Lo barato, sale caro: una historia real

7 de Julio de 2025

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Lo barato, sale caro: una historia real

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Saliendo del condominio, una vecina con su camioneta invadió mi carril y me chocó. Afortunadamente, yo estaba completamente detenido, de lo contrario, podría haber sido más aparatoso. Mil perdones, no lo vi, qué pena. No se preocupe, así son los accidentes y a llamar a los seguros. El de ella, la compañía de Segurso XYZ

Después de media hora de papeleo me pregunta el ajustador de la Compañía de Seguros XYZ, si quiero que me reparen el daño en un taller de ellos, o si deseo ir a un centro de valuación donde me dirían una estimación de lo que cuesta arreglar mi vehículo por si quiero llevarlo a un taller de mi preferencia. Yo le recomiendo, me dice con certeza, que vaya al centro de valuación, porque ahora tenemos mucha carga de trabajo y nuestros talleres tardan al menos 15 días en reparar los carros. Oiga, pero es apenas un tallón, solo hay que sacar el golpe, cambiar el faro, y pintar nada más. Sí, lo lamento, por lo menos dos semanas.

Como parte fundamental de mi vida es estar en diario y continuo movimiento y no puedo darme el lujo de perder mi herramienta de trabajo por 15 días, decido ir al centro de valuación. Benditos GPS’s, de no contar con ellos, no habría dado nunca con el lugar, pues pareciera que se esforzaron en ponerlo en una de las zonas más recónditas y peligrosas de la ciudad.

Al llegar al punto, me topo con una pequeña caseta de vigilancia, un gran portón de metal y una pared grafiteada y sí, ya después de mirarlo con calma, veo que por ahí debajo de la pintura en aerosol, se alcanza a ver el logotipo de la compañía de seguros. Son las 8:30 am. No se ve nadie en el lugar, pero por suerte va llegando una persona a la caseta.

—Buenos días, ¿éste es el centro de valuación? Como no hay letrero… —Abrimos hasta las nueve —me contestó sin siquiera mirarme a los ojos y cerrándome la puerta en las narices.

Esperé media hora en mi carro y cuando ya era hora, toqué de nuevo a la caseta. Me abrió el mismo individuo y sin dar los buenos días, me dijo que pasara. Esa caseta, era su oficina. Había dentro, un desgastado escritorito y dos sillas desvencijadas; digna escena de cualquier ministerio público. Mire, vengo a que me haga una valuación porque quiero ver si me conviene eso o meterlo a sus talleres que me dicen están saturados. Sí, están llenos, me contesta secamente. Y si le hago la valuación, no podrá ya llevarlo al taller. Es o una u otra. Pues hágala.

Salimos, toma fotos del daño, apunta. Yo tomo fotos también y se las mando al mecánico que nos ha trabajado toda la vida y quien es sumamente económico (dedicándonos al transporte, sabemos bien de talleres). Ahora espéreme aquí en su carro un rato en lo que evalúo. En el inter, me dice mi mecánico que consiguiendo el faro usado y ya con hojalatería, pintura y mano de obra, saldrá en 7 mil 500 pesos.

Al rato, me llama el funcionario. Mire, ya hice números y le podemos dar 6 mil. Oiga, no, no me conviene. Me cotizó mi mecánico de confianza. No busco ningún abuso sino la reparación del daño. Entonces me regaña. Se lo advertí antes, me dice. Y me tiene que firmar aquí la aceptación. Me niego y le digo que voy a llamar a la Compañía de Seguros XYZ. Pues allá usté. Yo ahora mismo le aviso a mi jefe…

—Buenos días, gracias por llamar a la Compañía de Seguros XYZ, ¿en qué podemos servirle? — Señorita, deseo hablar con alguien porque en el centro de valuación me dicen una cantidad que me parece baja pero a la vez me dicen que si llevo el auto al taller, se tardarán al menos, 15 o 20 días por algo que es relativamente sencillo y que toma máximo 3 días con todo y pintura.

