De la ansiedad climática a la acción

18 de Abril de 2024

De la ansiedad climática a la acción

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Sentir una gran preocupación ante el cambio climático y otras catástrofes ecológicas puede llegar a afectar gravemente la salud mental; más que curar esta enfermedad, el antídoto que se recomienda es actuar, lo que traerá beneficios en lo individual pero también en lo colectivo

Hay, por supuesto, quienes lo niegan. Pero también existen las personas para quienes las consecuencias del cambio climático son una amenaza tan real que les genera una ansiedad que puede llegar a ser equivalente a la que a mediados del siglo XX generaba la posibilidad de una guerra nuclear.

“Estos dos fenómenos tienen mucho en común”, señala Panu Pihkala, investigador de la Universidad de Helsinki, pero explica que difieren en algo fundamental: “la crisis ecológica está sucediendo y empeorando, mientras que la amenaza de una guerra nuclear no se ha realizado, por ahora”.

Así, agrega el psicólogo, “la naturaleza continua del cambio climático crea su propio tipo de estrés”.

Se ha visto que la ansiedad climática puede ocasionar síntomas leves como insomnio ocasional, tristeza o inquietud; así como disminución ocasional de los niveles de funcionamiento, por ejemplo al tomar decisiones morales, y cambios leves en el comportamiento, por ejemplo: una persona experimenta una mayor necesidad de reciclar de manera eficiente, esperando que los problemas climáticos mejoren como consecuencia de sus acciones.

Pero, de acuerdo con Pihkala y otros autores, también pueden suceder síntomas psicosomáticos importantes, como insomnio grave, estados de depresión o ansiedad clínicamente definible conocido como “trastorno de ansiedad climática”.

El funcionamiento de la persona puede verse seriamente afectado y su incapacidad para decidir puede llevarla a una auténtica parálisis; puede llegar a mostrar comportamientos compulsivos, lo que se han denominado “anorexia climática” u “ortorexia climática”, o autodestructivos severos, como el abuso de sustancias y autolesionarse.

De acuerdo con los investigadores del tema, la ansiedad climática es un aspecto de la más amplia ecoansiedad, donde la preocupación se extiende a problemas como la pérdida de biodiversidad o la contaminación de los mares por plásticos, y ambos pueden enmarcarse como parte de un fenómeno en que el estado del mundo, los llamados factores macro sociales, tienen un impacto en nuestra salud mental.

Buenas razones para la ansiedad

La ansiedad puede llegar a sentirse ante amenazas inexistentes, pero este no es el caso con el clima. Una revisión publicada en la revista Current Opinion in Psychology, encuentra que el impacto del cambio climático en la salud mental es más fuerte en niños y niñas de países de ingresos bajos y medios; también que las manifestaciones pueden ser desde psicológicas hasta existenciales.

El cambio climático es una cuestión de justicia social, porque no afecta a todos por igual. Algunas personas son más vulnerables a los impactos del cambio climático: los pobres, los adultos mayores, los niños pequeños, las personas con problemas de salud preexistentes y las personas que residen en comunidades de bajos ingresos son los más vulnerables”, dice Lawrence Palinkas, investigador de la Universidad del Sur de California y autor principal de la revisión.

Como ejemplo, los autores mencionan el paso del huracán María en octubre de 2017 por Puerto Rico, cuya población ya padecía un aumento de las enfermedades mentales debido a 10 años de recesión que aumentó el desempleo, la pobreza y la separación familiar causada por la emigración. Tras el paso de María, un estudio detectó un aumento del 26% en el número de suicidios. Pero no hace falta padecer tan directamente los efectos del cambio climático.

El 9 de agosto se publicó el informe de la evaluación del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, la cual deja en claro que el futuro del planeta depende, en gran parte, de las decisiones que tome la humanidad en estos, sobre todo que está sucediendo la Conferencia de las Partes sobre el tema en Glasgow, Escocia.

›“La evidencia está en todas partes: si no actuamos, la situación se pondrá realmente mal”, le dijo Xuebin Zhang, climatólogo de Environment Canada en Toronto, Ontario, autor y coordinador del informe, a la revista Nature.

Otra de las autoras principales del informe, Maisa Rojas, directora del Centro de Investigación sobre Clima y Resiliencia de la Universidad de Chile en Santiago dice: “¿Todavía es posible limitar el calentamiento global a 1.5 °C? La respuesta es sí.

Pero a menos que haya reducciones inmediatas, rápidas y a gran escala de todos los gases de efecto invernadero, limitar el calentamiento global a 1.5 °C será imposible”.

La propia revista Nature mandaron una encuesta a los 233 científicos que elaboraron el reporte del IPCC.

En las respuestas de los 92 que contestaron se detecta “un fuerte escepticismo de que los gobiernos reducirán de manera notable el ritmo del calentamiento global, a pesar de las promesas políticas hechas por los líderes internacionales como parte del acuerdo climático de París de 2015”.

Seis de cada 10 de los encuestados dijeron que esperan que el mundo se caliente al menos tres grados centígrados para finales de siglo, en comparación con las condiciones antes de la Revolución Industrial”, indica la revista.

