Las marcas llevan muchos años perfeccionando la manera de atraer nuestra atención en el mundo digital analizando información acerca de nuestras preferencias, hábitos de compra, afiliaciones, educación, suscripciones, likes y hasta nuestros comentarios. Pero la forma en la que lo hacen a veces no es la más transparente.
Las herramientas de marketing digital trabajan en el borde de lo legal facilitando a sus clientes con la información necesaria de los perfiles de cada usuario para que puedan optimizar sus campañas y además, identifiquen de manera más precisa los intereses de las personas para influir sobre sus acciones y pensamientos. A esta tendencia se le conoce como microtargeting.
El microtargeting se puede traducir en una herramienta de marketing que utiliza información demográfica, de comportamiento, preferencias, gustos y cuanta información exista de nosotros, para aplicarla en una estrategia de comunicación personalizada. Esto, incluso, le permite a los anunciantes seleccionar los canales de comunicación ideales y el tono del mensaje que en teoría debemos de recibir, en el momento que ellos así lo decidan.
En mayo de este año esta herramienta se hizo famosa gracias a una filtración de documentos que expone la manera en la que Facebook genera información de los estados emocionales de sus usuarios y la vende a los patrocinadores. Esta filtración logró que muchas personas le pusieran más atención al tema y se dieran cuenta de que la información generada a partir de sus actividades en el mundo digital no solamente eran de mucho valor y se vendían como oro, sino que eran utilizas para influir en su estado de ánimo, punto clave para colocar a Trump en la Casa Blanca.
Las empresas dedicadas a comprar enormes bases de datos con esta información existen hace tiempo y son claves para todo tipo de campañas, especialmente las políticas. Un ejemplo es el caso de la pasada elección en Estados Unidos y Cambridge Analytica, empresa responsable de inclinar la votación hacia resultados que conocemos.
Dicha empresa utilizó toda la información emocional y psicológica que salía de Facebook y la alineaba con datos de usuarios obtenidos con compañías de data mining o minería de datos para crear algoritmos que, supuestamente, fueron capaces de identificar el estado psicológico de cada votante en Estados Unidos. A partir de ahí, la compañía desarrollaba mensajes a la medida, para que fueran relevantes a las emociones de cada uno.
Esto quiere decir que mientras a un votante con un perfil neurótico y a favor de las políticas acerca de la portación de armas se le mostraba un comercial con unos ladrones entrando a una casa, a uno susceptible a la ansiedad y a favor de la segunda enmienda, se le mostraba un anuncio con los peligros que representaba el estado islámico para el país.
Con las elecciones presidenciales en nuestro país a la vuelta de la esquina, hoy existen empresas que aplican esta estrategia a favor de partidos políticos y candidatos utilizando herramientas y nuestra información de manera legal, aunque no transparente. Por eso, es importante estar preparados porque, estemos de acuerdo o no, todos somos perfiles potenciales.
Con esto no quiero decir que necesitamos analizar cada mensaje político con el que nos topamos, pero otro aspecto importante es verificar la fuente y tomarlo con la debida seriedad para pensar bien antes de compartirlo y estar consciente de cómo puede influir con los que nos rodean.
El grado de influencia que puede llegar a tener el micro targeting es muy alto y las marcas y los políticos lo pueden utilizar de forma muy efectiva, pero el verdadero impacto y la influencia depende de cada uno de nosotros.