Cochoapa: Donde morir es redundante

19 de Abril de 2024

Cochoapa: Donde morir es redundante

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En los últimos 20 años, Presidentes de todos los partidos han usado a Cochoapa como la escenografía perfecta para sus promesas contra la pobreza, pero nada ha cambiado


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Cochoapa

redaccion@ejecentral.com.mx

Aquí, morir es redundante. En esta comunidad de la Montaña Alta de Guerrero, se encuentra el corazón de la nada. No hay drenaje, ni calles, ni clínicas, ni escuelas, ni dinero para sembrar la tierra, ni mucho qué comer. Los profesores y médicos se aparecen un par de días cada cuatro o cinco meses, a veces más, a veces ni eso. En Cochoapa se vive entre tierra sin caminos, entre la diabetes y la tuberculosis, entre el olvido y la burla, entre el coraje y la desesperación.

Aquí es un logro juntar una semana 15 pesos para comprar un refresco “negro” (de cola) o una cerveza tibia. La gente sólo se alimenta de tortillas hechas a mano y salsa de molcajete. No hay más. Hasta los frijoles con manteca se volvieron un lujo. Comer huevo enchilado o la gallina en caldo rojo con hierba santa es, ahora, algo extraordinario. Es que en Cochoapa sólo 319 personas no viven en pobreza, el resto, 18 mil 458, sí.

Para bajar a la cabecera municipal, desde alguna de sus 52 comunidades de la parte más profunda de la Montaña Alta de Guerrero, los pobladores deben caminar tres días por una ruta terregosa, de una tierra fina que se mete en los ojos, en la boca y llega hasta los pulmones. Si tienen 150 o 200 pesos, podrán caminar de tres a cinco horas, esperar a la “pasajera” --una camioneta de redilas--, y entonces la ruta será de entre cuatro y seis horas más.

Foto: Angelica Ortíz

Es tan inestable el camino que los pies se hunden y las llantas de las camionetas que avanzan por estrechas veredas se patinan, y se topan con hoyos y zanjas que hacen más fragoso el subir a la montaña por una ruta que corre en paralelo a los despeñaderos. Los niños, mujeres y ancianos se agarran de entre los maderos y fierros de las camionetas de tres y media toneladas, para no caer. Cuando llueve quedan aislados, porque todo se inunda, los senderos desaparecen y no existe algún puente que permita transitar.

Estamos muriendo de diabetes, de tuberculosis, de presión alta, de presión baja, pero ¡no hay nada! Y lo que hay nos lo cobran. cobran hasta en 500 pesos un suero. no hay ni para comer, cómo vamos a pagar eso. Por eso nos estamos muriendo”.

Aunque las tierras son productivas, sembrar en alguna de las 152 comunidades que integran el municipio de Cochoapa es una proeza, no sólo por lo agreste de la zona montañosa, sino por los extremos de clima, porque hay poco dinero y casi no hay jóvenes para trabajar, sólo niños, mujeres y adultos ya mayores, que se mantienen de las remesas.

Este es el México más profundo, el más pobre, el de hombres y mujeres de piel agrietada y oscura, partida por el sol y el caminar; de niños que no estudian y de autoridades ausentes, a donde todavía ni siquiera llega el censo para acceder a los nuevos programas sociales. Pero también es el mismo lugar que los candidatos, de todos los partidos políticos, han utilizado como escenografía para arrancar sus campañas, como muestra de su compromiso para abatir la pobreza y prometer obras, recursos e inversiones millonarias que no han cumplido. Lo han hecho Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Pero hasta ahora ninguno de ellos subió más arriba que la cabecera municipal, nunca pisaron la Montaña Alta de Guerrero.

Aquí la corrupción ha fracturado el desarrollo. Un puente que oficialmente fue construido, pero que de él en realidad sólo existe un muro con varillas sueltas que impide cruzar el río; o una carretera que debía ser de cinco kilómetros de pavimento, pero terminó de apenas unos metros y un apelmazado de arena; o escuelas que los programas de la SEP reportan como remozadas, pero que ahora se deslavan.

