La educación no es cuestión de actitud

15 de Octubre de 2024

La educación no es cuestión de actitud

La educación

Las luchas de los niños desfavorecidos en la escuela tienen poco o casi nada que ver con el carácter, la actitud o la falta de “mentalidad de crecimiento”, revela una investigación con datos para 74 países

“En todos los países del mundo, incluido México, los niños de entornos de clase media y los más ricos obtienen mejores resultados en la escuela, en lectura, matemáticas, ciencias y en todas las materias en general, que los niños de entornos desfavorecidos y de bajos ingresos. Eso es bien sabido”. Sin embargo, no se sabe por qué exactamente existe esa brecha en el aprendizaje escolar entre los niños más ricos y los más pobres.

Una de las hipótesis que más se han manejado, hasta a nivel popular, es que tal vez los estudiantes de bajos ingresos carecen de algunas habilidades socioemocionales, “como una mentalidad de crecimiento o que tengan una mala ética de trabajo, ya sabes, tal vez no estén motivados para tener un buen desempeño en la escuela. Quizás no ven el sentido de ir a la escuela” comenta con ejecentral Rob Gruijters.

Gruijters es el autor principal de una investigación que pretendía averiguar si esta hipótesis es cierta. De serlo, “la implicación sería que la forma de cerrar esta brecha de desempeño sería ofrecer este tipo de aprendizaje social y emocional a estudiantes de bajos ingresos para mejorar su rendimiento y así reducir la brecha”.

Sería una forma relativamente barata y fácil de implementar para mejorar la realidad de muchos jóvenes en el mundo. Pero “descubrimos que este no es realmente el caso”, dice el investigador de la Facultad de Educación de la Universidad de Cambridge.

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Pero sí son (muy) importantes

Gruijters y sus colegas (Isabel Raabe y Nicolas Hübner, de las universidades de Zürich y Tübingen, respectivamente) utilizaron datos de 74 países del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) de 2018, “que contiene un amplio conjunto de medidas psicológicas, que incluyen la mentalidad de crecimiento, la autoeficacia y el dominio del trabajo”, escriben en el reporte de su investigación en la revista Sociology of Education.

Así encontraron que no es que las habilidades sociales y emocionales no jueguen un papel importante en la desigualdad educativa; lo que sucede es que “la diferencia en las habilidades sociales y emocionales entre los estudiantes con ventajas y con desventajas no es tan grande”, dice Gruitjers.

Los niños socioeconómicamente favorecidos tienen niveles algo más altos de habilidades socioemocionales, pero “los estudiantes desfavorecidos generalmente tienen una ética de trabajo y actitudes hacia la escuela bastante positiva”. Es decir que ambos grupos se benefician por igual de las habilidades sociales y emocionales o, en otras palabras: “Son importantes para todos”, pero no explican las diferencias.

En conjunto, los especialistas encontraron que “las habilidades socioemocionales medidas explican no más del 8.8% de la brecha” de rendimiento escolar, lo que, para los investigadores, es una participación “modesta”, pues se trata de un límite superior, “así que la proporción real probablemente sea menor que eso”.

Gruijters explica que es probable que se tenga una “causalidad inversa en los datos”, lo que significa que tal vez no se trata de que las habilidades sociales y emocionales contribuyen a los resultados del aprendizaje, sino que podría ser al revés:

“Ya sabes, si te va muy bien en la escuela y recibes muchos comentarios positivos, desarrollas mejores habilidades sociales y emocionales, te vuelves más seguro de ti mismo, obtienes una mejor ética de trabajo y si te desempeñas mal, te desanimas… y por eso decimos que es un límite superior”, señala.

El peculiar caso mexicano

En términos generales, la brecha de aprendizaje escolar a nivel mundial es muy grande. De acuerdo con las cifras de PISA equivale a aproximadamente tres años de escolarización. “Eso es bastante”, dice Gruijters.

Sin embargo, el caso de nuestro país, donde el desempeño escolar es pobre en general y sin que importe demasiado el nivel socioeconómico, se escapa de la norma. Por un lado, porque “comparativamente, la brecha no es tan grande en México”, ya que la diferencia entre los alumnos con más ventajas y lo que tienen menos es de 58.9 puntos, muy lejos de los 106.5 que hay en Alemania, los 107.3 de Francia y los 110.3 de Hungría.

Por otro lado, el 19.3% de las diferencias de aprendizaje en México se explican por las diferencias en el aprendizaje socioemocional, lo cual es mucho más que el 4.3% que se tiene en Italia, el 2.5% de Alemania y hasta que el 9.3% de Hungría.

