Agotados, nublados y quemados
La fatiga pandémica, la niebla cerebral y del síndrome de burnout se ciernen sobre nosotros. En México no se han hecho encuestas para conocer las afectaciones en salud mental que han ocasionado la pandemia y el confinamiento en la población y en los profesionales de la salud, se puede saber por estudios en otros países
“Cuando se trata de distancias ultralargas, nada puede ganarle a un corredor rarámuri, ni un caballo de carreras, ni un chita, ni un maratonista olímpico”, asegura Christopher McDougall en su libro Nacidos para correr.
Los rarámuris son grandes corredores y tienen un entrenamiento intensivo desde pequeños en las escarpadas barrancas de la Sierra Tarahumara, pero no son tan excepcionales. La mayor parte de los seres humanos pueden desarrollar una gran resistencia física. De hecho, Dennis Bramble y Daniel Lieberman elaboraron una teoría, publicada en 2004 en la revista Nature, según la cual, la capacidad de correr largas distancias sería nuestra gran ventaja adaptativa.
“Los humanos se desempeñan notablemente bien en las carreras de resistencia, gracias a una amplia gama de características, muchas de las cuales dejan huellas en el esqueleto. La evidencia fósil de estas características sugiere que la carrera de resistencia es una capacidad del género Homo, que se originó hace unos dos millones de años, y puede haber sido fundamental en la evolución de la forma del cuerpo humano”, escribieron.
Además de la constitución de huesos y músculos, otra característica que nos permite correr grandes distancias son las glándulas sudoríparas; gracias a ellas podemos disipar la gran cantidad de calor que generamos al correr y evitamos mejor los “golpes de calor” que pueden ser fatales.
Lieberman incluso propuso que esa resistencia, más que los frágiles arcos y flechas que se podían elaborar en aquella época, era lo que permitía cazar a nuestros ancestros: correteaban a sus presas hasta que murieran de agotamiento.
Esta hipótesis era muy difícil de probar, pues una cacería de este tipo no deja evidencia alguna en el registro fósil. Pero un joven de 22 años, Louis Liebenberg, logró encontrar en Sudáfrica a un pequeño grupo de cazadores que se habían resistido a los avances de la sociedad moderna y aún cazaban como lo habían hecho sus antepasados.
Para Liebenberg, quien participó en estas cacerías, esta actividad permitió que se desarrollara la esencia del “ser humano”, pues además de correr, implica planear, pensar como la presa para poder anticiparse a ella, comunicarse con los compañeros de grupo… Aunque estas hipótesis han sido cuestionadas y resultan difíciles de probar, la base sobre la que descansan, nuestra resistencia física, es innegable.
Como especie también tenemos gran resistencia mental, somos capaces de vivir estresados mucho tiempo casi sin darnos cuenta. Desafortunadamente, esa misma resistencia nos genera algunos problemas insospechados, algunos de los cuales nos han estado afectando en estos meses de pandemia.
❝El burnout de los médicos ha sido la palabra de moda durante casi una década, pero la pandemia de Covid-19, que nos ha unido con un propósito común en la investigación científica y la medicina, también ha convertido al burnout de los trabajadores de la salud en una crisis global❞. Abraham Verghese y Eric Topol en la revista Science.
75 por ciento de los trabajadores mexicanos experimentan estrés laboral
Flojos por naturaleza

Al más notable de esos problemas se le atribuye la segunda ola de infección en Europa y recibe el nombre de “fatiga pandémica”. Se trata de un caso particular de la fatiga que suele echar a perder nuestras mejores intenciones.
Según explica Jay Maddock, de la Universidad de Texas, muchas veces cuando tratamos de tener hábitos más sanos, como empezar a hacer ejercicio, comer de manera más saludable o dejar de fumar, abandonamos el propósito al cabo de unos seis meses por fatiga.
Esto es lo que parece estar sucediendo con las medidas no farmacéuticas para contener al Covid-19, sobre todo porque a la fatiga natural se suma una falta de estímulo para mantener conductas a las que nos cuesta trabajo acostumbrarnos.
De acuerdo con Maddock, existen dos importantes predictores del comportamiento en torno a temas de salud: Uno es la susceptibilidad percibida, que es la forma como respondemos a la pregunta ¿Qué probabilidad tengo de contraer la enfermedad? El segundo es la severidad percibida, la respuesta a ¿Qué tanto me afectará si la contraigo?
Así, por ejemplo, aunque los fumadores sepan que su hábito les hace daño, su percepción del riesgo es baja e insuficiente para contrarrestar el gran esfuerzo que implica dejar de fumar. Lo mismo sucede con la buena alimentación y el ejercicio; todos sabemos que previenen problemas cardíacos, diabetes y obesidad, pero los riesgos nos parecen lejanos y no muy graves comparados con la satisfacción inmediata que dan los dulces y quedarnos más tiempo en la cama.
La psicología evolutiva explica este fenómeno con base en la vida de cazadores recolectores que tuvieron los primeros humanos, la cual requiere de muchísima energía, por lo que nuestro cerebro evolucionó para, por un lado, tener un gran apetito por alimentos ricos en energía (grasas y carbohidratos), y una tendencia a no malgastar esa energía en actividades físicas que parezcan innecesarias. Es decir, instintivamente somos flojos y glotones.
Por supuesto que ante los peligros inminentes, como una infección viral, estamos más que dispuestos a esforzarnos y nuestros “defectos de carácter” naturales sólo se suelen manifestar con condiciones crónicas. Sin embargo, la percepción del riesgo que implica Covid-19 ha ido en declive.
