Navidad: libre de parabenos, siliconas y consumismo

5 de Agosto de 2025

Rebeca Pal

Navidad: libre de parabenos, siliconas y consumismo

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El sentido de la Navidad se está perdiendo año con año: Los regalos se convierten en la preocupación principal de las familias. Nuestro cerebro se deja seducir por las sensaciones que nos envuelven y nos conduce a participar en el juego materialista. Ya no celebramos el nacimiento de Jesús, celebramos el consumismo.

Las marcas, en general, entran en una disputa para volverse lo más atractivas posible. Engañan con descuentos falsos, luces llamativas y una decoración original. Su trabajo es hacerte creer que necesitas ese producto o servicio para destacar y celebrar en grande esta Navidad. Y no sólo hacen un gran esfuerzo de marketing en los puntos de venta, también lo hacen en revistas, spots televisivos, Internet y otro medios de comunicación para influenciar la decisión del consumidor y convertirlo en la próxima víctima –cliente–. Las grandes industrias no paran hasta enamorar a los targets más vulnerables y potenciales como lo son los niños y las amas de casa.

Les seré sincera, hace muchos años dejé de sentir el espíritu navideño. La última vez que lo sentí fue una Navidad que la pasé con mi mamá y mis hermanas. A falta de presupuesto, a mi mamá sólo le alcanzó para pedir una pizza mediana. Nos la comimos sentadas al lado del árbol que ella puso para nosotras (la decoración navideña era su punto fuerte). Mi regalo fue un cepillo de dientes; noté que mi mamá se avergonzó pero a mí me encantó la idea.

A partir de entonces ya nada fue igual. La Navidad se me ha hecho una lucha estúpida de quién pone el árbol más llamativo, quién prepara la mejor cena, quién tiene más estilo para decorar la mesa y quién recibe los mejores regalos. Por muchos años odié la Navidad, de la misma forma que odio San Valentín.

Pero saben, este año he experimentado muchos cambios y es imposible permanecer igual, física y mentalmente. Esta es mi primera Navidad como casada y llegué al punto de que ya no quiero odiarla. Después de haber visto la película Coco y llorar por tres horas seguidas, decidí “desgrincharme” y opté por darle otro significado. Esta Navidad me propuse a poner el árbol y decorarlo en memoria de mi mamá. La última vez que hice alguna manualidad fue en la primaria (hace dos décadas y media) y ahora me encuentro haciendo moños y adornos para colgarlos en el árbol. No lo hago por mí y eso es lo que le da sentido a todo y hace que sea especial. Otra decisión que tomé fue la de quitar las fechas establecidas desde hace siglos. Para mí Navidad será cada que vaya a México y me reúna con la gente que más quiero, sin tener el compromiso de llevar regalos y, si lo hago, un cepillo de dientes bastará.

Yo me pregunto, ¿qué pasaría si una Navidad la festejáramos sin regalos? Que sólo se resumiera en juntarnos con nuestros seres queridos para cenar, compartir, pasar un tiempo agradable y tener una sana convivencia. El mundo materialista nos envuelve y queremos tener más, aunque sea de poca calidad. La búsqueda interminable de tener lo mejor de todo para al final quedarnos con lo mejor de nada. Y la ironía de depositarlo, con el tiempo, en el bote de la basura o en el olvido.

Siempre escribo sobre generar cambios, creo que hoy me toca aplicarme lo escrito. Voy a volver a emocionarme por todo lo que alguna vez fue, para mí, Navidad. Así que me retiro, tengo que seguir con mis manualidades. ¡Feliz Navidad! ¡Pero de la de verdad! Que de las falsas ya hay muchas.