“Es como si no pasara Jesús, sólo nos engañan y ahora con su dichoso censo acá no se ha parado nadie, nadie nos ha venido a censar, no somos tomados en cuenta. Como decía, aquí hay muchas necesidades, de salud, de aulas, hay que revestir y hacer caminos por donde se pueda pasar, los niños, todos, corren mucho peligro cuando hay deslaves y tienen que cruzar el río, no tenemos señal, estamos incomunicados” suelta Apolinar Villegas Vivar, un profesor y secretario de la comunidad Divino Pastor, una de las 52 comunidades que recorrió ejecentral, lugares que nunca antes había llegado un medio de comunicación.

Coloca el cursor sobre los iconos y descubre de viva voz el relato de Petra Martínez

Al borde de la nada

Cien metros de escaleras camino abajo que parecen llevar a la nada, en realidad deberían ser el camino de entrada y salida para los 120 alumnos de la comunidad de Xalpa, de la primaria Revolución, incrustada a las orillas de la colina. Pero la escuela está abandonada porque los maestros asisten dos veces a la semana o cada 10 días, y en tiempo de lluvias ni se aparecen.

El piso se está desmoronando, dentro de los dos únicos salones hay grava, arena y varillas abandonadas. Como parte del programa “Escuelas al 100” de la administración de Enrique Peña Nieto, cuenta en lengua tu´un savi (mixteco) Carlos Alejandro, comisario de Xalpa, se construyó un baño que no se necesitaba y se dejó a medio terminar un muro que intentaba ser de contención, pero no le dejaron salida para el agua y en tiempo de lluvia inunda los salones.

Desde que estudiamos en la educación normalista manejamos un perfil que nos motivan a servir, venimos para ayudar a sacar adelante a esta comunidad para que se preparen y no vivan en estas condiciones. Ricardo Marcelo. Profesor en Calpanapa

Xalpa está enclavado en la parte baja de la montaña. Huele a leña y carbón, las casas son de techos de lámina, piso de tierra y paredes de madera mal puestas, que dejan pasar el aire frío de la noche. A unos 200 metros de la escuela, pero cuesta arriba, está el pequeño dispensario de cuatro por cuatro, que sirve de consultorio, clínica y centro de urgencias. Los pobladores lo construyeron de cemento y lo cierran con llave como uno de sus tesoros. Aunque en realidad es todo y nada, porque más o menos abre una vez cada 15 días o cada dos o tres meses, cuando llega el doctor. Para atender una urgencia, como el resto de las comunidades, deben bajar a Tlapa, unas cinco a seis horas de camino en auto o hasta ocho horas su está lloviendo.

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“Dicen las señoras que al centro médico viene el doctor y una enfermera una vez cada quince días, llega sin previo aviso y sólo atiende a quienes están cerca y los que alcancen en las tres, cuatro horas que se quedan para después irse otra vez, luego vienen cada dos o tres meses. Hacen falta medicamentos de nutrición para la embarazada y para atender caídas y accidentes que se tienen muchos por acá”, nos ayuda a interpretar la señora Petra la plática en mixteco de unas señoras mayores, vestidas con huipil rojo

Una de estas mujeres, Gregoria García de la Cruz en diciembre viajaba en una camioneta que se volteó y su mano quedó, tal vez, fracturada, no sabe, sólo sabe que con el dedo índice hinchado y morado ya no puede trabajar y desde entonces se aguanta el dolor, porque el médico no ha subido al pueblo desde entonces.

Como si no pasara Jesús

“Aquí pasando esa lomita, a unos cinco minutos está Divino Pastor. Me gustaría que pasaran porque si saben que vino prensa y no pasamos se me van a sentir mucho”, nos pide doña Petra para platicar con la gente y conocer su situación. El accidentado camino resulta de kilómetro y medio que se logró subir en casi media hora.

En esta comunidad viven cerca de 200 habitantes. Antonio Ventura es el comisario, un hombre delgado, de piel tostada y sonriente, a quien su limitado manejo del español le impide contar a detalle qué ocurre en el pueblo, pero pide que vean un lugar clave: la clínica.

Para el desarrollo de los pueblos se necesita la carretera, de ahí en fuera todos los apoyos que quieran, porque con la infraestructura en caminos su progreso se va para arriba, no se quedan estancados.Aurelio Gallardo Martínez Hijo de Petra Martínez.