Alrededor del 85% espera ver impactos catastróficos del cambio climático en su vida y poco menos de la mitad dijo que el calentamiento global les ha llevado a reconsiderar las principales decisiones de la vida, como dónde vivir y si tener hijos o no.

Más del 60% dijo que experimentan ansiedad, dolor u otro tipo de angustia debido a preocupaciones sobre el cambio climático.

La razón por la cual los investigadores están ansiosos es clara: de acuerdo con el reporte del Climate Action Tracker, antes de iniciar la cumbre de Glasgow 131 gobiernos habían adoptado metas de reducir a cero las emisiones netas de carbono para 2050, así que la proyección optimista supone que el aumento de temperatura global será de 2.4 °C; asumiendo que todas las iniciativas que se habían planteado antes de Glasgow se convertirán en políticas públicas y que estas se convertirán en acciones, el aumento sería de dos grados centígrados.

Según el Climate Action Tracker, hay un grupo de países que, en contra del Acuerdo de París, no mejoraron sus metas nacionales para la COP26 de Glasgow con respecto a las que propusieron en 2015 o propusieron cambios que no implican una mejora real, entre los cuales destacan Australia, Brasil, México, Rusia, Singapur y Vietnam.

La calificación de México es “altamente insuficiente” y se señala que si todos los países siguieran nuestro enfoque la temperatura global podría aumentar hasta cuatro grados.

Ecoansiolíticos, el problema trae la solución

Se considera que existen tres tipos básicos y escalonados de trastornos de ansiedad: El primero es el trastorno de ansiedad generalizada, con el que las personas se preocupan de manera excesiva por cuestiones comunes como la salud, el dinero y el trabajo, y tienen esas preocupaciones casi todos los días durante al menos seis meses.

También están el trastorno de pánico, donde las personas tienen ataques de pánico en momentos en que no están en peligro, y las fobias, que implican experimentar un miedo intenso a algo que representa poco o ningún peligro real.

›Se desconoce la causa por la que el miedo y la preocupación naturales pueden convertirse en un trastorno de ansiedad. Además del estrés y de los factores externos, pueden influir la genética así como la biología y la química del cerebro de cada persona. Se reconoce que existen factores de riesgo generales como la personalidad tímida o retraída, padecer eventos traumáticos, tener antecedentes familiares de ansiedad u otros trastornos mentales y algunas condiciones de salud física.

En su revisión, Pihkala explica que la ansiedad climática puede mitigarse si la persona encuentra tiempo y espacio para, por un lado, lidiar con sus emociones y para, junto con otras personas, desarrollar “suficiente actividad constructiva para contribuir en la mitigación del cambio climático”.

Esto es, explica, una “adaptación psicológica saludable, donde se encuentra el problema en cuestión, pero uno no se deja aplastar por él”.

Sin embargo, no está claro qué pueden hacer las personas para contribuir ni cómo hacerlo: “El individuo necesita sentir que puede marcar la diferencia, pero se debe, al mismo tiempo, mantener una atmósfera en la que los participantes no tengan un sentimiento continuo de insuficiencia”.

En ese sentido, los expertos en general coinciden en que “la ansiedad climática no es una enfermedad que deba curarse, sino una reacción natural, que puede convertirse en un recurso”, tanto para las personas en lo individual como para la sociedad en general.

De hecho, Pihkala cita un estudio elaborado en fechas recientes sobre la comunicación climática y la psicología que considera la importancia de las emociones “negativas”.

De esta manera, “se encontró que la indignación y el dolor pueden, por ejemplo, conducir a una mayor acción y motivación”.

Epílogo de solarpunk

Un ejemplo notable de cómo se puede generar una atmósfera positiva y no derrotista es el movimiento Solarpunk, que en su manifiesto se define como “un movimiento de ficción especulativa, arte, moda y activismo que busca responder y encarnar la pregunta ¿cómo es una civilización sostenible y cómo podemos llegar allí?”.

Solarpunk, prosigue el manifiesto, “puede ser utópico, simplemente optimista o preocupado por las luchas en el camino hacia un mundo mejor, pero nunca distópico.

Mientras nuestro mundo se agita con calamidades, necesitamos soluciones, no sólo advertencias”. Aunque pudiera verse como un fenómeno emergente, la eco ansiedad no es nueva y tampoco es algo que se deba minimizar, lo cual puede suceder entre las diferentes generaciones, que responden distinto emocionalmente.

Caroline Hickman, del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Bath, explica que a las niñas y niños en general les asusta la percepción de que el “mundo de los adultos” no toma suficientes medidas urgentes sobre estas amenazas, mientras que, al mismo tiempo, desestima, criminaliza, patologiza, trata con condescendencia sus sentimientos y voces o considera que “no debemos asustar a los niños”.

Así, no es de extrañar, escribió Hickman en el Journal of Social Work Practice en diciembre de 2020, que niños y jóvenes ocupen cada vez más protagonismo en las protestas sobre la necesidad de actuar con urgencia contra el cambio climático, lo cual se está confirmando en estos días en Glasgow.