Cómprame un Revólver: una niña en un país de narcos

28 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Cómprame un Revólver: una niña en un país de narcos

La película inicia y con tan sólo el siguiente epígrafe, el director Julio Hernández Cordón captura nuestra atención a la vez que provoca pasmo: “México. Sin fecha precisa. Todo, absolutamente todo, es controlado por el narcotráfico. La población ha disminuido por falta de mujeres.”

El texto, que pareciera salido de relatos distópicos hollywoodenses del tipo Mad Max: Fury Road (2015), describe —dolorosamente— un México que no es imposible de imaginar. En este escenario, que remite a la ciencia ficción, pero que nos recuerda a la cruel realidad, vive la pequeña Huck (Matilde Hernández Guinea), junto con su padre, Rogelio (Rogelio Sosa), sobreviven a la violencia del narco en un viejo camper varado en medio de la nada.

Rogelio, además de drogadicto, trabaja como encargado de un parque de beisbol, al parecer abandonado, pero que los capos de la droga usan de vez en vez para lanzar uno que otro jonrón.

Para alejarla del peligro inminente, Rogelio hace pasar a su hija por niño, y es que en este futuro (que parece presente) las mujeres son violadas y asesinadas por los narcos como si se tratara de un deporte, quedándose con sus vestidos, mismos que portan cual trofeos. Siempre con el tobillo a atado a una larga cadena “para que no se la roben”, Huck hace migas con un grupo de niños errantes y solitarios que buscan al jefe del cártel para saldar cierta cuenta pendiente.

Más allá de las obvias referencias a clásicos infantiles (Las aventuras de Tom Sawyer o Peter Pan), lo interesante de Cómprame un Revólver es el uso del género cinematográfico como herramienta para hablar de la apabullante realidad del narco en México. El tema ha sido tratado incansablemente por el género documental, pero la ficción (y en este caso el cine de distopías) es raro que lo enfrente y menos, provocando genuino interés como lo hace esta cinta.

Cierto, la parca puesta en escena de Hernández Cordón, su economía de recursos, y aquellos momentos donde pasa poco (o nada), no ayudan a que el filme emocione todo lo que debería. Pero a pesar de ello, el guion escrito por el propio cineasta plantea escenarios cada vez más interesantes (aquella fiesta de narcos de la cual tendrán que escapar) en una historia de la que quisiéramos conocer aún más.

Tan es así que pareciera que estamos viendo el episodio de origen de una saga. Porque no sé ustedes, pero yo sí quiero ver qué pasa después con Huck, ¿qué sucede ahora que aprende a usar un revólver? ¿Seguirá ocultando su género?, ¿se dejará el pelo largo?, ¿será cierto que ya nadie la llamará nunca por su nombre y desde ahora sólo responderá al nombre de “jefa”?

Vamos, esa película también la vería.