Entonces, don Antonio abre una puerta de madera desvencijada de un cuarto de tres por tres metros. Adentro está oscuro, el piso es de tierra, las paredes de adobe viejo y polvoriento, con soportes de madera y láminas de acero oxidadas. Al centro, una vieja mesa de madera en la que alguien olvidó unos seis folder con hojas engrapadas con el título “carpeta familiar”; también hay dos sillas; un camastro a ras de suelo, también de madera, y un improvisado estante del mismo material, en el que no hay nada más, ni medicina, ni material médico, sólo un montón de polines empolvados y roídos.

La impotencia en la voz del también secretario del comisario no se hace esperar cuando señala lo indignante que es saber que los médicos cobran mil pesos el día, pero son “doctores relámpago” que llegan de entrada por salida, acompañados de chofer y sólo visitan esa comunidad y la de La Cascada, muy cercana a Divino Pastor, una o dos veces cada 90 o 120 días

“Si hay una emergencia la gente debe pagar su pasaje que son 170 pesos de ida y otros 170 de regreso de aquí a Talpa. Estamos olvidados y para no morirnos pues hay que agarrar las hierbas”, suelta el maestro.

En este pueblo las casas se agarran a la colina. Los senderos que comunican a los vecinos son rutas empinadas y difíciles de transitar. Sólo en la parte baja está la escuela que tendría dos aulas, pero de la que sólo dejaron paredes y castillos.

Escasez. En Cochoapa sólo 319 personas no viven en pobreza, el resto, 18 mil 458, sí. Foto Eduardo Castellanos

“Aquí son muchas las necesidades y por lo mismo mucha gente se tiene que ir Chihuahua o Sinaloa a trabajar. Como profesor unitario, hace tres años, estuve al tanto de una inversión de 875 mil pesos que anunciaron para la construcción de dos aulas que nunca se construyeron, porque no sabemos dónde quedo el recurso”, cuenta profesor Apolinar Villegas Vivar, secretario del pueblo.

Los representantes del gobierno, cuenta, descubrieron que sólo había 21 niños de primaria, por lo que no les harían dos aulas, sólo una y un baño. Pero ni siquiera eso terminaron.

El dato. El 96% de la población no logra cubrir sus necesidades por falta de hospitales.

“No son programas al 100 (por Escuelas al 100), más bien al cero. El ingeniero Marcelo Pani era el encargado de hacer las aulas, pero dijo que ya no le dieron el dinero”, remata Apolinar.

La comunidad va saliendo de sus casas y llega a las canchas de basquetbol, el acostumbrado lugar de reunión. Las mujeres de huipil o de faldas largas; los niños de uno a 12 años, que se ven malnutridos, siguen a sus madres y se quedan pegados a ellas. Sonríen, hablan tu ‘un savi y quieren que se tome fotos, muchas fotos a su pueblo, que muestren el abandono.

Antes de despedirse, piden algo más, una foto donde se vean ellas, las mujeres del pueblo, las que cargan el agua, la leña, las que cocinan, cuidan a los hijos y ayudan a sembrar la tierra.

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“Nos estamos muriendo”

La tarde va cediendo y en la comunidad de Joya Real oscurece. Los comisarios se siguen acumulando, llegan de otros poblados más alejados, porque se han enterado que “hay forasteros de México” y quieren contarles, quieren mostrarles. Pero las demandas son las mismas, ausencia de doctores y maestros, clínicas y escuelas abandonadas, y la carencia de caminos transitables para trasladar por su cuenta a sus enfermos para que sean atendidos en las ciudades de Tlapa u Ometepec, que están hasta cinco horas de distancia en camioneta.

El dato. En la Montaña hay seis hospitales básicos comunitarios, sin especialistas ni equipamiento.

“Así está nuestra realidad, estamos muriendo de diabetes, de tuberculosis, de presión alta, de presión baja, pero ¡no hay nada! Y lo que hay nos lo cobran. Aquí (en el dispensario del pueblo) cobran hasta en 500 pesos un suero, dicen que uno mejor nos costaría hasta mil 500, y aquí luego no hay ni para comer, cómo vamos a pagar eso. Por eso nos estamos muriendo”, expresa Petra Martínez con el dolor que casi explota en su garganta.

