Suman 4 mil los desaparecidos, sólo en Acapulco

12 de Mayo de 2024

Suman 4 mil los desaparecidos, sólo en Acapulco

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Se trata, en su mayoría, de jóvenes de 16 a 37 años, entre ellas mujeres que fueron sustraídas con violencia de sus hogares o su empleo por hombres armados. El gobierno federal dejó de apoyar la búsqueda, denuncian

En Guerrero, la cifra oficial de personas desaparecidas en todo el estado suma tres mil 304 registros, al menos eso reporta la Secretaría de Gobernación (Segob). Pero ese número no es real. Sólo en Acapulco se contabilizan cuatro mil 200 seres humanos de los que hoy día se desconoce su paradero.

Se presume que detrás de estas desapariciones está el crimen organizado, que ha actuado desde 2007. Es decir, cada día despareció, en promedio, una persona desde hace 13 años, sólo en el puerto guerrerense.

El registro lo lleva la asociación Familias de Acapulco en Busca de sus Desaparecidos, colectivo que desde 2015 comenzó acciones de localización e identificación de cuerpos. El seguimiento de sus casos exhibe que, tan sólo en esta ciudad existe una cifra negra de casi un millar de personas desaparecidas más que el total reconocido por el gobierno de la Cuarta Transformación.

Integrado por 273 familias, ese colectivo —el único de su tipo existente en el Puerto— comenzó la búsqueda de personas a partir de que se constituyeron legalmente como una asociación civil, con la única ayuda solidaria del ala de la Iglesia Católica identificada con la Teología de la Liberación, personificada por el sacerdote Jesús Mendoza Zaragoza.

A lo largo de los años, el colectivo ha localizado 45 personas sin vida en zonas abruptas de la periferia del Puerto, que es el área donde se estima que estarían enterrados la mayor parte de las personas desaparecidas. Esa zona se ubica geográficamente a lo largo del Río de La Sabana o en las faldas del Parque Nacional El Veladero, que circundan Acapulco.

A estas familias les han desaparecido a familiares, muchas veces trabajadores, que no “se merecían ese destino”, dice María Emma Mora Liberato madre de familia que ha encabezado los esfuerzos por encontrar vivos a los desaparecidos.

Y cada día las cifras siguen cambiando, cada día sabemos de otras personas que fueron sustraídos de sus trabajos, de la calle o de sus casas inclusive”, advirtió.

Todo comenzó con José

La mayoría de los desaparecidos son personas jóvenes, con edades que van de los 16 a los 37 años, y entre ellas está documentada la presencia de 49 mujeres que fueron sustraídas con violencia de sus hogares o su empleo por hombres armados.

Dentro de todo este clima de terror que ha sido ignorado por las autoridades de los tres órdenes de gobierno, la buena noticia es que 35 personas fueron localizadas con vida por el colectivo, que de inmediato las trasladaron a otros lugares para protegerlas.

Esa búsqueda desesperada, rodeada del silencio oficial, en los hechos comenzó a partir de la desaparición de un niño, José Alberto Téllez Mora, de 14 años, secuestrado el 20 de septiembre de 2011, cuando se dirigía a su escuela.

›José Alberto era un muchacho brillante, afecto a las matemáticas, que se dirigía a su escuela en un recorrido a todo lo largo de la Costera Miguel Alemán, desde su domicilio en la colonia Costa Azul hasta su plantel ubicado por la glorieta de La Diana. Ese trayecto de varios kilómetros se ubica en la Zona Dorada de este destino turístico, la que en teoría es la más vigilada de todo Guerrero.

Su madre, María Emma Mora Liberato, recibió posteriormente una exigencia de rescate. Como pudo, la familia reunió una cantidad y la entregó según las indicaciones de los secuestradores. Sin embargo, el niño nunca fue entregado. Jamás lo volvieron a ver.

De 55 años, Emma Mora estudió la licenciatura en Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico de Acapulco (ITA), y a lo largo de los años combinó este trabajo con las tareas del hogar. Con su tragedia a cuestas, sacó fuerzas del dolor y comenzó a reunirse con otras familias que pasan por la misma situación, a sabiendas de que detrás de la mayor parte de las desapariciones se encuentra el crimen organizado.

Al principio, cuando comenzaron a reunirse, evitaban encontrarse con la prensa y, cuando lo hacían, se mostraban de espaldas para evitar ser identificadas por los criminales. Hoy, a varios años de distancia, han perdido el miedo y reclaman a gritos el apoyo obligado del gobierno que, por su parte, ha guardado silencio.

Ni Morena les cumple

Mora Liberato reclama el incumplimiento del presidente Andrés Manuel López Obrador y la falta de empatía de la alcaldesa Adela Román Ocampo, ambos de Morena.

En 2019, recuerda, López Obrador les prometió apoyo político y financiero para buscar a los desaparecidos. “Pero no solamente no nos ayudó, sino que de un plumazo canceló los fondos de la Comisión de Búsqueda de personas, cortó los fondos para el personal técnico y jamás volvió a recibirnos. Nosotros creímos en él, pero en realidad nunca tuvimos apoyo”, relató Emma Mora.

