Recriminarle al Rey de España por decir la verdad sobre el status político de Puerto Rico es una aberración, pero pensar que la isla es la puerta de entrada del español a Estados Unidos es un error.
En su discurso en el Congreso Internacional de la Lengua Española en San Juan, Puerto Rico este mes de marzo, el Rey Felipe VI desató una polémica interesante.
Primero, porque como corresponde a todo jefe de Estado, el Rey expresó su “gran alegría por viajar nuevamente a Estados Unidos”, y reconoció la presencia del Gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Unos párrafos después describió el español que se habla en la isla como “mestizo” en clara referencia a las características particulares del idioma en la isla que lo diferencian del castellano que se habla en España o en México. Más adelante dio a entender que dado que Puerto Rico ha sido una de las puertas por donde el español ha entrado a Estados Unidos, la isla juega un papel importante en el crecimiento del idioma de Cervantes en el mundo.
La precisión del Rey describiendo el status político real de Puerto Rico y el discurso del director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha aclarando que esta era la primera vez que el Congreso no se celebraba en Hispanoamérica, causó la indignación del escritor Eduardo Lalo, quien calificó ambas intervenciones como “actos de barbarie”.
Si decir la verdad es una barbarie ¿Qué pensará Lalo, quien nació en Cuba pero es ciudadano puertorriqueño, de la canción puertorriqueña de Nicolás Guillén?
“¿Cómo estás, Puerto Rico, tú de socio asociado en sociedad?….”
¿Será para él una visión colonialista del poeta de la dictadura cubana? Puerto Rico es un estado libre asociado de Estados Unidos porque así lo quiere la mitad de la población. La otra mitad quisiera dejar la asociación e integrarse plenamente a Estados Unidos y menos del 3% de la población concuerda con el afán independista de Lalo.
Sin embargo, coincido con Lalo cuando dice que la estrategia de España de utilizar a Puerto Rico como puerta de entrada del español a Estados Unidos es errada. Es inexacta porque a pesar de ser un país eminentemente bilingüe, la población entera de Puerto Rico es menor al número de mexicanos que habitan en el condado de Los Ángeles. La principal puerta de entrada del español a Estados Unidos está en México. Segundo, porque las cifras de hispano hablantes que el Instituto Cervantes maneja están equivocadas. Según datos del Pew Research Center, 36% de los hispanos son bilingües, 25% prefiere hablar inglés y 38% prefiere el español. El tercer factor es que la tendencia no favorece el uso del español. A partir del año 2000 conforme empezó a disminuir la inmigración latinoamericana a Estados Unidos, aumentó considerablemente el número de latinos nacidos en Estados Unidos y hoy estos aventajan a los anteriores en una proporción de 2 x 1.
Pero tampoco me convence mucho el argumento demográfico según el cual el número de personas que hablan un idioma determina su importancia. Un criterio más exacto sería medirla por su influencia cultural y en este sentido el español tiene ventajas y desventajas respecto a otros idiomas. La contribución del español al diccionario mundial de extranjerismos es muy pobre. Tampoco es el español la lingua franca que hoy es el inglés, y antes lo fueron el latín o el griego. Si hoy hablo en inglés me entienden en casi todo el mundo.
La verdadera fuerza del español en el mundo reside en la calidad de su literatura. Es en la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, Sor Juana Inés de la Cruz, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa que nuestra lengua muestra su brillo y donde se exhibe el caudal de nuestra continuidad cultural que parte de España y se extiende por toda América Latina.
“Posiblemente el inglés sea más práctico que el castellano,” escribió Carlos Fuentes. “El alemán, más profundo. El francés, más elegante. El italiano, más gracioso. Y el ruso, más angustioso. Pero yo creo profundamente que es la lengua española la que con mayor elocuencia y belleza nos da el repertorio más amplio del alma humana”.
Yo quiero que mis nietos, nacidos en EE UU, hablen español no solo por razones prácticas obvias sino porque aprender la lengua de mis antepasados les acerca más a nuestra cultura, amplía su universo y facilita su comprensión de ese mundo que tantos goces le ha dado a nuestra familia.