El peligro se vuelve cotidiano

En sus 235 años de existencia, esta comunidad ha visto a muchos de sus habitantes nacer, envejecer y morir sin haber tenido contacto con el mundo exterior.

Apenas hace 10 años vieron llegar la carretera de terracería que comunica la cabecera municipal de Cochoapa El Grande con el municipio de Tlacoachistlahuaca. Y hace unos 7 años les fue instalado el servicio de electricidad, lo que les permitió disipar la noche eterna que caracterizó esta región durante muchos años.

Para llegar a este poblado es necesario recorrer cerca de 50 kilómetros de terracería

serpenteante y escabrosa desde Cochoapa, bordeando la cima del monte Yuku Samí (Cerro de la Garza), montaña que se eleva a unos 2 mil 450 metros sobre el nivel del mar. Es una senda peligrosa que en los últimos 10 años ha causado más de 15 muertes al desbarrancarse los vehículos de particulares, cuyos frenos no soportaron el peso de los pasajeros.

Pan nuestro. Los productos más vendidos en Joya Real son cervezas y refrescos. Foto Angélica Ortiz

Por eso, para subir o bajar, hay que descender de la camioneta para que sea más ligera y fácil de manipular. Pero en medio de la espesa tierra rojiza las llantas se atascan y se quedan sin tracción; hay que apagar el motor, dejar que la gravedad haga su parte y volver a intentar trepar el cerro entre salto y salto.

No tenemos camino, ha sido la más afectada de Metlatónoc y Cochoapa. La organización no es por uno o dos pueblos, no les estamos pidiendo regalos, sino que todos tenemos derecho a tener un camino justo”

En cada intento de subida, los tripulantes recogen las piedras más grandes que pueden cargar para ponerlas detrás de las ruedas y así evitar que la camioneta se vaya para atrás, pero había que alejarse con rapidez porque en el arranque esos soportes se convierten en proyectiles.

Con todo, esa brecha de terracería permitió a muchos jóvenes emigrar cada temporada a campos agrícolas de Chihuahua y Sinaloa para ganar un dinero que les permita satisfacer las necesidades familiares más urgentes. El dinero de las remesas apenas si alcanza, son cuando mucho cinco mil pesos mensuales.

Cuauhtémoc Alejo Reyes, joven na savi de 23 años, año con año emigra al norte para ganar dinero que le permita alimentar a sus tres hijos de 5, 3 y 1 año. Él, asegura, nunca ha visto, en su comunidad o las aledañas, alguna gestión pública de las autoridades del municipio, ni del estado, menos de la federación, lo que le causa rabia porque los tienen, dice, “con hambre y con sed”.

Oriundo de Calpanapa, es nieto del comisario José Reyes Hernández, un anciano indígena na savi de 85 años que durante mucho tiempo ha estado al frente de los asuntos públicos de la comunidad y es, por mérito propio, uno de Los Principales del pueblo.

Ruina. Una cancha de basquetbol apenas se sostiene en Calpanapa Viejo. Foto Angélica Ortíz

Dice don José Reyes que los médicos acuden a los centros de salud o dispensarios médicos de la región apenas un par de veces al mes, pero lo peor es que los medicamentos se los venden a sabiendas de que no tienen dinero -como en el caso en que les suministran suero a los enfermos, servicio que es tasado según el médico que los atienda-.

En este poblado del pueblo Tu‘un savi -el Pueblo de la Lluvia, como ellos se llaman- se dieron cita los principales de 25 de las 52 comunidades situadas a la vera de la carretera de terracería que comunica ambos municipios, una ruta de 84 kilómetros entre Cochoapa El Grande y Terrero Venado, comunidad perteneciente al municipio de Tlacoachistlahuaca. A esas 52 comunidades habría que agregar otras tantas situadas en brechas sinuosas escondidas entre las montañas adyacentes, muchas de ellas en las cumbres de los cerros.

El dato. Cochoapa el Grande se compone de 365 kilómetros cuadrados y 152 comunidades.

