La caída del Porky

18 de Noviembre de 2025

J. S Zolliker
J. S Zolliker

La caída del Porky

JS ZOLLIKER

Hace calor. Para ser primavera, ya sofoca. Todo mundo suda copiosamente, menos él. Los que me conocen —y respetan como se debe— se refieren a mi como “el Jefe”. Más les vale. Conmigo no se juega, le espeta a otro joven en un cantina, que le quiso invitar un trago. Fue culpa de la putilla esa, le dice para tratar de ganar su confianza. Ninguna morra decente se anda peda con minifalda y sola con varios gueyes a no ser que quiera que le hagan ver el cielo, o la alfombra…

No le contestó. Puso la mirada seria, fría, y se marchó en silencio. El otro, quedó impresionado por la forma indiferente y desapegada del “jefe”. Le causó temor, es cierto. Se manejaba con mucha tranquilidad, le pareció, y eso le generó lo mismo temor que respeto. Quería trabajar para alguien así, le dijo sin obtener respuesta. Partió sin más ni más y eso, le llenaba de curiosidad. Quería saber más de él. De ellos. De todo el caso. Conocer por ejemplo, por qué su banda se llamaba los “los Porkys”. ¿Tenían algo que ver con la película esa de los ochentas donde unos jóvenes querían perder su virginidad en el table del porkys? ¿O era porque el Porkys de la película era poderoso al ser el mafioso hermano del sheriff?

Ya no supo nada. Ni de él ni de nadie. El veracruzano nunca volvió a la cantina. Quizás para que no lo reconociera otra persona. Al parecer se pintó el pelo y la barba, bastante rala, por cierto. Y hoy, acaba de leer que lo detuvieron en un Starbucks en Torreón. Creía que estaba seguro, pues le habían dicho que se había pactado su seguridad con el cártel. Pero no, le cayeron de pronto. La operación fue rápida y sorpresa.

Ya sin poder correr, cuando lo subieron a una camioneta que venía fuertemente resguardada, solicitó que lo dejaran escapar. Déjame hacer una llamada. Tengo dinero, mucho. Mi papá es poderoso, les puede hacer la vida más sencilla, o más cabrona, ustedes deciden. Luego lloró e imploró cuando vio que tomaban hacia el aeropuerto. Pasó de las amenazas a los ruegos, cuando los policías ministeriales le dijeron que no, que ni pedo güero, que tenían ordenes de llevarlo preso. Entonces se le enfrió de nuevo la mirada. Quitó la cara de susto y se tornó inexpresivo. Como siempre.

Lo esposaron. Lo subieron a un jet. Lo interrogaron. Confesó no saber porqué los bautizaron como los Porkys. Ellos no se hacían llamar así. Nunca. Ni nombre teníamos. Solo eran brothers. Uno le dice que porque en el 2001, existía una banda de influyentes en Xalapa que asesinó a golpes a un estudiante a fuera de una fiesta y se terminaron saliendo con la suya. Oiga, yo en el 2001 estaba en primaria y ni sabía qué tan lejos nos quedaba Xalapa del puerto. Ni pedo, güero, así es la prensa. Pero de ésta, no te salva ni tu papá. El gobernador ya está decidido a mostrar que nadie está por encima de la ley.

Lo bajan del avión. Se le ensucian sus carísimos zapatos con toda la tierra y el polvo que rodean el hangar del gobierno de Veracruz. Los flashazos lo deslumbran pero él decide caminar derecho aunque no vea ni lo que pisa. Total, los zapato se los van a quitar seguramente y si se cae, lo levantarán. No hay pedo, le dice a un policía antes de que lo presenten a los medios, mi jefe está bien conectado con morena. Ese ya será otro son, güero, le dice con marcado acento jarocho.

Lo guían hasta un lugar donde le tomarán más y más fotos y algún burócrata dirá unas palabras poco memorables en un Estado que parece tener Alzheimer terminal. Mira el fondo que servirá para la foto, el backdrop, como le enseñaron en mercadotecnia que se le llamaba a esos letreros. Sonríe. Se da cuenta que tiene impresas las siglas PM de Policía Ministerial y FGE, pero debajo de esas últimas siglas dice Procuraduría General de Justicia del Estado de Veracruz. Debiera ser PGJEV o decir Fiscalía General del Estado. Pero ni eso hacen bien estos pendejos, piensa. A ver güero, voltea a las cámaras. Entonces borra la sonrisa y cambia la mirada a una fría e inexpresiva. Como siempre.

El joven norteño mira las fotos del “Porky” en un periódico mientras bebe una cerveza en la cantina de siempre. Es una lástima, le comenta al cantinero. De haber querido que trabajara yo para él, lo habría cuidado para que esto no pasara. Por ésta, que no habría caído en desgracia.