La variedad gastronómica que existe en nuestro país es de las mejores del mundo. En cada ciudad podemos encontrar la comida más elaborada, creada por un chef reconocido, utilizando los mejores ingredientes disponibles. Y lo mejor es que a unos pasos de ahí en un puesto de la esquina, preparan los mejores tacos de bistec con doble tortilla y una salsa verde inolvidable.
No cabe duda de que la gran mayoría de la población se inclina por la segunda opción, sin cuestionar el origen de los alimentos y sin pensar en el impacto que podrían tener en nuestra salud. Buscamos pretextos para comer barato y en la calle porque no nos gustan las dietas y no nos damos tiempo de cuidarnos. Pensamos que esas agruras y dolor de estómago son algo pasajero. Sentimos que en cualquier momento podemos cambiar nuestra forma de comer y buscamos un equilibrio para regresar o mantener nuestro peso ideal.
De acuerdo a estudios recientes, a siete de cada 10 mexicanos les preocupa el tema del sobrepeso, algo que ha empujado a muchos a buscar opciones más saludables y a poner más atención en lo que consumen, leyendo las etiquetas de los alimentos y tratando de alejarse de ingredientes que podrían dañar su salud. Pero preocuparse no ha sido suficiente ya que en el 2016, México levantó una alerta epidemiológica por sobrepeso y obesidad, un problema que afecta a más del 72% de los adultos, 36% de adolescentes y 33% de niños de 5 a 11 años.
Datos como estos nos deberían de alejar drásticamente de la comida chatarra y de la comida callejera, empujándonos a comer con productos e ingredientes más sanos o de mejor calidad, naturales y orgánicos. Pero la realidad es que cuando hablamos de nutrición, existen muchos factores que influyen en la forma de alimentarnos en este país. Es un hecho que el factor económico en nuestro país pesa y muchas veces alimentarse es incluso un tema de supervivencia. Las nuevas tendencias de nutrición han mejorado la oferta de productos más naturales y menos dañinos, pero a precios accesibles para muy pocos.
Simplemente al ir a un supermercado y decidir comprar productos orgánicos, light o funcionales puede resultar en un ticket 40% más caro. Este factor ha empujado a que estos productos tengan una fuerte presencia en los nuevos formatos de supermercados elite o premium, dirigidos a niveles socioeconómicos más altos que son capaces de consumirlos semana a semana. Pero para clases sociales más bajas, todos estos productos representan un lujo en el que generalmente no están dispuestos a invertir porque al final, un sólo litro de leche de esta categoría se puede llegar a vender en 45 pesos, el equivalente a una comida completa.
Más que una tendencia, las grandes marcas de alimentos están aprovechando un momento importante para influir en los hábitos de consumo de la sociedad, pero hoy más que nunca se necesita ir más allá, para incluir no solamente a los que están dispuestos a pagar más dinero por comer más saludable, sino a todos aquellos que se preocupan por su salud y la de su familia, pero que desafortunadamente no tienen acceso a ese tipo de alimentos.
Si bien es cierto que mientras crezca la demanda para este tipo de productos, el precio tiende a equilibrarse, la realidad es que el tiempo es el enemigo número uno de la salud. Por eso más allá de esperar a que esto suceda, las compañías necesitan mejorar sus ingredientes desde su producción, además de generar alternativas para promover la actividad física y la buena alimentación para todos. Mientras tanto, lo mejor que podemos hacer son dos cosas: estar más conscientes de lo que comemos, informándonos mejor acerca del origen de los alimentos e ingredientes y, segundo, hacer ejercicio. Dos aspectos claves para mejorar nuestra salud, evitar enfermedades y mejorar nuestra calidad de vida.
@elpocas