Beatriz

25 de Agosto de 2025

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

Beatriz

raymundo riva palacio AYUDA DE MEMORIA

1ER. TIEMPO. La poderosa no primera dama. En mayo de 2018, en plena campaña presidencial, el candidato Andrés Manuel López Obrador estaba de gira en Minatitlán con su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, quien tomó el micrófono para hacer un pronunciamiento sobre lo que haría si llegaban a Palacio Nacional. “No hacer lo que yo considere no era lo correcto”, fue el punto de partida de su reflexión. Decidió pensar “distinto” sobre el espacio público en las mujeres, su participación en la política y dejar atrás las “ideas rancias” sobre las esposas de presidentes y funcionarios. “Por lo pronto -agregó, la denominación de primera dama no me correspondería”. Años después habló en la mañanera de lo que había sido su papel, y dijo que lo importante habían sido los actos que había llevado a cabo, “distintos a lo que había sido la continuidad de las esposas de los presidentes”. En la mayoría de los casos, sí había sido muy distinta a todas las esposas de los presidentes, salvo Martha Sahagún, que como ella, jugó un papel protagónico en el sexenio donde sus esposos gobernaron. Gutiérrez Müller construyó su espacio político a contracorriente. Una vez en el poder, volvió a deslindarse del título de “primera dama”, con el argumento de que México era una República, no una monarquía. En la narrativa, la decisión parecía un gesto progresista: reivindicar que las esposas de los presidentes no deben tener un papel institucional ni recibir recursos públicos. En los hechos, el discurso sirvió para ocultar algo más complejo: Gutiérrez Müller no desapareció del escenario político, sólo se replegó a una esfera más discreta, desde donde ejerció una gran influencia. Desde la campaña, quienes visitaron a López Obrador en su casa de Tlalpan vieron a Beatriz siempre a su lado, callada y discreta, salvo cuando su esposo le pedía intervenir. Formaba parte del círculo íntimo del presidente, con voz y voto, con veto y capacidad para meterse en decisiones de Estado y políticas públicas. Su presencia pública fue intermitente, marcada por momentos de tensión y de protagonismo, como en 2020, en plena pandemia de la Covid-19, cuando respondió de manera despectiva a una ciudadana que le pedía pronunciarse sobre los niños con cáncer. “No soy médico”, escribió en las redes sociales, en un mensaje que sintetizó la distancia con la sociedad civil y la falta de sensibilidad de Palacio Nacional en aquel momento crítico. La fuerte reacción negativa la llevó a replegarse, pero quedó claro que, pese a no ocupar un cargo, su voz tenía peso político y consecuencias públicas. Junto con ese papel visible aunque en las sombras, se dedicó a construir una identidad académica y cultural, posicionándose como escritora y promotora de la historia. Ese doble juego de negar el título, pero ejercer influencia, reflejaba la forma en que el lopezobradorismo entendía el poder: personal, familiar y patrimonial. Gutiérrez Müller encontró su paso en el espacio ambiguo de la cercanía con el presidente, sin cargo público formal, pero con capacidad de abrir o cerrar puertas, construyendo una red propia, en el campo de la cultura, académico y editorial bajo la sombra de su poderoso esposo.

