Me llamo Koh Paniagua García, soy indígena lacandona y tengo 39 años. Soy la única hija de Koh Paniagua, la viuda del viejo García. Mis apellidos son en ese orden porque mi madre siempre estuvo segura de ser mi madre y como ella me dio la vida, me dio su nombre. Ahí, inconsciente en el suelo terroso, está Chakin García, mi esposo. Esta vez, llevaba dos meses sin saber de él, pero hace unos minutos apareció de pronto y me descubrió haciendo cama con Gonzalo Chankayun. Mi marido, furioso y blandiendo su machete, ahuyentó al tierno “Chalo”, quien corrió hacia la selva. Luego, se volvió contra mí y me comenzó a dar la peor golpiza que me han dado. No recuerdo mucho. Creo que me dijo que yo era de su propiedad y que me mataría. Yo aullaba del dolor. Entonces llegó nuestro hijo, Bor Santojorge, más temprano de lo acostumbrado. Para salvarme, tomó un garrote y le pegó en seco en la cabeza a su padre. Cayó Chakin como tabla, sin hacer ni un sólo gesto. ¿Qué hago? La mera verdad, ha sido un mal marido, muy tomador y agresivo. Me acuesta por la fuerza y cuando no le levanta por tantísimo alcohol, me maltrata, me insulta, me cachetea. Ni siquiera trabaja, es un desobligado y me roba lo que gano para irse de juego. La consecuencia más nefasta de esto, es que estoy harta de ser suya, de ser humillada, golpeada y malquerida. ¿Cuánto es suficiente? ¿Hasta que me mate a golpes? Mi problema es saber qué hago, porque que ya estoy cansada de vivir atemorizada e infeliz. ¡Ya no quiero esta pinche vida!
No sé qué hacer, no sé cómo librarme y este es el momento de tomar una decisión. Se me ocurren dos caminos: tratar de ayudarle o aprovechar que está inconsciente. Si le ayudo, tendré que pedir auxilio a la comunidad y tendré que dar explicaciones, en cambio, si aprovecho que está inconsciente, podría evitarme todo el embrollo. Contrastando, si le ayudo, habrá que llamar al médico o llevarlo a la clínica familiar, que le atiendan y esperar su reacción violenta cuando despierte y recuerde el engaño y que su propio vástago, lo descontó de un golpe. Al contrario, si aprovecho que está inconsciente, puedo evitar que me pegue, pero más importante, puedo evitar que le vuelva a dar un golpe a mi’ijo. En cambio, si le ayudo, no va a olvidar lo que pasó y seguro me humilla ante la comunidad entera; me hará fama. Opuestamente, si aprovecho que está inconsciente, podría dejarlo todo atrás de una buena vez por todas.
Creo que lo mejor será no correr riesgos y no ayudarle; aprovechar la situación. Recuerdo que de niña me contaban la historia de la vieja Chanuk, que padecía a un esposo que era el terror de la región. El viejo Tzolin cayó un día inconsciente por un golpe de calor y ella tomó la decisión de huir en vez de ayudarlo. Se adentró en la selva y ahí vivió por muchos años, comiendo lo que da la tierra y durmiendo cerca de los árboles. Las pocas veces que la llegué a mirar porque me adentraba en la jungla para jugar lejos de la comunidad, tenía la mirada feliz y dotada de paz. Desgraciadamente, alguna vez la descubrió uno de los hijos de otro casorio del viejo Tzolin y los de justicia, se adentraron a por ella y la capturaron, la juzgaron por abandono en la plaza principal y pasó sus últimos días siendo despreciada por la gente.
Definitivamente no le pienso ayudar a mi esposo. No quiero escarnios públicos por tener nuevo hombre tierno que no es mi dueño. Voy a aprovechar la situación. Eso sí, aún recuerdo que mi madre decía que si la vieja Chanuk “hubiera enviudado, otro gallo le cantaba”. Así que para poder librarme de esta vida, no sólo no pienso ayudarle, sino que tengo que quedar viuda. Sí. Para lograrlo, primero le diré a mi’ijo que vaya a traer a Gonzalo que sé muy bien a dónde se ha ido a esconder; mientras tanto, yo vigilaré que Chakin no despierte y si veo que quiere abrir los ojos, lo golpeo de nuevo. Después, ya cuando hayan llegado, les voy a contar mi plan de quedar viuda, pues ellos conocen muy bien mi sufrimiento y me van a apoyar; por último, les pediré que me auxilien para asesinarlo.
Sí, ya me siento más tranquila de saber que no nos volverá golpear nunca y que me voy a liberar por siempre de esta vida pinche. Ya no voy a vivir con miedo. Manos a la obra. No lo vamos a ayudar con el médico; mejor lo vamos a ayudar a morir. Tú, Gonzalo, “Chalo” de mi vida, ayúdame a arrastrarlo al terreno de atrás, donde está la letrina, allá por el árbol de aguacate. Tú, mi’jito, Bor Santojorge, ve a traer la hamaca Chakin, tu padre. Ya está todo listo, con esta le armamos un nudo y lo colgamos del pescuezo en la rama más alta. Mi’jito, vete a traer su garrafa de mezcal. Chalo, desaparécete unos días, viaja a la capital. Así mañana temprano voy a la comunidad y les digo a los líderes que Chakin García se ha suicidado porque llevaba días deprimido y borracho; les diré que así me lo encontré cuando me iba a bañar.