Aunque en la reunión hubo presencia de otros ciudadanos, Los Principales -ancianos, comisarios, delegados- coincidie-
ron en un reclamo recurrente: el olvido histórico en que se encuentra el centenar de comunidades de esta región.

Nunca, reprocharon, han recibido aquí la visita de brigadas médicas de atención a la salud de ninguno de los tres órdenes de gobierno. Y es que a Calpanapa Viejo, una comunidad

que hasta hace algunos años ni siquiera aparecía en el mapa, se llega a través de un ramal de la carretera principal que cada temporada es rastrillado con pico y pala por los propios habitantes. De la brecha principal a este poblado median unos 8 kilómetros que las camionetas pasajeras recorren con dificultad.

Los Xa’cua -Los Maduros o Ancianos, en lengua castellana- recordaron que esta comunidad se ha mantenido sin cambio alguno con el paso de los años, excepto por las modestas contribuciones de los jóvenes trabajadores migratorios que cada temporada de mayo y octubre abandonan la comunidad para buscar empleo como jornaleros agrícolas en el norte del país, que es lo único que saben hacer.

Incomunicación. En comunidades de Cochoapa, como Joya Real, sus habitantes han nacido, envejecido y muerto sin haber tenido contacto con el mundo exterior. Foto Angélica Ortiz

Fuera de eso, éste como otros pueblos de la región subsisten de la siembra de maíz, frijol y calabaza, que es la dieta básica de la comunidad, lo que a la larga ha generado una desnutrición secular entre los habitantes, especialmente entre los niños.

Ello ha propiciado la presencia constante de enfermedades de la piel, pulmonares, diarreicas, paludismo, diabetes y complicaciones del embarazo entre las mujeres, de las cuales un número importante sigue muriendo en el camino para llegar a un centro de atención, distante a varias horas de traslado.

El 17 de febrero de 2017 el gobierno de Enrique Peña Nieto instaló en la vecina comunidad de Dos Ríos la “Unidad Médico Rural con Atención Integral para la Mujer”, que es lo más parecido a un Hospital Básico Comunitario en la región, con algunas camas y material para cirugía, que en teoría daría atención a 45 comunidades de esta recóndita zona montañosa.

El dato. La Montaña cuenta con un Hospital General en Tlapa que llega a atender un universo de 300 mil personas de los 17 municipios de la región.

Pero ese moderno edificio de una sola planta ha estado cerrado la mayor parte del tiempo, pues sólo eventualmente acuden médicos a ofrecer consultas. “Se supone que debe atender a 45 localidades en las cercanías de Dos Ríos, pero aquí está y ni como adorno porque no hay médicos, no hay ultrasonido, no hay rayos X, se supone que es para la mujer y ni un ginecólogo se ha parado desde que dizque lo abrieron porque siempre está cerrado”, lamenta Cayetano González Ruiz, comisario de Dos Ríos.

Calpanapa -que, como todos los demás pueblos de Cochoapa, se caracteriza por la ausencia de agua potable, drenaje, excusado y pisos de cemento- es a su vez cabecera de otros 11 pueblos instalados en su núcleo agrario, llamados anexos, que en su conjunto están habitados por unos 2 mil 500 habitantes.

Vengo a agradecerles porque aquí el 2 de julio de 2006 la mayoría de la gente votó por nosotros, y eso lo agradezco mucho y vengo a decirles que no voy a dejar de luchar por la gente humilde y por la gente pobre.

Aunque carecen de todo, sus habitantes son sin embargo dueños de un templo católico monumental que, como todos los demás servicios básicos, tampoco tiene un sacerdote oficiante.

Sin embargo, con puntualidad inglesa cada semana la comunidad es visitada por camionetas distribuidoras de refrescos embotellados, comida chatarra y cerveza, lo que según médicos consultados han sido parcialmente responsables de la diabetes que está haciendo estragos entre la desnutrida población, especialmente entre los adultos.

A la reunión de principales acudieron enviados de Cahuañaña, Xalpa, Joya Real, Dos Ríos, La Cascada, Buenavista, El Naranjo, Nueva Jerusalem, Rancho de los Hilarios, El Ciruelo, Yuvi Xonú, El Mameyal, Yuvi Kamí, Naucalpan, Cerro Perico, San Pedro El Viejo, La puerta del Cielo, San Isidro y Peña Venado, entre otros pueblos de la región.