De acuerdo con las cifras oficiales, actualmente en México hay casi un millón de casos confirmados, comparados con 120 millones de mexicanos que somos, no llegan siquiera al 1% de la población del país. Por otra parte, la mayor parte de los casos de esta enfermedad son asintomáticos, y aún si se desarrollan síntomas suelen ser leves y pocas veces la enfermedad resulta fatal. Además, los médicos han mejorado los métodos de tratamiento.
Todo esto reduce tanto la susceptibilidad como la gravedad percibidas y por tanto el comportamiento de defensa ante la enfermedad. De acuerdo con el director regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Hans Henri P. Kluge, aunque es difícil medir la fatiga pandémica y que ésta varía considerablemente de una región a otra, las encuestas indican que “ha alcanzado más del 60% en algunas zonas”.
“Las personas que sufrían mucho estrés por Covid-19 tenían más probabilidades de desarrollar una crisis de significado de la vida que, a su vez, se asociaba con una mayor angustia mental general. Esto sugiere que la ansiedad y la depresión continuas podrían (también) estar basadas en luchas existenciales”, Tatjana Schnell y Henning Krampe en la revista Frontiers in Psychiatry.
78 por ciento de los médicos en EU tenía el síndrome de burnout en 2018, un aumento del 4% desde 2016.
La lluvia sobre mojado

Además de facilitar los contagios, la fatiga puede llegar a tener consecuencias serias en lo personal, se puede desarrollar la “niebla cerebral”, un síndrome en el cual la fatiga es uno más de los síntomas, los otros son: deficiencias de memoria, falta de motivación, falta de claridad mental, confusión e incapacidad para concentrarse.
La niebla mental es similar al agotamiento que prácticamente todos hemos experimentado después de un duro día de trabajo, pero persistente. Hasta donde se ha visto, no es una enfermedad en sí misma, sino que es provocada por enfermedades subyacentes o por un estilo de vida poco saludable que incluye estrés, poco sueño o interrumpido, alimentos bajos en nutrientes (en especial, con pocas vitaminas), sobrecarga de azúcar y hasta falta de luz solar (que causa deficiencia de vitamina D).
Si al estilo de vida poco sano se le suma una sobrecarga de trabajo y de tensión hay altas probabilidades de llegar al síndrome conocido como burnout, que en general se traduce como desgaste o agotamiento laboral, pero literalmente significa “quemarse”, el cual es aun más persistente que la niebla mental, implica un agravamiento de los síntomas e incluye entre estos la despersonalización.
Desafortunadamente, desde julio de 2019, la revista The Lancet hizo notar que había una crisis global de burnout entre el personal médico, apenas dos meses después de que la OMS integrara el burnout a su Clasificación Internacional de Enfermedades. En el informe de la OMS se destacó a México como el país con mayor carga de estrés laboral en el mundo.
Estas circunstancias se agravaron con la llegada de Covid-19, y en México más, por ser el país donde más profesionales de la salud han muerto por esa causa.
En México, no se han hecho encuestas para conocer las afectaciones en salud mental que han ocasionado la pandemia y el confinamiento en la población ni en los profesionales de la salud, pero por las realizadas en otros países no es difícil intuir que han de ser cuantiosas.
80 por ciento de los médicos ingleses tenían un riesgo alto o muy alto de burnout en 2019, con médicos principiantes en mayor riesgo.
Arreglos de ensueño
Un estudio publicado hace unos días, pero realizado entre mayo del 2018 y mayo de 2019, encontró que los trastornos del sueño no diagnosticados son comunes entre los profesores y el personal que trabaja en un sistema de hospitales universitarios en Estados Unidos.
Se sabe que la alteración del sueño es un predictor de depresión y en su análisis, los investigadores encontraron que cada caso positivo para algún trastorno del sueño tenía casi cuatro veces más probabilidades de agotamiento ocupacional y solo la mitad de probabilidades de reportar satisfacción profesional. Más de 90% de los trastornos del sueño no se habían diagnosticado ni tratado.
›Con base en sus resultados los investigadores proponen que “el tratamiento de los trastornos del sueño puede proporcionar un medio novedoso de intervención para reducir el agotamiento del médico, que ha sido resistente a otros enfoques de tratamiento”.
Por otra parte, en el Laboratorio de Psicología Existencial de la Universidad de Innsbruck, Austria, se hizo un estudio con mil 538 personas para averiguar sobre sus condiciones de vida, su percepción de los efectos de la pandemia y diversas características de la salud mental, con un enfoque principal en el significado de la vida y el autocontrol.
En general, se encontró que las personas mayores mostraban una mayor resiliencia. Una de las autoras, Tatjana Schnell, que lleva 20 años estudiando las relaciones entre salud mental y el significado que le encuentran las personas a la vida, explica que éste “tiende a aumentar con la edad; las personas mayores suelen ser más capaces de adoptar metaperspectivas y, por lo tanto, se benefician más de su experiencia de vida en términos de estabilidad psicológica”.
También encontraron que “la capacidad de autocontrolarse, que es un recurso importante en términos de cumplimiento de las restricciones, también fue beneficiosa para el bienestar mental”, así como que “durante las estrictas restricciones iniciales (en Austria y Alemania), la situación fue clara para todos. Había pautas explícitas y todos estaban en el mismo barco, por así decirlo. Esta atmósfera probablemente ha tenido un efecto positivo para muchas personas”.
El camino no es fácil y en él no se puede correr: hay que dormir mejor, encontrarle sentido a la vida, aprender a autocontrolarse y estrechar lazos con nuestras comunidades; pero cada paso que demos en él, más que fatigarnos, será un descanso.
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