Hace una semana, Carolina Espinoza Caballero transitaba por las calles de la Ciudad de México. Hoy, su bicicleta, pintada de blanco y adornada con flores, ocupan el mismo espacio, pues ella ya no está.
Cariñx, como la conocían en los colectivos feministas, en las bandas que tocaba, en las escuelas que daba clases y hasta en su familia, fue arrollada por un vehículo la madrugada del sábado 1 de agosto.
“La muerte de Cariñx no fue un accidente. Fue una muerte violenta propiciada por este sistema patriarcal que insiste en no respetar la vida. Un sistema que beneficia el privilegio de algunos pocos por la vida de otros”, escribían sus allegados.
Hoy, desde sus casas, decenas de ciclistas salieron a rodar por Carolina y por cada uno de los entre 13 mil y 25 mil personas que mueren cada año por accidentes viales.
"¡Carolina no se murió, fue un borracho el que la mató!”, se podía escuchar entre las consignas que decenas de personas en bicicleta y con cubrebocas, que marcharon por la Avenida Insurgentes, que cedió su paso a la manifestación.
En el punto exacto, en el cruce de Avenida Patriotismo y Puente La Morena, el contingente se detuvo. Leyeron cartas a Cariñx, cantaron sus canciones, colgaron un tendedero con fotografías que la recordaban así, risueña, como era.
Sus padres agradecieron el cariño que, dijeron, será el que la mantendrá viva en el recuerdo de cada uno.
En esa esquina, donde Carolina abandonó la vida terrenal, una bicicleta blanca fue colocada, como recuerdo de que se deben crear acciones de movilidad que protejan al ciclista, como recordatorio de un homicidio, como recuerdo de Cariñx.
