Boy Erased o la personalidad destruida

28 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Boy Erased o la personalidad destruida

En su segundo largometraje como director, el también actor y guionista Joel Edgerton mantiene la misma elegancia en la imagen (repite la colaboración con Eduard Grau tras la cámara), así como la efectiva dirección de actores que hizo en The Gift (2015) un sólido thriller que representó en su momento un debut notable.

Si acaso, el único punto que hace de Boy Erased (su más reciente filme) una cinta menor es la necesidad de asirse al texto original: el libro homónimo de Garrard Conley en el que narra su terrible experiencia cuando, siendo un adolescente e hijo de un predicador bautista, fue internado en una “terapia de conversión” para “curarle la homosexualidad”.

Lucas Hedges interpreta con absoluta capacidad a Jared, el adolescente en cuestión que es enviado a esta especie de campamento donde se deben seguir reglas muy estrictas: no celulares, no idas al baño sin un supervisor, no tocar a otros compañeros y, sobre todo, completa secrecía respecto a lo que pasa en “terapia”.

Narrada con absoluta solvencia mediante flashbacks, el director y guionista no puede evitar ver en esta historia algo más que un relato edificante y una película de denuncia. Edgerton detecta y dirige un thriller presente en la circunstancia de estos chicos marginados, ofuscados, conflictuados con su deseo, que son llevados a la fuerza a este centro de conversión. Incluso hace un símil con la primera mitad de Full Metal Jacket (1987), el clásico de Kubrick donde un implacable sargento Hartman se encargaba de destruirles la personalidad y el espíritu a los jóvenes soldados que iban rumbo a Vietnam.

Edgerton entiende estas “terapias de conversión” como una guerra en sí misma, y no pierde oportunidad de interpretar al sargento Hartman de esta historia: Victor Skyes, el terapeuta a cargo que, sin la intensidad de aquel, pero con la misma convicción de destrozar voluntades, poco a poco hará que los adolescentes duden de sí mismos, de sus padres y, por supuesto, de su sexualidad.

La cinta cumple con su papel de denuncia, pero una vez que el thriller acaba el resto es sólo la esperada reconciliación. De tener más libertad argumental, el director podría haber sido más incisivo. No obstante, el resultado no demerita; Edgerton sigue sorprendiendo en la soltura de su oficio, la elegancia de su puesta en imágenes y en la dirección de actores, sacando lo mejor de un cast de estrellas compuesto por Nicole Kidman, Lucas Hedges, Russell Crowe y un muy divertido (por lo irónico) cameo de Flea (bajista de los Red Hot Chilli Peppers) como un duro instructor que, en lo que a mí concierne, se roba por instantes la película.