La generación Z en México, nacida aproximadamente entre 1997 y 2012, representa alrededor del 25% de la población del país, con más de 30 millones de personas que han crecido en un entorno marcado por la digitalización, crisis económicas recurrentes, violencia estructural y una pandemia que aceleró sus vulnerabilidades.
Esta cohorte no es sólo “nativos digitales”, sino una fuerza transformadora que prioriza la acción concreta sobre discursos vacíos, influida por conexiones globales a través de redes como TikTok y X (antes Twitter).
En 2025, su agenda se ha cristalizado en un movimiento de protesta masivo, conocido como “Generación Z México”, que ha convocado marchas en más de 50 ciudades, desde Tijuana hasta Mérida, culminando en eventos clave el 15 y 20 de noviembre.
Este análisis desglosa sus prioridades principales, basadas en demandas explícitas de sus pliegos petitorios, encuestas recientes y el pulso de sus movilizaciones, que rechazan la polarización partidista y exigen reformas estructurales.
1. Lucha contra la Corrupción y la Opacidad Gubernamental. La Gen Z ve la corrupción no como un vicio aislado, sino como el pegamento que une inseguridad, pobreza y desigualdad. Acusaciones de nepotismo en el gobierno de Claudia Sheinbaum y la “Ley Espía” han avivado el fuego, con jóvenes denunciando un sistema que “roba el futuro” mediante impuestos excesivos y opacidad en el gasto público.
Demandan transparencia total en contratos y presupuestos, fin al clientelismo (como becas condicionadas) y mecanismos ciudadanos de rendición de cuentas, como auditorías independientes. Su pliego petitorio de 12 puntos incluye “terminar con la corrupción” como eje central, inspirado en memes y videos virales que ridiculizan la hipocresía política. Usan herramientas como Telegram y Discord para organizarse sin jerarquías, cuestionando medios tradicionales por sesgos y prefiriendo “datos y evidencia” sobre narrativas oficiales. Esto refleja un escepticismo informativo: el 86% valora líderes “eficaces” que atiendan necesidades reales, no promesas.
2. Economía y Oportunidades Laborales. Hacia un Futuro Viable. A pesar de ser la generación mejor educada, enfrentan precariedad: el 90% no puede comprar casa o auto, y salarios mínimos no cubren rentas en ciudades como la Ciudad de México. Priorizan el “propósito” laboral sobre el éxito material, redefiniendo el trabajo con énfasis en equilibrio vida-laboral y bienestar emocional. Esta visión se materializa en tres ejes económicos concretos que buscan pasar de la supervivencia a la estabilidad:
- Salarios dignos y movilidad social. Buscan erradicar el estigma de la “generación ninis” exigiendo ingresos que realmente alcancen para vivienda y familia. Sus demandas incluyen aumentos al salario mínimo que no detonen una inflación descontrolada, así como incentivos fiscales reales para el primer empleo.
- Acceso a vivienda y crédito. Ante la realidad de vivir con roomies por rentas inalcanzables, proponen políticas de vivienda accesible y créditos sin burocracia excesiva, apoyándose en el uso de fintechs para lograr una verdadera inclusión financiera.
- Innovación y tecnología. Apuestan por la Inteligencia Artificial y la automatización no sólo como herramientas abstractas, sino para democratizar oportunidades. Se perfilan como una oposición disruptiva que utiliza datos para exigir políticas públicas basadas en evidencia.
3. Salud Mental, Medio Ambiente y Valores Sociales. Optimistas pero ansiosos, el 70% reporta altos niveles de estrés por estigma y precariedad. Priorizan salud mental (menos sexo, más afecto), desnormalización de la violencia y protección ambiental (contra deforestación en la selva). Rechazan agendas impuestas como feminismo radical o cambio climático desconectado de lo local, enfocándose en familia, deporte y seguridad barrial.
Demandan programas de salud mental accesibles, educación ambiental y equidad de género real (no simbólica). En marchas, usan símbolos como el sombrero de Luffy de One Piece para viralizar mensajes de libertad.
La agenda de la Gen Z en México no es contestataria, sino resiliente ante un sistema que les falló: menos ideológica, más pragmática y global. Sus marchas, apartidistas y digitales. Si no se atienden estas demandas –con reformas reales en justicia, economía y transparencia–, esta ola podría redefinir el tablero político en 2027 y más allá, convirtiendo el hartazgo en un cambio estructural.
México enfrenta no una “captura” juvenil, sino una oportunidad para que una generación optimista construya un país sin ruinas emocionales. El desafío es escuchar: ellos no piden caridad, exigen dignidad.
*Diputado local por el Distrito 15 de Iztacalco
X: @PabloTrejoizt