2DO. TIEMPO. Una figura que polarizó. Sin proponérselo, quizás, acomodándose su realidad a sus intereses, Beatriz Gutiérrez Müller construyó un personaje político que se movía en los márgenes del poder palaciego, pero que cada cierto tiempo, saltaba al centro del escenario con estruendo. Los episodios se fueron acumulando durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, desde sus comentarios en redes sociales, escritos con la contundencia de quien no tiene filtros, provocadores, en ocasiones rayando en el despotismo intelectual, hasta sus desplantes frente a críticos y periodistas, que detonaban controversias. Su negativa a ser llamada “primera dama” parecía un gesto progresista, de distanciamiento con las formas caducas de la política, pero con el paso del sexenio, lo que emergió no fue tanto la académica ni la escritora, sino una figura pública que polarizó, incomodó y dividió. Sus palabras nunca fueron las de una ciudadana más, sino las de la esposa del presidente, aunque en sus palabras sugiriera un deslinde. Cada mensaje que escribía en las redes sociales y cada gesto se convertía en combustible para el debate político. El primer episodio sucedió dos semanas antes de asumir la Presidencia López Obrador, cuando El Universal publicó que después de haberse fracturado la tibia y el peroné jugando, su hijo menor “nos dicen que anda como pez en el agua”. Gutiérrez Müller explotó. Reprochó públicamente al diario, y en privado se quejó ácidamente con los editores. El periódico modificó sus criterios editoriales, y ella hizo famosa una etiqueta en las redes, #ConLos NinosNo, que a muchos en el régimen les importó poco cuando se trataban de los hijos de los opositores, pero ella mantuvo la congruencia que sus correligionarios no tuvieron, cuestionando abusos con los hijos de los adversarios de su esposo. Pero el desenlace con El Universal se le quedó como una marca de dureza, que le acarreó críticas de comportarse como si estuviera blindada por el aura presidencial, incapaz de aceptar el escrutinio público que inevitablemente acarreaba su posición. Sus defensores, en cambio, veían en ella a una mujer que no estaba dispuesta a caer en los estereotipos de la sumisión y el silencio, y que respondía con la misma vehemencia con la que era atacada. Una muestra se dio en los últimos días, tras la publicación en el diario español ABC que se iba a mudar con su hijo a Madrid, donde estudiaría la universidad, y que había escogido vivir en La Moraleja, el barrio de los millonarios. Gutiérrez Müller desmintió a ABC, y cuando se vio arropada por los suyos, volvió a escribir una velada amenaza en las redes, sugiriendo que, con el nuevo Poder Judicial, podría emprender una demanda contra el diario. Borró ese mensaje, pero quedó como recordatorio de la paradoja de lo que había sido su protagonismo, que recuerda lo incómoda que puede resultar la frontera difusa entre lo privado y lo público en la que se movió.

3ER. TIEMPO. Ministra sin cartera. Uno de los muchos paradigmas de la política mexicana que cambiaron durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, es que la sobriedad dejó de ser un capital más valioso que la vehemencia. Lo llevó al máximo el expresidente, pero también su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, que creó un espacio ambiguo en el que sus intervenciones eran vistas como asuntos personales, pero interpretadas siempre en clave política. Su cercanía con el poder presidencial convirtió cualquier acto suyo, desde un regaño en redes hasta una ausencia protocolaria, en un mensaje. Y los mensajes, en la semiótica política, pesan más que los silencios. Gutiérrez Müller era una figura que públicamente quería ser ajena al poder, pero que al mismo tiempo, desde las sombras, lo ejercía con una fuerza que no pasó desapercibida. Aunque se mantenía detrás de su esposo, nunca fue una figura secundaria. Al contrario. Fue ella la autora de la carta que envió López Obrador al rey Felipe VI en la primavera de 2019, donde le pedía que ofreciera disculpas a los pueblos originarios en México por los crímenes y atropellos durante la Conquista, con lo cual quería conmemorar la pareja los 500 años de la caída de Tenochtitlán, que provocó un distanciamiento con el Estado español que aún perdura. Fue ella la responsable, en la acción que mayor daño causará al país en una generación, el encargar la construcción de los nuevos Libros de Texto Gratuitos, a Marx Arriaga, su incondicional colaborador, quien encabezó un equipo que entregó, de acuerdo con los expertos, libros llenos de errores conceptuales, pedagógicos y didácticos. Eran malos y resultaron inútiles, que verán reflejada la consecuencia en la calidad de la educación de los menores. La no “primera dama” cumplía funciones diplomáticas que correspondían a la Secretaría de Relaciones Exteriores, metiéndose en designaciones de embajadores en misiones estratégicas. Gutiérrez Müller se involucró en todos los ámbitos de la cultura, reclutó historiadores, escritores y periodistas para elaborar una obra epopéyica sobre López Obrador, manipulando los asuntos de gobierno, como fue un encuentro en octubre de 2023 de presidentes y cancilleres latinoamericanos en Palenque, donde está el rancho de López Obrador, para hablar de la migración a Estados Unidos, que surgió de una idea de ella para incorporar la reunión en el libro de su legado, proyectándolo como líder mundial. Poco antes de terminar el sexenio de su esposo, partieron caminos. López Obrador dijo que se marcharía a su finca en Palenque, pero que ella y su hijo menor permanecerían en México. Era el fin de una relación que había comenzado casi dos décadas atrás, cuando ella, funcionaria de segundo nivel en la Dirección de Comunicación Social del gobierno de la Ciudad de México, lo conoció como el hombre fuerte de la capital. La controversia que desató la solicitud de la nacionalidad española, que hasta hoy no ha desmentido, y la publicación de que se mudaría a España, tomó tanta tracción que, cuando menos públicamente, la volvió a acercar con López Obrador. ¿Qué tanto es real y qué tanto una simulación? No sabemos. Pero no hay que olvidar el cambio de paradigma mexicano, donde los mensajes pesan más que los silencios.

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