›En su lengua madre -con muy contadas excepciones de algunos hablantes de un español rudimentario-, los presentes relataron las carencias de servicios básicos, el olvido de los gobiernos en turno, la ausencia de trabajo, las enfermedades, todo traducido por Petra Martínez Vázquez, una lideresa indígena na savi que desde hace cerca de 30 años ha gestionado las carreteras entre Tlacoachistlahuaca, Metlatónoc y Cochoapa El Grande.

Fue apenas hace unos 15 años que las autoridades construyeron un camino rural revestido, asfaltado en algunos tramos, para comunicar las cabeceras municipales de Tlacoachistlahuaca y Metlatónoc.

Localidad. Xalpa es una comunidad enclavada en la parte baja de la montaña. Foto Angélica Ortiz

Y en los últimos 10 años el organismo estatal responsable de la infraestructura carretera comenzó a trazar la actual brecha entre Cochoapa y Terrero Venado -que atraviesa esta marginada región-, misma que sólo cuenta con una base de asfalto en apenas 8 de los 84 kilómetros en total.

Regino Hilario, director de Educación Municipal de Cochoapa, sostiene que “el gobierno sólo nos engaña, porque tiene años que prometieron asfaltar esa carretera, y hasta la fecha no se hace”.

El abandono

Juan Francisco Gálvez y su esposa Angelina Emiliano Hernández son unos ancianos de más de 85 años oriundos de El Mameyal. Él es invidente y se dedica a macerar estiércol hasta hacerlo polvo, luego su esposa lo guarda en costalillas que vende como materia prima para la construcción de casas de adobe. Ambos tenían un hijo que hace muchos años salió al exterior a buscar trabajo. Nunca más supieron de él.

Otro caso es el de Isabel Reyes Peñafort de 40 años, a quien su esposo abandonó con sus cinco hijos pequeños cuando perdió la vista por razones desconocidas. En esta región, explica Martínez, si una mujer no sirve para atender al marido, simplemente es abandonada. El caso es que, a tientas, esta madre indígena trata de alimentar a sus hijos, con apoyo de familiares cercanos.

Cada comunidad tiene su propia historia, abunda Martínez Vázquez, para quien la principal solución a la postración económica, de educación y salud es la construcción de la carretera asfaltada que esperan desde hace muchos años.

Es como si no pasara Jesús, sólo nos engañan y ahora con su dichoso censo acá no se ha parado nadie, nadie nos ha venido a censar, no somos tomados en cuenta.” Apolinar Villegas Vivar. Profesor y secretario de la comunidad Divino Pastor

Nuestra esperanza es que a través de los medios de comunicación se pueda conocer la situación por la que atravesamos en Cochoapa, el corazón de La Montaña que, como se observa a simple vista está tan abandonado como a principios del siglo pasado, sintetiza doña Petra Martínez.

En otro de los poblados, El Naranjo, hay algo más grave que la distancia y los malos caminos. Alfredo Maldonado —un joven de sombrero, pantalón de mezclilla, camisa y botas polvorientas—, sostiene que tenían la promesa de un puente que atravesara el río y conectara a su pueblo con el camino que lleva a Ometepec o Tlacoachiscahuaca, es decir que conecte a su pueblo con el resto de la civilización, pues en tiempo de lluvias permanecen semanas asilados.

Les dijeron que se trataba de una inversión de 25 millones para la construcción, pero nadie sabe qué pasó con ese dinero, porque el estribo de tres metros de alto y unos siete metros de ancho se quedó a medias, con las varillas de fuera, ya oxidadas, además de montones de arena y grava que quedaron regados y de a poco han ido desapareciendo.

Desolación. Aspecto de una clínica rural en la comunidad de Xalpa. Foto Eduardo Castellanos

Lejos de la realidad

Entre la ofensa y la incredulidad, pobladores señalan a un joven de mezclilla y playera purpura que se acerca y escucha los argumentos de los principales en Calpanapa. Se trata de Ricardo Marcelo, el profesor de la comunidad, encargado de una matrícula de 108 alumnos, de entre seis y 14 años todos en nivel de primaria.

