¿Se rompe el sueño europeo?

31 de Octubre de 2025

Sergio Muñoz Bata

¿Se rompe el sueño europeo?

Sergio

Conforme aumente la ira contra las instituciones mayor será el peligro de caer en la tentación autoritaria que promete el retorno a una ilusoria y dichosa edad dorada.

Este jueves Gran Bretaña decidirá mediante un referendo si permanece en la Unión Europea o si se aferra a su insularidad y se separa más de Europa. Los últimos sondeos no dan pista segura aunque todos muestran que el país está dividido en dos facciones más o menos equivalentes.

La campaña en contra de la permanencia en la Unión Europea fue apoyada inicialmente por el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), liderado por Nigel Farage, un político nacionalista de derecha y xenófobo que según narra John Carlin en el diario español El País, desde niño se ufanaba de su anti semitismo acercándose a niños judíos para susurrarles al oído, “Hitler tenía razón”.

Hoy, el bando separatista se ha ampliado e incluye a muchos miembros del partido conservador y a unos cuantos del partido laborista. Unificados todos por su añoranza por las épocas de la pre-globalización en las que los trabajos bien pagados duraban para siempre. Peor aún, en el mensaje separatista hay un anacrónico tenor nostálgico: “Solos, volveremos a ser tan grandes como alguna vez lo fuimos”, dicen quienes quieren creer que es posible recuperar su pasado imperial. Las semejanzas entre los británicos melancólicos y los despistados partidarios del estadounidense Donald Trump, que quieren “hacer a América grande de nuevo” me da escalofríos.

Reconozco, sin embargo, que no todos los que abogan por el llamado “Brexit” son fascistas nostálgicos. Muchos británicos piensan que la unión con Europa no ha traído los beneficios económicos prometidos y que la adopción del Euro fue un grave error. Curiosa crítica esta última de un país que desde el principio optó por conservar su moneda, la libra esterlina. Otro reclamo es su rechazo a la obligación de respetar las reglas impuestas por tribunales y comisiones con sede en Bruselas que a juicio de algunos violan la soberanía nacional. De cualquier modo, es evidente que el mayor descontento del bando separatista es la inmigración al Reino Unido, básicamente de ciudadanos de países europeos pero también de África y el Oriente Próximo.

La adopción del acuerdo Schengen posibilitó la libertad de movimiento de los ciudadanos de los países afiliados para viajar, estudiar o trabajar en cualquier país europeo. Se creó un mundo sin fronteras que ha entusiasmado a la gente emprendedora, que ha contribuido a debilitar los nacionalismos, que tiende a favorecer el europeísmo, y que ha fortalecido la causa de la paz en un continente brutalmente dañado por dos guerras mundiales en el siglo XX.

Curiosamente, este debate sucede justo cuando estoy en Madrid investigando en el Centro de Estudios Orteguianos la idea de Europa en la obra del filósofo español José Ortega y Gasset, para compararla con la del escritor alemán Thomas Mann. A ambos pensadores les preocupaba la crisis europea de principios del siglo XX, y ambos pensaban que la Primera Guerra Mundial no fue la causa sino el síntoma de la crisis. “Ante el panorama mundial, Ortega,” me dice el Dr. Zamora director del Centro, “reconoce la necesidad y la conveniencia de construir unos Estados Unidos de Europa, de una Europa que incorpore la razón científica de los países del norte con la sensibilidad y la mirada humana de la Europa mediterránea.” Ortega y Mann estaban convencidos de que el mejor antídoto contra el autoritarismo fascista y comunista era fortificar la identidad cultural europea.

La crisis europea actual no es ni por asomo semejante a la que se vivió en los años 20 y 30, pero la nueva problemática: la crisis de los refugiados, los altos índices de desempleo, los ataques terroristas en varias capitales europeas han abierto nuevas ventanas de oportunidad a peligrosos populismos de izquierda y derecha en Europa: del UKIP de Farage en Gran Bretaña a Syriza en Grecia; de La Flecha Dorada en Italia a Podemos en España; de Marine Le Pen en Francia a Pegida en Alemania, el populismo presenta un peligro real para la democracia liberal europea.

Y aunque no creo que el peligro sea inminente, no dudo que conforme aumente el descontento y la ira contra las instituciones mayor será el riesgo de volver a caer en la tentación autoritaria que demagógicamente alimenta la imposible ilusión del retorno a la dichosa edad dorada.