Como un helado

29 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Como un helado

js zolliker

Es la tercera vez que Alonso es internado por una crisis psiquiátrica. Le dicen los médicos que sufre de trastorno de ansiedad profundo y de depresión crónica funcional, lo que quiere decir que aprendió a vivir con una condición persistente, al grado en que, su vida parece normal vista desde el exterior cuando en realidad sobrevive y sufre sin que ni amigos ni familiares se den cuenta de lo que está padeciendo.

Esa angustia desmedida que le hace tener pensamientos catastrofistas, esa depresión, comenzó hace poco más de una década, cuando el día de su cumpleaños 45, un 13 de abril de 2014, recibió en su casa a un mensajero en motocicleta que le llevaba un pedido que constaba de una extraña pizza. Le dijo al repartidor que se había equivocado de domicilio, pero el otro le contestó que los datos eran correctos y que el pedido era para Alonso Ibarra.

Por ser su onomástico, pensó que quizás alguien había tenido el amable detalle de enviársela como regalo y la terminó aceptando.

La pizza era anómala: en forma de estrella y contenía cochinita pibil, carne de tacos al pastor, piña y salsa verde picante, además de queso, cebolla, cilantro y pimiento. La engulló con miedo primero, con gusto después y con esfuerzo al final, porque era grande y pesada de digerir, aunque deliciosa. Lo malo fue que, al día siguiente, volvió a recibir lo mismo. Y dos días después, también. Y aunque cada vez le dijo al mandadero que no había ordenado nada, venían todos sus datos correctos impresos en la caja. Entonces comenzó a ponerse en alerta. ¿Quién se la mandaba? ¿Por qué? ¿Para qué?

Así, continuó recibiendo la misma orden, a veces hasta dos o tres veces al día, e incluso de madrugada, pero esto le fue tornando paranoico. ¿Lo seguían? ¿Alguien lo estaría grabando? ¿Sería el bufón involuntario de algún canal de YouTube? Obviamente, ya había pasado por no abrir la puerta hasta que los vecinos se quejaron de su acumulación de cajas de pizzas en su entrada, y hasta por ir a todas las sucursales de aquella empresa para reclamar y exigir respuestas y que lo atendiera el dueño, cosa que nunca logró.

Llegó entonces al punto en que, comenzó a sentir miedo de tan solo ver o escuchar una motocicleta acercarse a su casa y no recuerda cuándo comenzó a sufrir ataques de pánico que lo obligaban a ir al hospital creyendo que moriría, solo para volver a casa después de pinchazos y cuentas enormes y encontrar ahí, otras pizzas a su nombre.

Ahora, después de tantos años, se reúne con sus amigos más cercanos y por primera vez les platica la situación. Aída le contesta que a ella también le pasa lo mismo ¡Idéntico! Juntos, dan con el corporativo de las pizzerías y deciden intervenir. Cuál fue su sorpresa de que los recibiera nada más y nada menos que, el dueño y director general, quien con una sonrisa divertida y cínica les confiesa que él es quien ha estado enviándoles aquellos incómodos obsequios. ¿Pero por qué nos quiere volver locos?

“Porque hace veinte años, yo era tan sólo un estudiante universitario que trabajaba en una pizzería en el turno nocturno para solventar parte de mi colegiatura y un día 13 de abril, ya bastante entrada la noche, llegaron ustedes al local, creo que entonces eran pareja, y les noté que venían volados con mota y alcohol y, les pareció chistoso exigirme una ocurrencia absurda: una pizza con forma de estrella, cochinita, pastor, piña y lo que ya saben.

Cuando no pude hacerla por falta de esos ingredientes, usted Aída, tiró su bebida al piso para que la tuviese yo que trapear, y usted, Alonso, se burló de mí y con una llamada al dueño del establecimiento, logró que me echaran.

Entonces juré trabajar muy fuerte para ganar mucho dinero y eso lo logré en cuando comencé a mandarles las pizzas. No saben el placer y risas que me han ocasionado.

Alguien me dijo una vez que la venganza es un plato que se debe comer muy frío. Y yo he descubierto, además, que puede ser muy dulce; algo así como un delicioso helado.

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