Lo mejor de Japón

29 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Lo mejor de Japón

“Si el viajero visita países que están en mejores condiciones, él puede aprender cómo mejorar el propio”. – Samuel Johnson

Japón es un reto para cualquier extranjero. Especialmente, para los que somos occidentales. No sólo por la diferencia en el lenguaje, sino por el reto que nos crea para intentar comprender su milenaria historia, su particular naturaleza, su ejemplar civismo y su señera cultura. Esta tierra fue tan poderosa que incluso logró doblegar al imperio chino (guerra sino-japonesa) y puso al mundo entero en jaque con la guerra del pacífico (Taiheiyō Sensō) durante la segunda guerra mundial, que concluyó cuando el presidente Truman, decidió evaporar a varios cientos de miles de personas con las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, pues según lo que declaró, no parecía haber otra manera de causar la rendición de los aguerridos nipones.

Como es de imaginar, al terminar el conflicto armado, Japón quedó en ruinas y fue ocupado por los países “aliados”. En apenas unas décadas, a pesar de no haber recibido el mismo apoyo que los europeos, el país se reconstruyó hasta convertirse en uno de los países más importantes del mundo de hoy. Es cierto, desde sus antiguos templos hasta su moderna arquitectura, Japón es —literalmente— sumamente sofisticado.

Esto lo podemos observar por ejemplo, en el hecho de que éste es el país que más y mejor recicla en el mundo entero. Y no es fácil alcanzar a comprender su compromiso social y legal para lograrlo. Nos cuesta trabajo dimensionarlo. Por ejemplo, en Tokio, después de beber una botella de agua, te percatarás que no hay botes de basura en los espacios públicos. Entonces hicimos lo que cualquiera habría hecho en nuestro continente: pedirle a la encargada de una tienda que lo tirara en su basurero. No pueden hacerlo, ni por ética ni por ley. Uno tiene que llevarse el recipiente a su casa (u hotel) o depositarlo en unos contenedores para reciclaje que se encuentran en la zona de las máquinas expendedoras (y la gente no tira ahí otro tipo de basura).

Otro ejemplo lo podemos constatar en sus estaciones de metro y ferrocarriles: son limpias, bien organizadas, generalmente llegan incluso a los sótanos de los hoteles y centros comerciales y la gente se comporta muy educada y organizadamente. En las escaleras eléctricas, la gente que se detiene lo hace del lado izquierdo para permitir que por el derecho, puedan avanzar los que caminan y van a mayor velocidad. Y en los vagones, la gente lleva los celulares en silencio (nada de escuchar ringtones de la Banda Machos) y ni siquiera contestan a llamadas para no hablar por celular en lugares cerrados porque pudieran incomodar a los demás.

Uno más, quizás dependiendo de la buena suerte: no hemos visto en todo Japón, ni en barrios ricos o pobres, ni perros callejeros, ni gente pidiendo limosna, ni paredes graffiteadas ni postes o cabinas telefónicas con el metal rayado por monedas con la clásica línea de “Te amo, Ana” o “Aquí estuvo Juan Camaney”. Ni qué decir de sus banquetas, donde pacíficamente conviven peatones con ciclistas (siempre dándole la prioridad legal al primero) y donde todo parece funcionar adecuadamente…

De pronto nos encontramos en Tokio esperando un tren, por lo que decidimos sentarnos en un pequeño restaurante que se encuentra en un bajo puente para perder el tiempo. Nos asignan una mesa compartida y la gente de junto, comienza con la tradicional amabilidad japonesa, al grado en que hasta decidieron dejar pasar su tren para hacernos sugerencias sobre la ciudad. Resultaron ser Hitoshi Kashio, un músico saxofonista especializado en música latinoamericana y en nuestras caricaturas de la infancia, y Maeda Tatsuya, el cantante del tema musical de Ultraman. Todo esto, es de lo mejor de Japón… ¿Cómo lo han logrado? ¿Por qué en cientos de años hemos sido incapaces de lograr lo mismo en México? ¿Cómo podemos hacerlo nosotros?

Próxima entrega: Lo malo de Japón