El búmeran llamado Obamacare
La reforma de salud deja de ser un problema de Obama para convertirse en enredo de Trump

poco a poco deja de ser un problema de Obama para convertirse en un enredo comprado por el presidente Trump y los republicanos, cuyo desenlace se verá en las elecciones de 2018
Juan Pablo de LeoComo ha sucedido con la mayor parte de las propuestas de Donald Trump a lo largo de su corta carrera política, los republicanos se preguntan en estos momentos qué tan benéfica puede ser su relación con el actual presidente entendiendo los problemas en los que se ha metido desde el inicio de su gestión. Prueba de ello ha sido la difícil tarea de echar para atrás la reforma de salud impulsada durante la administración del expresidente Barack Obama.
No es casualidad que durante años, demócratas y republicanos intentaran procesar una reforma de salud. Marcadamente, la administración de Bill Clinton, junto con Newt Gingrich como líder republicano en el Congreso, intentó empujar una reforma integral que pudiera generar beneficios para la población pero sobre todo, para los demócratas.El capital político no fue suficiente y la apuesta falló. La política moderna estadunidense es lo suficientemente compleja como para entender que estos movimientos, aun cuando están perfectamente bien calculados y negociados, pueden ser contradictorios. Así fue para múltiples administraciones en diferentes temas.
Ante este panorama, Barack Obama entendió perfectamente bien que si quería apostar por una reforma de tan alto impacto, tendría que apostar todo su capital político desde el primer mandato para procesar junto con algunos republicanos, lo que terminó siendo conocido como Obamacare. Por una experiencia personal en la que su madre no pudo recibir la adecuada atención médica por contar con condiciones preexistentes, Obama tomó el asunto de la salud y cobertura como algo propio y fue así como al segundo año de su primera administración, logró promulgar la que se convirtió en la reforma insignia de su presidencia, cubriendo a 22 millones de personas que no contaban previamente con un seguro de salud.El logro de procesar una reforma de salud no vino fácil. Las consecuencias para los demócratas en las elecciones intermedias posteriores a su aprobación fueron devastadoras. A partir de ahí, los demócratas optaron por separarse discursivamente de la imagen del presidente Obama que en ese entonces era considerado tóxico por los efectos nocivos inevitables del lanzamiento del Obamacare. Un grave problema técnico con
la página de internet para suscribirse, sumado a los deducibles que se fueron al cielo en algunos estados ante la necesidad de fondear el sistema de salud, provocaron que en un principio el logro no fuera visto como tal y se vivieron más problemas que beneficios.Pasó el tiempo y lo que en un principio era una política con buenas intenciones pero fallida, se convirtió en la política bandera de Obama. Los resultados se fueron dando hasta que al finalizar su mandato, cerca de 22 millones de personas que no contaban con seguro médico previamente, estaban suscritas de alguna forma a un plan de cobertura médica. Con o sin recursos, con antecedentes médicos o sin ellos, la nueva ley ordenaba a todas las personas a contratar un seguro médico, a la vez prohibiendo a las aseguradoras rechazar a pacientes con enfermedades o condiciones previas.
›Pero las bondades de un sistema lejano de la perfección se convirtieron en negativos que fueron aprovechados por el Partido Republicano, convirtiendo la promesa de revisar la ley, en una plataforma completa de campaña.
La promesa republicana fue tomada también por Donald Trump, quien como parte de su carrera, prometió echar para atrás una ley que para muchos era un problema tras las altas cantidades
a pagar en deducibles. Para cubrir a las personas sin recursos o con condiciones médicas previas, las aseguradoras se vieron en la necesidad de cargar la mano a personas que históricamente contaban con seguro y periódicamente pagaban. Alegan que si bien el Obamacare cubre a 22 millones de personas más, también ha provocado el desfalco de familias y empleos que simplemente no pueden con la carga fiscal que trae consigo la reforma de salud.Prometer no empobrece y no cuesta. Trump lo entiende muy bien y por ello basó sus promesas en la plataforma que pretende mantener por muchos años y que le creó la coalición electoral que le permitió el triunfo. La consigna de cancelar y reemplazar Obamacare por un sistema de salud más parejo y equitativo fue parte esencial de los mítines y un factor de interés para su electorado. El enfoque que planteó durante la campaña vino como parte de las sumas que lograron ambas plataformas: el nacionalismo y proteccionismo de Trump con la visión histórica republicana en aspectos fiscales, comerciales y sociales. Según Trump y los republicanos, lo primero que iban a hacer al llegar al poder sería apostar todo el capital político, como lo hizo Obama, para procesar la reforma de salud.
A pesar de tener el control de la Cámara de Representantes, del Senado y del gobierno federal, los republicanos han mostrado su ineficacia y falta de práctica legislativa ante años de obstruccionismo. Lo que era una promesa fácil de cumplir se ha convertido en la pesadilla de republicanos y la administración Trump. En su posición de líder republicano en la cámara baja, Paul Ryan ha insistido en que ésta es la única y mejor ocasión que tienen para cancelar Obamacare. Sin embargo, el Comité bipartidista de Revisión Presupuestaria, calificó negativo a la propuesta republicana, pues alega que bajo ese esquema, más de 22 millones de personas estarían perdiendo su cobertura. Un movimiento que si bien políticamente les puede resultar, a nivel electoral resulta ilógico. Cargar con 22 millones de personas que han perdido su seguro médico no es un buen precedente para enfrentar un periodo electoral intermedio.Así pues, el destino y resultado que los republicanos y Trump provoquen a partir de el proceso legislativo para cancelar la reforma de salud será esencial para sobrevivir el periodo electoral que viene.
Por una parte, está la capacidad que tengan o no para cumplir con una promesa teniendo toda la fuerza de gobierno de su parte. En caso de hacerlo, tanto Mitch McConnell, como Paul Ryan y Donald Trump se verán expuestos por un Partido Demócrata que cuenta con pocas herramientas legislativas para detenerlos y que aun así se encuentra ganando la partida temporalmente.En la medida que los republicanos se vean impedidos para procesar la cancelación, los demócratas irán ganando espacios indirectamente y, por ello, la importancia para ellos de triunfar.
“Nadie tenía idea de lo difícil que sería cancelar y reemplazar Obamacare”. Esas fueron las primeras declaraciones públicas de Trump al platicar con los diferentes directivos de aseguradoras sobre la actualidad del sistema de salud estadunidense. Una frase que genera poca confianza y habla del desconocimiento absoluto con el cual el presidente de Estados Unidos atiende los temas, y que por otra parte es indicativo de la diferencia en acercamientos que tienen los diferentes niveles de gobierno al ponerse de acuerdo. Una cosa es el planteamiento de las aseguradoras, otro el de la Casa Blanca y otro el del Congreso.Lo que veían como un asunto fácil de aprobar los tiene ahora en un dilema.
Es posible que de no tocar la reforma de salud del expresidente Obama, así como está, se convierta en una política pública fallida. La implosión que los altos deducibles pueden provocar es un problema latente. Sin embargo, el mal cálculo político de los republicanos, sumado a la inexperiencia de la Casa Blanca que no logra formalizar una estrategia con el Legislativo, ha metido a ambos en un problema del cual más les vale salir limpios si no quieren tener complicaciones electorales en el 18. Obamacare poco a poco deja de ser un problema de Obama para convertirse en un problema comprado por republicanos y Trump del cual no se ve salida clara.