Dar

23 de Agosto de 2025

Diana Loyola

Dar

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Hace unos pocos días mi terapeuta me contó una historia que me ha dejado reflexionando y que quiero compartirles:

Un hombre de condición humilde se topa con un hombre rico que al verle le da unas monedas. El hombre pobre le dice que no puede aceptar ese dinero, pero que le agradecería mucho le diese algún quehacer o trabajo para poder ganar algo. El hombre rico, desconcertado, aumenta la cantidad y le da un par de billetes. El hombre pobre le vuelve a decir que no puede aceptarlo, que por favor le pida que lave su auto o barra su patio para poder recibir ese dinero. El rico, que empieza a sentirse ansioso porque no entiende el por qué aquel hombre rechaza su ayuda, le da una generosa cantidad de dinero pensando en que nadie podría rehusarse a recibir ese monto. El hombre pobre, que no soporta ver lo mal que se empieza a poner el hombre rico, le dice: Mire, voy a recibirle el dinero porque no sé de qué otra manera puedo ayudarle a sentirse mejor, ya le expliqué que lo que pido es trabajo, no dinero, pero parece no entenderme.

El hombre pobre recibe con la intención de dar, de dar alivio. El dinero que obtiene a cambio es una suerte de recompensa más que de ganancia. Me voy a detener un momento en esto: la intención de dar. Dar no para recibir, si no dar para beneficiar o ver mejor al otro. Me parece un punto por demás interesante, y es que la filosofía con la que crecí en casa era el “enseñarnos a pescar, no darnos el pescado”. Es decir, nos educaron con la intención de beneficiarnos efectivamente, de hacernos mujeres independientes y productivas más que darnos dinero a cambio de nada o para proveernos porque es lo que toca como papás. Mi reflexión va hacia el hecho indiscutible de que dar no es cualquier cosa; si se da que sea de manera consciente, con intención de contribuir al bienestar del otro.

Y es que muchas veces damos esperando recibir a cambio; deseando reconocimiento; damos para sentirnos generosos, buenos y hasta magnánimos; damos para mostrar y demostrar; damos por culpa, por obligación o por compromiso; damos porque creemos que no hay otra opción; damos para que nos amen o nos admiren; damos por muchas razones… pero sigo pensando que la versión más válida es la de dar con consciencia e intención. Dar para que aquel a quien damos esté mejor.

Mi amiga Elizabeth siempre trae cajas con paquetes de galletas nutritivas (a veces también manzanas u otra fruta) en el auto, y cada que algún niño se acerca a pedir limosna o intenta limpiarle el parabrisas, ella se los ofrece, “les hace mejor que una moneda”, me dijo alguna vez. Y tal vez no esté tan lejos de la realidad, las galletas y la fruta se va a sus generalmente desnutridos cuerpos, mientras las monedas pueden terminar en manos de explotadores. Sé que no es la solución a los niños con situación de calle, pero es lo que ella hace y da con consciencia desde su trinchera, su pequeño acto con la intención de poner en esas pancitas algo que los nutra.

Me queda claro que dar es un arte, un arte que requiere no sólo de voluntad si no también de intención, no subestimemos el poder de la intención. Un arte que estoy en disposición de aprender. Ojalá tú, ojalá todos.

¡Hasta la próxima!

@didiloyola