La voluntad de ayudar no era suficiente, había que salvar vidas

5 de Mayo de 2024

La voluntad de ayudar no era suficiente, había que salvar vidas

MEXICO-QUAKE

Volunteer rescue workers gather during the search for survivors and bodies in Mexico City on September 21, 2017, two days after a strong quake hit central Mexico. A powerful 7.1 earthquake shook Mexico City on Tuesday, causing panic among the megalopolis’ 20 million inhabitants on the 32nd anniversary of a devastating 1985 quake. / AFP PHOTO / ALFREDO ESTRELLA

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ALFREDO ESTRELLA/AFP

Volunteer rescue workers gather during the search for survivors and bodies in Mexico City on September 21, 2017, two days after a strong quake hit central Mexico. A powerful 7.1 earthquake shook Mexico City on Tuesday, causing panic among the megalopolis' 20 million inhabitants on the 32nd anniversary of a devastating 1985 quake. / AFP PHOTO / ALFREDO ESTRELLA

La ayuda ciudadana se volcó a las calles tras el terremoto, sin embargo conforme pasaron las horas el requerimiento de expertos se hizo evidente

“Y pensar que todo esto alguna vez fue la casa de alguien”, se decían unos a otros mientras removían pesados trozos de concreto, lo que quedó de sillas, muebles y demás despojos que apenas horas antes eran el hogar de otro al que no conocían. De inmediato, tras ocurrido el terremoto, miles se volcaron a las calles para ayudar a aquellos que lo requerían y ante el desconcierto y la lenta reacción de las autoridades fueron la opción. Sin embargo, mientras avanzaban las horas y los protocolos oficiales fueron instalándose, la sociedad pudo palpar que la voluntad no es suficiente para salvar vidas. Se requiere preparación, aunque los especialistas fueron insuficientes para atender esta tragedia. Cientos de edificios, en su mayoría de uso habitacional, fueron los que no soportaron el poderoso embate del terremoto del pasado 19 de septiembre, despojando de todo a miles de mexicanos que vieron cómo en segundos sus hogares se venían abajo. La tragedia que además cobró la vida de 331 personas hasta ahora. La noche del martes 19 de septiembre había interminables cadenas humanas que transportaban, de mano en mano, cubetas llenas de escombro, pedazos de concreto, tabique y fierros retorcidos. Fueron muchos los que inundaron las calles en las distintas zonas siniestradas en la Ciudad de México. Entre las ruinas, fotografías, ropa, libros, discos, juguetes, zapatos, muebles, lavamanos y cualquier cantidad y tipo de objetos saltaban a la vista, lo que erizaba a los voluntarios que no dejaban de comentar que ese menaje revoloteado era lo usado, leído, escuchado o disfrutado por quienes quizás no podrían hacerlo más. Esa noche y madrugada, las autoridades encargadas de brindar seguridad y auxilio a los ciudadanos se vieron nuevamente rebasadas por la sociedad civil, como 32 años antes cuando el peor terremoto azotó a la capital. En algunos puntos, se carecía de dirección de expertos en desastres, algo indispensable en las primeras horas tras la emergencia. Instantes vitales para ayudar a quienes quedaron atrapados bajo los escombros. Al paso de los días, pese a que el apoyo de los voluntarios no cedía y las filas de gente deseosa en ayudar eran kilométricas, el requerimiento de especialistas como carpinteros, herreros, electricistas, médicos, paramédicos, veterinarios y enfermeras hacía imposible continuar con las labores del rescate al ritmo esperado. La carencia era patente. Equipos de rescate arribaron a México procedentes de más de 15 países. Expertos de Japón, Alemania, España, Chile, Estados Unidos, Panamá y otras partes del mundo para auxiliar en las labores de rescate de personas; una ayuda enorme y muy agradecida por los mexicanos. Fue en especial el gesto de respeto que el equipo japonés mostró ante la desgracia la que más conmovió. Aunque en muchos casos no hubo tanta suerte y lo único que pudieron sacar de entre las ruinas fueron cuerpos sin vida. Cuatro días después de la tragedia, tras largas jornadas y horas de trabajo continuo para remover toneladas de escombro, uno a uno se fue anunciando el fin de los trabajos de rescate en los distintos puntos de colapso. La reconstrucción aún está por venir. Y aunque solo en cinco zonas devastadas la esperanza de hallar sobrevivientes sigue viva, aún decenas de familias desconocen el paradero de un hijo, hermano, padre, madre, amigo o mascota. El sismo del pasado 19 de septiembre nos mostró dos cosas de las que, tal vez, no éramos conscientes hasta ahora: que los mexicanos somos un pueblo unido y dispuesto a ayudarnos los unos a los otros en cualquier situación y que en ocasiones la voluntad no es lo único que se requiere para salvar vidas.

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