La ciencia detrás del fascismo

13 de Diciembre de 2024

La ciencia detrás del fascismo

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El pensador que declaró inaugurada “la era de las multitudes” e influyó tanto en la forma en que Mussolini y Hitler manejaban el poder como en la de Roosevelt, descubrió también grandes verdades de la naturaleza humana

El fascista por antonomasia, Benito Mussolini, no fue un improvisado aunque lo pareciera. El Duce, como le gustaba ser llamado, estudió y después puso en práctica las ideas de Charles-Marie Gustave Le Bon (1841-1931), uno de los personajes más prolíficos y polifacéticos que hayan existido

Le Bon no sólo influyó en política y gobernantes, sino en antropología, sociología, medicina y psicología, e incluso llegó hasta la física, disciplina en la que estuvo nominado al premio Nobel en 1903 y tuvo correspondencia con Albert Einstein, a quien le reclamó por no haberle dado crédito por haber anticipado sus ideas sobre la conversión entre energía y materia.

Sin embargo, es principalmente conocido por su libro La multitud: un estudio de la mente popular, considerado uno de los trabajos pioneros de la psicología de masas. Aunque Le Bon no fue el primero en abordar este campo, fue el más influyente, pues además de Mussolini, sus ideas marcaron a personajes como Theodore Roosevelt, Charles de Gaulle y Adolf Hitler, según demostró, a partir de la correspondencia de estos políticos, el historiador Jaap van Ginneken en su libro Crowds, Psychology, and Politics, 1871–1899.

Divulgador, pensador o fraude

el fascismo

Le Bon no era un académico profesional y especializado; no formaba parte del sistema de universidades y liceos de Francia. Sus primeras incursiones en la física, para las que se construyó un laboratorio en casa, ocurrieron después de que pasara 30 años escribiendo textos populares (lo que actualmente quizá llamaríamos divulgación) en temas de antropología, sociología y psicología.

Aun así, su “descubrimiento” de la luz negra entró a las memorias de la Academia Francesa de Ciencias junto con los rayos X de Wilhelm Röntgen y la radiación del uranio descubierta por Henri Becquerel, aunque después resultara que Le Bon no había descubierto nada.

Einstein tomó lo suficientemente en serio su reclamo como para responderle a vuelta de correo en junio de 1922, pero le señaló, con palabras amables, que él no sólo había pensado que la masa podría convertirse en energía, sino que ésta era una conclusión de la teoría de la relatividad y que daba la equivalencia numérica de la misma. “En cuanto al resto de su carta, debo decir que no contiene una prueba o un argumento que respalde la relación que pretende ser válida. Sinceramente, A. Einstein”.

De acuerdo con la historiadora Mary Jo Nye (en la revista Historical Studies in the Physical Sciences) su éxito en la física de las radiaciones se debió, en parte, a que era un campo recién inaugurado y que estaba abierto a las nuevas ideas. En parte, “también, fue por su amistad con ciertos miembros

de la Academia, hombres con quienes compartía puntos de vista políticos y filosóficos, más que científicos”.

En lo que respecta al Nobel de Física de 1903, el premio le fue concedido a Marie y Pierre Curie por su descubrimiento de los elementos radiactivos, en particular el radio. Sin embargo, en materia de psicología y sociología, el gran éxito de Le Bon se debió a otros factores más legítimos.

La era de las multitudes

Además de sus propias y revolucionarias ideas, Le Bon se apropió de las ideas de otros en materia de psicología de masas, asegura Van Ginneken; sin embargo, fue él quien logró ampliarlas y darles una audiencia mucho mayor que la académica.

En La multitud... Le Bon tomó las ideas de la psicología de masas y les dio un contexto que resaltó su relevancia en política al afirmar que, a finales del siglo XIX, cuando escribió el libro, la humanidad se encontraba en un momento crucial, cuando el poder se estaba alejando de las élites y acercando a las masas.

“Mientras todas nuestras antiguas creencias se tambalean y desaparecen, mientras los viejos pilares de la sociedad se derrumban uno a uno, el poder de la multitud es la única fuerza que no es amenazada, y cuyo prestigio crece continuamente. La era en que estamos a punto de entrar será en verdad la ERA DE LAS MULTITUDES”, escribió Le Bon.

Entre las citas que se han hecho famosas del libro, destacan su caracterización de las masas, propensas a “la impulsividad, la irritabilidad, la incapacidad de razonar, la ausencia de juicio del espíritu crítico, la exageración de los sentimientos...”. También el hecho de que la mente de los individuos termina subordinada a la de la multitud: “un individuo sumergido durante cierto tiempo en una multitud pronto encuentra a sí mismo —ya sea como consecuencia de la influencia magnética emitida por la multitud o por alguna otra causa que ignoramos— en un estado especial, que se parece mucho al estado de fascinación en el que el individuo hipnotizado se encuentra en manos del hipnotizador”.

La apropiación de Mussolini

El manejo de masas de Mussolini era innegable. De 44 millones de personas que, se calcula, vivían en Italia en 1939, 21.6 millones tenían credenciales del Partido Fascista; aunque más que a la ideología del partido, hubo culto a la personalidad del líder.

El “musolinismo”, según Piero Melograni en el Journal of Contemporary History, era distinto del fascismo, e incluso, “muchos de quienes ensalzaban al Duce como alguien mandado por la Providencia, el salvador del país, veían con sospechas al partido. Contrastaban su honestidad y moderación con la corrupción y el extremismo de ciertos círculos fascistas. Atribuían las desventuras de Italia a aquellos que actuaban sin el conocimiento del Duce”.

Epílogo

Según Le Bon, hay tres factores que generan la mente multitudinaria: el anonimato, el contagio y la sugestionabilidad. Con ellos, los individuos racionales se sienten invencibles y experimentan una pérdida de la responsabilidad personal, lo cual, más allá de sus repercusiones políticas en la “era de las multitudes”, parece ser cierto desde las manadas de protohumanos hasta las redes sociales.

“Mientras todas nuestras antiguas creencias se tambalean y desaparecen, mientras los viejos pilares de la sociedad se derrumban uno a uno, el poder de la multitud es la única fuerza que no es amenazada, y cuyo prestigio crece”. Gustave Le Bon en La multitud: un estudio de la mente popular.