Me transfieren con el supervisor de valuaciones internas en el departamento de siniestros nacionales con la división centro. Oiga, no me parece la cantidad, no me alcanza. Entonces, mándelo al taller. Entiendo, pero el ajustador y el valuador, me dicen que ya no de puede y que se tardarán en promedio quince a veinte días, no puedo dejar tanto tiempo mi herramienta de trabajo. Ellos, me contesta, no saben de eso ni tienen porqué decirle cosas que no les corresponden. Mire, no sé si les corresponde o no, pero si usted me garantiza mejores tiempos, con gusto les dejo el auto en su obraje. Pues no le puedo garantizar nada, pero si gusta, a 15 minutos de distancia está uno de nuestros talleres.

GPS hasta el taller porque no contestan al teléfono. Toco otro enorme portón de metal porque está cerrado. Me abre el jefe. No señor, estamos repletos de trabajo, no puedo ni recibírselo porque ni lugar tenemos. Si gusta, venga en unas tres semanas a ver si ya le puedo recibir el carro. Me tardaría entre tres y cuatro semanas. Con un carambas.

Llamo de nuevo al supervisor de valuaciones y me dice que se le hace raro, que si gusto puedo ir a otro taller a 40 minutos de distancia. Le digo que no, que llame él al taller y pregunte. Se corta la llamada. Le marco 5 veces más. Por fin me contesta y me reitera: se tarda unas tres semanas. Vea que ya me lo habían dicho el ajustador y el valuador y usted, insiste en que no era de su incumbencia. Mire, es mi situación y me dice que no puede pagar más de lo que dicta su sistema de valuación sin autorización, entonces, ¿a quién debo llamar? A fulanita, la extensión es tal, pero no puedo transferirlo porque es otro edificio. Llame al numero tal.

—Compañía de Seguros XYZ —contesta una mujer —Buenas tardes, mire, quiero ver si usted me puede ayudar, que ya llevo horas en esto. —Dígame —Fui a un taller y estaba lleno… —Yo no veo talleres —me interrumpe con sequedad antes de colgarme el teléfono sin ninguna explicación.

Volví a marcar. Le dije que era por tema de valuaciones. Me responde que ella está encargada de las valuaciones médicas. ¿Con quién me debo comunicar entonces? No sé, pregunte en conmutador, me sentenció antes de volver a dejarme hablando solo.

Ya estuvo bueno, llevo toda la mañana perdida en ires y venires, lo cual hace que pierda más dinero por no trabajar, que la diferencia que quiero que me paguen. Es-de-que ahí está el negocio, me dice un taxista que pasa las mismas que yo. Es la tercera vez que vengo y ni trabajándolo mi hermano que no me cobra la mano de obra, me sale lo que me pagan. Pero eso es mejor que no trabajar tres semanas o me moriría de hambre. Dicen que porque ellos compran mucho, tienen mejores precios. Puede ser, pero no alimentan a mis niños.

Yo no me puedo dar esos lujos, la neta. Que me den lo poco que me quieren dar, y ya le reclamaré después a la vecina el resto porque su Compañía no me lo pagó completo. Regreso a la caseta de valuación. Buenas tardes, le digo en saludo al ya conocido valuador, quien me levanta la mano para ponerme un alto. Está comiéndose una enorme cantidad de fruta dentro de un gran bote de unciel. Oiga, lamento interrumpirle en su almuerzo, pero por favor aceleremos esto, ya perdí 6 horas. Me responde sin mirar: se lo advertí, ahora se jode y espere a que termine mi lonche en lo que me reactivan el tramite porque lo di de baja y lo mandé a talleres y no se pueden ambas cosas. Yo cuento hasta diez y le pregunto: ¿Sí sabe que el lema de la empresa para la que trabaja, es buscar la mejor calidad? Su respuesta fue: uuuuy, a mí qué me dice, es el nuevo sistema, y volvió a clavarse en sus frutas con miel y crema chantilli y encogerse de hombros con un valemadrismo burocrático sin igual.

Vaya, y yo que pensaba cambiarme a esa compañía porque me parecía que sus precios, eran los más competitivos.

@zolliker