Beckett: mala por convicción

19 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Beckett: mala por convicción

alejandro aleman

Beckett —ópera prima del realizador italiano Ferdinando Cito Filomarino, y que se ha mantenido durante varios días entre lo más visto en Netflix— es de esas películas que parece que por voluntad propia deciden ser un mal filme.

Se trata de una película que tiene todo a su favor: una historia interesante, actores competentes, un escenario atractivo, la fotografía de Sayombhu Mukdeeprom (Suspiria, Call Me By Your Name), la música de Ryuichi Sakamoto y el padrinazgo de alguien de la altura de Luca Guadagnino.

¿Qué puede salir mal? Pues a pesar de lo anterior, Beckett es un producto mediocre, no obstante tenía todo para ser una mejor película.

Con guión del propio Cito Filomarino, la cinta sucede en Grecia, país que se encuentra en plena ebullición política con constantes marchas y mítines de protesta. Y justo así, con el país resquebrajándose, es que Beckett (John David Washington) y su novia April (Alicia Vikander) deciden viajar desde Estados Unidos a Grecia para pasar unas bonitas vacaciones.

Luego de cierto accidente, Beckett se encontrará en una carrera interminable en medio de un país que es en sí mismo una pista de obstáculos: unos maleantes lo persiguen sin razón aparente y el hombre debe huir como pueda. La cosa no será fácil, además de ir con un brazo enyesado y una bala en el hombro, está también la barrera del idioma, lo cual provoca una angustia que compartimos con el personaje gracias a una de las pocas decisiones inteligentes del director: nunca traduce lo que dicen los griegos.

Pero el guion ama a nuestro héroe, y le proveerá de todo el deus ex machina que sea necesario para continuar vivo: buenos samaritanos que se le cruzan en el camino y lo ayudan, una resistencia sobrehumana al dolor, y un par de mujeres protectoras que no sólo hablan inglés, sino que lo rescatan sin pedir muchas explicaciones (Vicky Krieps, angelical como siempre).

La cinta recuerda a aquella joya infravalorada de Roman Polanski, Frantic (1988), sobre un matrimonio norteamericano que —de visita en París— se ve involucrado en una intriga internacional. Pero las similitudes acaban ahí, y es que aunque Beckett logra mantener el interés, principalmente por lo imprevisto de sus giros, cada uno de ellos viene siempre acompañado de una resolución totalmente inverosímil.

Estancada en el absurdo, nada redime a esta cinta: ni el buen reparto, ni el tono ominoso, ni la música de Sakamoto, la foto Mukdeeprom o el compromiso de John David Washington con su improbable personaje.

Mejor que Tenet (Nolan, 2020) si está, pero vamos, alguien ya dígale al pobre David Washington que le urge cambiar de agente.