La DEA pudo haberse equivocado en los tiempos y la forma de comunicar la Operación Portero, incluso pudo haber mentido como lo sostiene la presidenta de México, pero a la luz de las reacciones en Estados Unidos al desmentido presidencial sobre una gran operación conjunta para atrapar narcos de frontera, no es dificil anticipar que el país se verá sujeto a una nueva ronda de presiones, mediáticas primero y políticas después, azuzadas desde la Casa Blanca y las diferentes oficinas encargadas de la presión sobre otros estados, en este caso sobre su vecino del sur.
De nuevo, en este juego del gato y el ratón en que se convirtió la relación bilateral desde que Andrés Manuel López Obrador decidió presionar a Dondald Trump abriendo la puerta a las caravanas migrantdes de centro y Sudamérica, sobrevendrán las acusaciones de rechazo a la colaboración para combatir a las mafias y los nrecuerdos del escandaloso resultado de la politica de abrazos y no balazos del lopezobradorismo.
Ya se sabe que la realidad importa mucho menos que la percepción y la mejor prueba de eso es que esta nueva ronda de presiones contra México, derivadas del madruguete informativo de la DEA al gobierno mexicano con la Operación Portero, se da justo cuando México ha cooperado con la mayor disposición e intensidad cuantificable de los últimos años. Apenas hace unas semanas se celebraba la entrega a la justicia norteamericana de un segundo paquete de 26 capos del narcotráfico, entre ellos Servando Gómez Martínez, La Tuta, y ahora la narrativa en EU colocará de nuevo al vecino del sur como un estado que se niega a cooperar contra las mafias.
La negación por parte del gobierno mexicano, a pesar de las afirmaciones de la DEA, de la existencia de un operativo conjunto, genera en EU desconcierto y dudas sobre la disposición de México para combatir la delincuencia de manera conjunta. Con razón, hay quien cuestiona por qué un gobierno se empecinaría en “negar que se colabora para combatir a las mafias” cuando acaba de entregar, vía expres, a 26 capos. Sobre todo a sabiendas de que esa negativa, aunque solo fuera discursiva, será utilizada por Trump y sus colaboradores como una nueva razón para presionar, con más aranceles y un mayor endurecimiento de la política antiinmigrante dirigida a trabajadores mexicanos, para lograr más concesiones de parte de México.
El gobierno mexicano ha reconocido un distanciamiento con la DEA. En general, se asume que el ajemamiento se originó en el sexenio anterior, particularmente tras la detención del general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional. Hay quien afirma que Cienfuegos fue detenido sin pruebas y por eso fue devuelto a México, pero también hay quienes aseguran que el militar fue enviado al país en lugar de ser imputado y procesado en los Estados Unidos, por una solicitud del más alto nivel del gobierno mexicano, que prometía investigarlo y juzgarlo en México. Se acabó el gobierno lopezobradoritas, pero en México nunca hubo juicio para Cienfuegos. En los Estados Unidos, eso se consideró un engaño que también contribuyó a deteriorar la imagen de México y a generar la crisis diplomática que existe entre ambos países.
La DEA juega como el policía malo y lo más probable es que no hayan acordado el comunicado sobre la Operación Portero con nadie; menos con la Presidenta de México, es decir, que engañaran con el objetivo de entrampar a Cxlaudia Sheinbaum y al país para renovar la narrativa de la falta de cooperación y así mejorar su posición en la nueva ronde de negociaciones del tratado comercial. En la era Trump, caracterizada porque la percepción y la narrativa importan más que la realidad, el gobierno mexicano deberá cuidarse también de las provocaciones y las trampas que cualquier agencia y funcionario norteamericano con capcidad de emitrir comunicados, pueden preparar.
@EnvilaFisher