EL GRAN MOMENTO DE PRIGIONE

28 de Julio de 2025

EL GRAN MOMENTO DE PRIGIONE

Girolamo fue una importante pieza en el restablecimiento de relaciones entre México y el Estado Vaticano

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La noticia se dio el sábado en la prensa. Girolamo Prigione, el primer embajador -nuncio apostólico- de El Vaticano en México, murió en la casa de reposo Orquídea, en Alejandría, donde había nacido hace 95 años. Prigione fue una importante pieza instrumental en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre el Estado Mexicano y el Estado Vaticano, después de un siglo rotas, durante el gobierno del presidente Carlos Salinas, quien dentro de todo su proceso de reconstrucción nacional, pensó que el reacercamiento con la Iglesia Católica era una de sus prioridades. Desde que Prigione llegó a México como delegado apostólico en 1978, el restablecimiento de las relaciones bilaterales fue su prioridad. Temprano en el gobierno salinista se dieron los primeros acercamientos, pero el fundamental fue una comida muy privada en la vieja casa del Rancho San Francisco de Pedro Pablo Treviño –padre del actual director de la Lotería Nacional-, quien juntó a platicar a dos amigos de él: Prigione y el entonces director de Comunicación Social de Salinas, Otto Granados, actualmente subsecretario de Educación. ¿Qué quería el papa Juan Pablo II? Prigione explicó que se sentirían cómodos en esa primera aproximación, si el gobierno mexicano firmaba un documento similar al Protocolo de Belgrado, mediante el cual la entonces Yugoslavia restableció contacto con El Vaticano. El Protocolo le reconocía representatividad jurídica a la Iglesia Católica –la Constitución mexicana negaba su existencia- a cambio de que la Santa Sede, aunque tendría permitido el libre ejercicio del culto, se comprometía a limitar sus actividades a las funciones eclesiásticas, sin servirse de ellas para fines políticos. Muy importante, no se establecían relaciones diplomáticas, y simplemente se allanaba el camino para que en el futuro, caminaran juntos en ese sentido. Granados entregó el mensaje y Salinas decidió no limitarse al Protocolo de Belgrado. De una vez por todas, reformó la Constitución, al abandonar las Leyes de Reforma de 1860 y enmendar la Constitución de 1917. Lo demás es historia. Prigione dejó México, con todos los honores del vaticano, en 1997.