Servant: la paternidad como pesadilla

23 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Servant: la paternidad como pesadilla

alejandro aleman

Pocos directores han sido tan maltratados por el caprichoso vox populi como M. Night Shyamalan. En su momento de mayor fama, el director de éxitos como The Sixth Sense y Unbreakable era nombrado por la revista TIME como “el nuevo Spielberg”. El entusiasmo se disolvería luego de sonados fracasos como Lady in the Water y The Happening. El público le retiró la gracia y lo mandó al subsuelo de sus querencias.

Lo cierto es que el cine de Shyamalan puede ser tan competente como irregular, sabe de los mecanismos que generan suspenso y horror. Un manipulador nato experto en el inesperado giro de timón, El Prestige (2006) del que hablaba Nolan en su cinta homónima.

Una mucho mejor versión de M. Night. Shyamalan la pudimos ver en el efectivo thriller de horror The Visit (2015), aunque después siguió la sobrevalorada Split (2016) y la decepcionante Glass (2019), ambas secuelas de su magnífica Unbreakable (2000). Servant (2019), la serie de Apple TV+, es el gran regreso de Shyamalan.

Dorothy (Lauren Ambrose) y Sean (Toby Kebbell) son un joven matrimonio que viven en una casona en Filadelfia. Él es un famoso chef y ella una reportera de televisión. Ambos vivieron una gran tragedia: Jericho, su primogénito, murió a los pocos días de nacido. Dorothy se quebró emocionalmente y quedó catatónica, por lo que su doctora sugirió la ayuda de un muñeco de terapia en forma de bebé.

Así, Dorothy va por la casa cargando al muñeco, creyendo que realmente se trata de su hijo, mientras que Sean y su hermano Julian (excelente Rupert Grint) le siguen el juego. Pronto llega Leanne, la misteriosa niñera contratada por Dorothy que cuida, viste y procura al muñeco cual si fuera un bebé real. Ni Julian ni nosotros entendemos qué está pasando, pero justo al final del primer episodio, algo sucede que cambia por completo el sentido de la historia.

Creada y escrita por Tony Basgallop, Shyamalan dirige con habilidad de buen artesano, usando todo a su alcance para generar atmósferas lúgubres e inquietantes: desde la iluminación, la música y principalmente los extraordinarios encuadres de su cinefotógrafo Mike Gioulakis quien se aleja de todo cliché visual en una serie de imágenes que generan tensión y suspenso.

Con obvias referencias a Rosemary’s Baby (Polanski, 1968), el guion de Basgallop plantea el horror de la paternidad primeriza, un lugar donde la otredad no es el único enemigo, sino también la imposibilidad de cometer error alguno al criar a tu primogénito. A Shyamalan le toma tan sólo 34 minutos (lo que dura el primer capítulo) para seducirnos, atemorizarnos, y demostrarnos que aún sigue siendo un gran cineasta.