Compromisos empresariales

6 de Mayo de 2024

Mauricio Gonzalez Lara

Compromisos empresariales

mauricio gonzalez lara

Para poder desenvolverse de manera armónica en la sociedad, todas las empresas deben de cumplir con dos lineamientos básicos: perdurar y respetar la ley. No a todas se les puede exigir el mínimo denominador común. La mera generación legal de riqueza quizá sea un compromiso social suficiente para una Pyme, pero no para una corporación: ese gigante omnímodo con presencia en todo el orbe cuya influencia no respeta fronteras. Es una cuestión de congruencia histórica: en los siglos XVIII y XIX, el epicentro de los movimientos socioculturales era la iglesia; en el siglo XX, el eje fue el Estado-Nación; en el XXI, para bien o para mal, resulta imposible concebir cualquier cambio significativo sin la corporación. En términos prácticos, el mundo ya no está dividido territorialmente. Las distancias físicas se han evaporado: hoy un adolescente de clase media alta de Bogotá o Ciudad de México puede poseer más inquietudes comunes con un muchacho de Nueva York o Barcelona que con connacionales de su misma edad, pero de diferente estrato económico. Si bien no está exenta de efectos negativos (indolencia y falta de empatía con el entorno), esta dinámica ha redundado en que la exigencia por adoptar valores universalmente aceptados se vuelva cada vez más intensa. Para una corporación interesada en contribuir al bienestar social, los estándares de desempeño son planetarios, no locales. Como tomadores de decisiones, los dirigentes empresariales, así como la comunidad ejecutiva que comandan, poseen el poder y la influencia para activar diversos cambios, sobre todo en áreas como el combate a la pobreza y prácticas sustentables. En el ámbito empresarial de nuestro país estos desafíos aún no se asumen con la intensidad necesaria. No es sorprendente. Casi siempre existe un halo de sospecha cuando se discute el origen de la riqueza de los potentados mexicanos. Las suspicacias son entendibles, aunque no siempre fundadas. Cuando se habla de Elon Musk, así sea por asociación semiconsciente, también se habla de la supremacía tecnológica de Estados Unidos y del alto nivel de innovación que ha sabido desarrollar a través del tiempo; cuando se habla de la riqueza de los principales magnates mexicanos el debate tiende a centrarse en monopolios y privatizaciones de discrecionalidad cuestionable. El éxito de buena parte de la clase empresarial está vinculado a razones impúdicas. Los factores para alcanzar la rentabilidad se relacionan en buena medida con aspectos no empresariales, tales como son el mal manejo de información confidencial, el tráfico de influencias, la corrupción y el compadrazgo. Muchos empresarios ven a sus compañías como un botín familiar, y no como corporaciones destinadas a trascenderlos; como un changarro, pues. Esta coyuntura electoral se ha caracterizado por un inusitado protagonismo de algunos de los capitanes corporativos más prominentes de México, como lo han evidenciado los llamados a los candidatos para respetar los compromisos adquiridos para construir el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Bienvenido el debate. No obstante, en una sociedad tan desigual como la mexicana, donde de acuerdo con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores sólo el 1.7% de la población gana más de 20,000 pesos al mes, bien harían los empresarios en abrir la conversación e incluir una agenda que involucre temas como la inclusión financiera y la construcción de una sociedad más meritocrática. En México algunos nadan con aletas y otros sin traje de baño. Es tiempo que las corporaciones mexicanas asuman el rol histórico que les ha tocado desempeñar. Eso, claro, si realmente desean gozar de credibilidad en una sociedad que las observa con creciente desconfianza.

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