Entonces, es bastante en comparación con otros países, le digo a Gruijters. “De acuerdo, es un poco más, pero no demasiado”, contesta, ya que hay varios países donde esa cifra es similar, como Nueva Zelanda (21.2%), Moldavia (20%) y Estados Unidos 18 por ciento.

Además, queda un 79.4% que “se debe a cosas que no están relacionadas con el aprendizaje social y emocional… Cualquier otra explicación podría estar relacionada, la calidad de las escuelas a las que asisten o cualquier cosa que suceda en el hogar… No sabemos, ese es el 79.4 por ciento”.

Estructura y preescolar

“Con base en estos hallazgos, sostenemos que es poco probable que las iniciativas para promover el aprendizaje social y emocional reduzcan sustancialmente la desigualdad educativa”, señalan los autores en el reporte de la investigación.

Rob Gruijters considera que para reducir la brecha serían necesarias “políticas que se centren en las razones estructurales por las que existen estas diferencias, y eso se relaciona especialmente con las diferencias en los tipos de escuelas a las que asisten” los niños.

En general, Gruijters considera que “los estudiantes de bajos y altos ingresos no asisten al mismo tipo de escuelas… Eso obviamente tiene implicaciones para las oportunidades que tienen para aprender”.

“Otra cosa que influye en muchos países es la tutoría extracurricular. Los padres pagan por tutores privados para ayudar a los niños fuera de la escuela, lo que, por supuesto, depende de los ingresos”, detalla.

El investigador hace énfasis en que se requiere educación preescolar “de alta calidad”, ya que “muchas de estas brechas de aprendizaje surgen incluso antes de que los niños se matriculen en la escuela, desde los tres, cuatro o cinco años ya vemos discrepancias bastante grandes en las habilidades cognitivas de los niños y en algunas habilidades para hablar, leer, etcétera”.

Entonces, “si hubiera un preescolar universal y de buena calidad, eso ayudaría a evitar que surjan algunas de esas brechas en primer lugar”, opina.

Ondas cerebrales y las otras brechas

Existen una multitud de otras aproximaciones a las brechas educativas que no necesariamente se contraponen con la investigación de Gruijters y sus colegas. Por ejemplo, en Alemania se hizo un estudio para entender las diferencias entre a habilidad lectora de las niñas, que suele ser superior a la de los niños de la misma edad.

La investigación, hecha por un equipo de la Universidad de Hamburgo y publicada en la revista Child Development, recopiló información sobre mil 508 estudiantes de 60 clases en Alemania de quinto y sexto grados, y se encontró que, más que el grado de confianza y la motivación para leer o el nivel socioeconómico, la diferencia se debía a un fuerte estereotipo que favorecía a las niñas en lectura.

“Es una especie de ciclo –explica Francesca Muntoni, la investigadora postdoctoral que dirigió el estudio–. Los estereotipos de género, que enfatizan que las niñas son más competentes en lectura que los niños, afectan significativamente a los niños y hacen que devalúen su capacidad real de lectura y al mismo tiempo tengan menos motivación para leer, lo que a su vez perjudica su desempeño en lectura”.

Una aproximación inusual se publicó hace poco en la revista Psychological Science, pues encontró que los estudiantes (jóvenes universitarios) cuyas ondas cerebrales están “más sincronizadas” con las de sus compañeros de clase y sus profesores aprenden mejor que aquellos que carecen de esta “sincronía cerebro a cerebro”.

Las ondas fueron medidas por electroencefalografía durante algunas sesiones entre estudiantes e instructores, y el equipo de investigación hace énfasis en que, al observar las ondas cerebrales de manera individual, no pudieron determinar qué tan bien los estudiantes retenían información; sólo al observar la sincronía en las ondas cerebrales entre estudiantes y maestros se podía predecir el desempeño que tendrían en las pruebas de opción múltiple que harían después.

Desafortunadamente, el estudio no explica cómo “entrar en onda” con los instructores y el resto de la clase.

Epílogo con Covid-19

Aunque no formó parte del estudio, Gruijters comenta que analizó los resultados de PISA 2022, y señala que la Covid-19 “redujo los resultados del aprendizaje en todos los ámbitos, así que los resultados de aprendizaje de todos disminuyeron en casi todos los países. Y también aumentó la desigualdad… Aumentó la brecha entre el nivel socioeconómico bajo y alto”, concluye.

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