  • Tensión muscular: Si la ansiedad es persistente los músculos se cargan de tensión y aparecen los “nudos”. La mayoría de las contracciones se localizan en espalda, cuello y hombros. Algunas son tan graves que inmovilizan a la persona.
  • Dolor de cabeza: Las cefaleas tensionales son provocadas por la tensión muscular excesiva del cuello.
  • Boca reseca: Ante un factor estresante las glándulas de salivación se contraen, produciendo una sequedad temporal en la boca.
  • Mareos: También producto de una actividad que resulta ser estresante.
  • Micción: Quienes están bajo estrés, tienen la necesidad de orinar frecuentemente debido a la ansiedad y a la tensión de los músculos.
  • Molestia abdominal: Es resultado de presión emocional. Es más común en niños que en adultos, porque al estar en la etapa temprana del desarrollo, se les complica gestionar las emociones con claridad. En personas mayores, está asociado con problemas de digestión: colitis y gastritis.

Antes de sucumbir y decidir desconectar de nosotros mismos por medio de una pastilla, de una cajetilla de cigarros o de una botella de alcohol, intentemos meditar si esa decisión está alimentando nuestra ansiedad en lugar de disminuirla. No todo malestar tiene que ser patológico. Yo lo veo como una evasión total del problema. No olvidemos que las carencias emocionales suelen convertirse en un círculo vicioso, así que mientras menos las confrontemos, estarán ahí por más tiempo con sus respectivos daños.

La ansiedad es la máscara que usamos para esconder el verdadero problema que hay detrás.

“Antes la gente tomaba Prozac para ver el mundo diferente, ahora lo toman para verlo normal”.