Honran a paisanos muertos por Covid

15 de Octubre de 2025

Honran a paisanos muertos por Covid

En Puebla, uno de los principales emisores de migrantes a EU, celebró sus fiestas sin afluencia de turistas debido a la pandemia

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“¡Bienvenido a casa!”, dice llorando María Isabel al invocar el ánima de su hermano Pablo, fallecido en Estados Unidos de Covid-19 y honrado con uno de los casi 40 altares para muertos de más de dos metros instalados en Huaquechula, México.

Minutos antes de que las campanas de la iglesia de esta comunidad de Puebla repicaran el domingo para llamar a los espíritus de los difuntos, María Isabel Vargas, una menuda anciana, su hijo Carlos y amigos corrían de un lado a otro para terminar la ofrenda en esta casa que también alberga gallinas.

“¿Dónde está el agua bendita? ¿Quién tiene el incenciero?”, urgía Carlos, profesor de danza folclórica, a sus ayudantes de Huaquechula, donde varios de sus clásicos altares de tres niveles fueron dedicados a migrantes muertos en Estados Unidos por el nuevo coronavirus, en un ambiente triste por las restricciones sanitarias.

Unos dos mil 500 mexicanos habían fallecido hasta finales de septiembre en el país vecino a causa de la pandemia, según cifras oficiales.

A las dos de la tarde, aquellos con familiares muertos en el último año salieron a la calle y caminaron unos metros para marcar a las almas la ruta hacia sus altares con agua bendita y pétalos de cempasúchil, la flor del Día de Muertos, que se celebró el domingo y este lunes.

Bajo el lema de “si no te recibo es porque te quiero y me quiero”, Huaquechula prohibió el ingreso de turistas durante la celebración más representativa del país.

Miles de familias mexicanas tuvieron que homenajear a sus muertos en la intimidad de sus hogares ante el cierre de cementerios y otras restricciones derivadas de la epidemia, que deja unos 92 mil fallecidos y más de 900 mil contagiados en el país.

Pero en Huaquechula, una empobrecida comunidad de 26 mil habitantes situada cerca del volcán Popocatépetl, los deudos erigieron sus acostumbrados altares, que se diferencian de los del resto de México por su tamaño al abarcar toda una pared.

Están montados sobre estructuras de madera y tabiques de cemento, e iluminados con focos blancos recubiertos con satín. Cada uno de los tres niveles representa una visión sobre la muerte basada en leyendas prehispánicas y religiosas. La elaboración llega a costar hasta 100 mil pesos.