Generación covid

6 de Mayo de 2024

Hannia Novell

Generación covid

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Arantxa despertó tarde. Sólo tenía 15 minutos para tomar un baño, vestirse y desayunar. Lo logró y en punto de las siete de la mañana ya estaba frente a la computadora para iniciar las clases. Las risas y miradas de complicidad entre los compañeros de clase se multiplicaron.

La maestra Reyna puso orden en la clase virtual. ¿La razón? Iniciaría el pase de lista. Transcurrieron 25 minutos para concluir la encomienda.

Juan estaba distraído con su celular y la maestra se vio en la necesidad de repetir tres veces su nombre.

Clara bebía el último trago de un vaso con leche cuando le llegó el turno de decir ¡Presente! Andrés intentaba evitar que su hermano de dos años golpeara con frenesí el teclado de la computadora, mientras que el resto de la clase reía sonoramente al mirar la escena.

Fueron 25 minutos perdidos para los integrantes del grupo “A”, que cursan el primer año de secundaria. No era la primera semana de clases, no. Justo cumplían dos meses del nuevo curso, así es que todos los alumnos se conocían entre sí.

En serio. ¿Era necesario ocupar 25 minutos en un pase de lista con tantas aplicaciones disponibles para registrar ausencias, introducir las calificaciones y registrar notas, entre otras actividades simples de gestión escolar?

La respuesta es no. Lo cierto es que el sistema educativo de México no estaba preparado para seguir una enseñanza en casa. Los maestros y padres de familia se han visto rebasados por las actividades escolares y laborales. Los alumnos también.

Aunque las redes sociales exhiben el entusiasmo de muchos profesores en las clases virtuales, la realidad es que maestros de escuelas públicas y privadas carecen de capacitación para trabajar a distancia, no tienen equipo ni conectividad.

Los papás tampoco cuentan con las condiciones necesarias para acompañar a sus hijos en este proceso de aprendizaje desde casa y los alumnos resienten los efectos del confinamiento, por lo que la depresión se refleja en falta de interés para adquirir nuevos conocimientos.

Antes de que el coronavirus se instalara en nuestras vidas, ya resultaban preocupantes los niveles de desigualdad social, brecha digital y de deserción educativa. Con la crisis sanitaria, las pérdidas están a la vista.

Mientras la Red por los Derechos de la Infancia en México estima que alrededor de 25 mil niñas, niños y jóvenes podrían sumarse a las filas del trabajo infantil —para ayudar a la economía familiar—, el Inegi advierte que sólo 45% de los estudiantes tienen acceso a un dispositivo como computadora, laptop o teléfono inteligente y 16 millones de hogares no tienen conexión a internet.

Incluso, la SEP informó que, al inicio de la pandemia, 2.5 millones de estudiantes dejaron las aulas de clases. El 10% de quienes salieron, abandonaron definitivamente la escuela al iniciar el actual ciclo escolar.

En la última edición de la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), aplicada cuando había clases presenciales y vivíamos en la normalidad que añoramos, el 56% de los alumnos evaluados no alcanzó los conocimientos suficientes en Matemáticas, el 47% en Ciencias y el 45% en Lectura.

Si consideramos que la pérdida de clases se traduce también en una disminución significativa de los aprendizajes, es previsible que en el examen de 2021 los resultados reflejarán un retroceso.

Los primeros efectos de la pandemia en los estudiantes se observarán cuando regresen a las aulas, después de estar varios meses en confinamiento, pero el impacto de la crisis sanitaria también se verá reflejado en la vida adulta de quienes integran la Generación Covid.

El mundo entero está retrasado y parece que no hay planes serios para ponernos al corriente.

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