Del gobierno morenista de Acapulco, mencionó que la alcaldesa Román Ocampo ni siquiera tuvo la empatía de enviarles despensas o agua, en particular cuando han emprendido la búsqueda de cuerpos. Es por eso, dice, que la mayoría de los integrantes del colectivo “no quieren saber nada de la autoridad”.

En contraste, afirmó que el gobernador Héctor Astudillo es quien les ha proporcionado apoyo material para la búsqueda de sus desaparecidos. Han sido apoyos menores, como el envío de personal forense, pero también despensas, agua, implementos para la búsqueda, y seguridad para los casos en que encuentran cuerpos.

Pero en el día a día, buscar a personas desaparecidas en Acapulco se a convertido en un estigma y en una tarea de su grupo en solitario. Las personas en las calles son indiferente al dolor, carente de empatía, y “en muchos casos nos trataron como apestados”, asegura Mora Liberato.

Muchas veces en la calle pedimos apoyo económico a la comunidad, pero se retiraban de nosotros como si tuviéramos una enfermedad contagiosa. Nos daban unos cuantos centavos como si se los dieran a unos limosneros, o peor aún.

“Esa es una experiencia verdaderamente dolorosa a la que, por desgracia, ya nos acostumbramos: a la indiferencia y el asco que provocamos en la sociedad, que mientras no resulten afectados, no les importa el dolor de los que sufrimos”, soltó en una mezcla de dolor y resignación.

De nuevo salen a las calles a hacerse visibles, como parte de su lucha. Así, de pie sobre la Costera, con una tristeza incesante, Emma Mora mira fijamente al suelo y antes de despedirse del lugar, tras recordar a su hijo José Alberto, que hoy tendría 24 años, y con los labios apretados susurrar: “Nunca lo volví a ver…”

Ignorados. Las organizaciones de búsqueda han solicitado apoyo federal, sin éxito.

Diecisiete años de grupos criminales

El descubrimiento de la “mina de oro” que representa la venta a menudeo desató los asesinatos y desapariciones a lo largo del estado de Guerrero. A la fecha no se conoce el motivo exacto de los crímenes

Los casos de personas desaparecidas coinciden con los momentos en que se produjo en Guerrero el auge y caída del clan de los hermanos Beltrán Leyva, que por esos tiempos se hizo del control de este destino turístico.

Según diferentes fuentes de información, Arturo Beltrán Leyva se estableció en Guerrero aproximadamente a principios de la década del 2000. Cuando llegaron, el cártel se dedicaba única y exclusivamente a la compra-venta de cocaína que recibía en el Puerto y enviaba a su principal mercado: Estados Unidos.

Esas mismas fuentes cercanas a las pesquisas, en el 2004 los capos se dieron cuenta de que el principal negocio de la cocaína era la venta a menudeo. Y comenzó la etapa de las “tiendas” de cocaína para los consumidores. Estos lugares eran, explican las fuentes, una mina de oro.

Pero entonces comenzaron los asesinatos para desplazar a los vendedores locales y establecer las “tiendas oficiales” con el sello de los Beltrán Leyva. Al parejo comenzaron también las desapariciones de diferentes personas que significaban “problemas” para el negocio.

Un conteo de periodistas locales estableció en más de 50 el número de asesinatos de personas tan sólo en el 2004, de los cuales nunca se supieron los motivos porque no fueron investigados y resueltos. Los homicidios, trascendió entonces, eran cometidos por pistoleros del cartel.

En 2005 se produjo el choque contra los sicarios de los Zetas al mando entonces de Osiel Cárdenas Guillén, aunque siempre de modo subrepticio. Pero los enfrentamientos armados de 2006 y 2007, principalmente en La Garita, hicieron del conocimiento público la existencia de esa guerra subterránea.

A partir de esa fecha comenzaron los secuestros que sólo tenían el fin de de-
saparecer a las personas de todos los bandos —los Beltrán Leyva contra Los Zetas; choques contra los federales, asesinatos de bandas locales—, que generaron un pandemónium en Guerrero.

Luego de la caída de Arturo Beltrán Leyva, en 2009, comenzaron los asesinatos masivos de personas por confusión o por venganza.

Fue el advenimiento del Cártel Independiente de Acapulco (CIDA), que generó muchos asesinatos o desaparición de personas sin control de ningún jefe criminal, lo que generó también el surgimiento de bandas locales más violentas que actuaban sin ningún “código ético” como en los tiempos de Arturo Beltrán, que tenía estrictamente prohibidos los robos, los asaltos y los secuestros.

Y en medio de esta violencia, el surgimiento de las policías comunitarias, algunas en defensa real de los pueblos, otros como brazos armados disfrazados de los cárteles, pero que se volvieron intocables. Y la violencia continúa.

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