Zafarrancho

A nadie debería sorprender lo que ocurrió ayer en el Congreso de la Ciudad de México. Las mujeres, igual que los hombres, son personas con límites y limitaciones. Del mismo modo que los varones, son víctimas de la polarización y el discurso de odio que, desafortunadamente, sigue ganando terreno en la sociedad. La violencia es censurable, pero igual, entre hombres y entre mujeres. Es aún más censurable entre representantes populares porque se supone que el diálogo, el debate y la negociación, son algunas de sus muchas herramientas de trabajo. En lugar de condenar a las mujeres por un zafarrancho igual que los protagonizados por varios legisladores varones, habría que reflexionar con seriedad hasta dónde se piensa permitir que los insultos sigan sustituyendo a las ideas y la polarización continúe minando la cohesión social básica.