De Fidel Castro a Donald Trump hay mucha menos distancia de la que sus públicos quisieran admitir. Sí, uno fue el comandante de la revolución socialista cubana y agente promotor de la agenda comunista y el otro es un empresario vuelto estrella política y mediática y, en unas horas, será presidente de Estados Unidos.
Lo que sus seguidores y aficionados no ven es la similitud que hay en ellos y sus modelos de operación frente a las masas. Ambos han construido desde el dogmatismo radical, desde el grito de sus agendas fundadas en el miedo. Este dogmatismo le permitió al primero perpetuarse en el poder y al segundo llegar a él.
Uno desde la arenga de la plaza pública y el titular del diario oficial ‘Granma’, el otro desde Twitter y su torre en Manhattan.
Con maniqueísmo de libro de texto, Castro arengaba a millones de cubanos contra “el imperio” para fortalecer su revolución; con igual fórmula, Trump ha caracterizado a sus rivales en enemigos del sueño americano: los mexicanos, los musulmanes, los chinos, los negros o los medios.
Para el presidente electo, las leyes internacionales son indicativas y no obligatorias, así las consideraba el difunto Castro. Fidel siempre pintó a Estados Unidos como el polo del mal y no titubeó en hablar de la permanente amenaza que representaba para la libertad cubana, aprovechando el miedo de sus habitantes; lo mismo hizo Trump en campaña.
Ambos apelan a la falta total de autocritica, y así con un discurso nacionalista histérico y populista Trump incendió a millones de estadounidenses que el mal venía todo del exterior y usaba el desprestigio del contrario como herramienta cotidiana; con iguales instrumentos, Castro murió como enemigo declarado de la globalización y los estadounidenses, del restablecimiento de las relaciones con EU.
Y aun hay mas, cada vez que Fidel enfrentaba una crisis política, económica o de credibilidad, el régimen cubano volvía a advertir y señalar el peligro del avance estadounidense, el bloqueo y todo mal capitalista; cada vez que Trump requiere mostrar músculo, advierte de la amenaza mexicana, refiere al muro, y amenaza a todos los que hacen negocios con México como enemigos -y los afecta reputacionalmente con sus compradores estadounidenses.
México es hoy el blanco más claro de ataques verbales de Trump, por encima de China, que es el mayor rival económico de Estados Unidos.
De Fidel a Trump hay muy poca distancia cuando se les mide por los discursos con los que avanzaron su agenda: todo es blanco o negro, bueno o malo, verdad propia o mentira ajena. Y todo su éxito se funda ene l miedo que infunden sus palabras y sus acciones.
Castro ha muerto, pero su símil estadounidense será presidente a partir del 20 de enero.