México en la ONU: ¿por qué importa?

29 de Abril de 2024

Aramis Kinciño

México en la ONU: ¿por qué importa?

Esta semana inició el 71° periodo de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), que se celebra cada año en Nueva York, de septiembre a noviembre. México es miembro fundador de esta organización, además del 14° que más contribuye a su presupuesto regular.

Por ello, vale la pena preguntar, lacónicamente: ¿cómo se beneficia nuestro país de su participación en la ONU?

Empecemos con una crítica necesaria. Para muchas personas no es claro que los grandes debates y reuniones internacionales tengan un impacto tangible en sus vidas. Tampoco ayuda que estos eventos suelen tener un protocolo acartonado y procedimientos tortuosos para llegar a decisiones concretas, que desentonan cada vez más con la sencillez y eficiencia que esperamos de un liderazgo moderno.

Además, y contrario a lo que a veces se piensa, la ONU no es precisamente un oasis de idealismo. De hecho, es en buena medida un organismo conservador, cuyo diseño fue obra de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, y en muchos sentidos ha cambiado poco desde entonces.

Por ejemplo, a pesar de contar con 193 países, la elección del Secretario General, la admisión de nuevos miembros, la imposición de sanciones, el uso de la fuerza y la capacidad de veto están en manos de sólo los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China. No es casual que nuestro país esté promoviendo, junto con Francia, una reforma al Consejo, que lo haga más plural, responsable y ágil para actuar.

Pese a todo, para México, como una potencia mediana, el multilateralismo y específicamente el fortalecimiento de la ONU, son algo que conviene a nuestros intereses, por una razón que podríamos llamar el «capital diplomático».

Pongamos un caso concreto: el comercio ilegal de armas, que terminan en manos de grupos criminales, es una amenaza a la seguridad de México, pero no es un problema que se genere enteramente en casa. Baste recordar que el 70% de las armas decomisadas provienen de Estados Unidos.

Si quisiéramos negociar bilateralmente una mayor regulación con nuestro vecino, partiríamos de una posición de debilidad; no obstante, ejerciendo presión multilateral, con el respaldo de suficientes países, existen más posibilidades de forzar un acuerdo. Y esto fue precisamente lo que México hizo, en 2013, mediante el Tratado de Comercio de Armas. Algo similar ocurre con la protección a los trabajadores migrantes, un tema vital para nosotros, y que es parte central en presente periodo de sesiones.

Pero para que otros países apoyen nuestras causas, México debe acumular su «capital diplomático», es decir, ser un miembro activo de la comunidad internacional que alza la voz y respalda las iniciativas que importan a otros gobiernos. Por ejemplo, la lucha histórica contra la proliferación nuclear —pese a no ser un país directamente amenazado por este flagelo—, ha dado a México una legitimidad internacional que ha podido capitalizarse para ganar simpatías e impulsar temas de nuestro interés.

Al mismo tiempo, cuando México participa de las discusiones globales, se crean incentivos para hacer avances a nivel interno: capital diplomático invertido localmente. Dos casos concretos son los derechos humanos y la igualdad de género. Al ser un promotor activo de esas agendas en el plano internacional, se han visibilizado; nos hemos forzado, en el mejor de los sentidos, a plantear debates cada vez más serios, la sociedad civil ha encontrado mayores espacios, y se ha hecho políticamente costoso su desatención. Hoy, el reto más importante de la ONU no es el exceso de idealismo para hacer mucho, sino el conservadurismo paralizante, que termina por hacer poco. Por eso, por pragmatismo igual que por principio, a México le conviene un multilateralismo vigente y una ONU fuerte. @khatulari