“Saben que anda aquí la gente de los medios y les dan el pitazo, nomás por eso se aparecen”, concluye una pobladora quien al igual que en la mayoría de las localidades reitera la inconsistencia de los docentes.

›En contraparte, el joven de 28 años, originario de la ciudad de Tlapa de Comonfort sostiene: “Que el gobierno invierta en infraestructura carretera, de aulas, aumentar el número de maestros, a veces la matrícula no permite dar educación de calidad como dice el gobierno, falta material de recurso didáctico. En las comunidades que rodean el pueblo, los niños se hacen hasta una hora caminando solos y hay riesgos al trasladarse y atravesar el río por puentes improvisados”.

Abunda, “que vengan las autoridades a ver cómo está la realidad, a lo mejor por eso no se han presentado por estos lugares, necesitamos que levanten los estudios necesarios para poder brindar los servicios de salud y educativos”.

Los profesores, asegura Ricardo, cobran tres mil 500 a la quincena, pero la hacen de directores, docentes, gestores, administrativos, maestros de educación física, de inglés y artísticas. “La secretaría no nos descarga del trabajo administrativo, soy director y maestro y tenemos que hacer todo el papeleo, no nos cubren todos los gastos extra. Bajamos cada 15 días y nos quedamos tres días y cuando hay trabajo más;

el tiempo y la distancia no nos permiten regresar y trabajamos los sábados para recuperar un poco los días y apoyar a los padres de familia”.

“Queremos tener una esperanza de que el licenciado (López Obrador) cumpla los sueños de los pueblos indígenas, queremos que vea la necesidad que vive la gente marginada, solo pedimos lo justo. No hay medios y si hay un enfermo pues se nos muere en el camino, las parturientas se quedan en el camino, ya no queremos perder más vidas de nuestra gente porque no es justo que se mueran en los caminos.

No podemos decir qué tanto vaya a hacer hasta que no vea que venga a

los pueblos marginados, no ha mandado a ver nada, ni los censos que están levantando han llegado; nos preocupa que los presidentes entran, salen y se van, entran disputados de la región y ya después ni cómo comunicarnos con ellos, no sabemos dónde andan solo se paran en tiempos de campaña”.Petra Martínez Luchadora social.

La deuda por pagar

Los 52 pueblos más aportados del municipio de Cochoapa viven de las remesas. Unos se van en tiempo de seca y retornan en las lluvias, los que se van en tiempo de lluvia regresan en la seca.

Tal punto ha alcanzado las crisis que durante el recorrido no se avizoran plantíos de amapola, discretamente se comenta que eso ya no representa una negocio lucrativo para los campesinos, porque sale más caro arriesgarse a que los militares los detenga. Por eso, advierte Petra Martínez, el nivel de hartazgo en la gente aumenta y sigue creciendo, y “el levantamiento” de los pueblos indígenas es inminente:

“Que le meta (recursos) el gobierno porque si no le mete lo que ya tenemos gestionados pues vamos a levantarnos, como indígenas tenemos que levantarnos ya, ahora sí vamos como los soldados porque ya no vamos a parar”.

Se supone que debe atender a 45 localidades en las cercanías de Dos Ríos, pero aquí y ni como adorno porque no hay médicos, no hay ultrasonido, no hay rayos X. Cayetano González Ruiz. Comisario de Dos Ríos

A doña Petra Martínez Vázquez se autodenomina la guerrillera, porque desde hace 32 años ha sido la gestora de la región, peleando por un camino, sólo eso, 85 kilómetros que permitan comunicar a las 152 comunidades de Cochoapa. “Nuestro sueño es contar con un camino mejor, no pedimos nada más. No estamos en contra de nadie pero queremos que los que tienen la obligación o el poder hagan el favor de ver a los pueblos indígenas, que ese dinero que tiran allá pues que lo inviertan en estos lugares, que combatan los rezagos donde vive la gente (…) Me duele ver todos los pueblos abandonados”.

Documental

https://youtu.be/DWrQcODwB0A