A este gobierno sólo le alcanzará el tiempo para sentar muy bien las bases de los estándares en que se manejará la relación con Estados Unidos y México. Es decir, en qué tono y terreno hablarán, la calidad y confianza que existirá para los acuerdos que se deberán alcanzar en el futuro, y los límites que se impondrán. Hasta ahora esa tarea han sido un fracaso y por ahora no hay datos que permitan ser optimistas para pensar que eso cambiará de ruta.
La explicación es sencilla, no existe el liderazgo que permita, al interior del gobierno, diseñar una verdadera agenda que integre a todas las dependencias del Ejecutivo que se requieren y al Poder Legislativo; así como, en otro nivel, a los sectores empresarial, organizaciones sociales y hasta partidos políticos. Es más, ni siquiera se ha diseñado el camino para tejer las alianzas internacionales que se requieren, aún antes de pensar en la diversificación de los mercados.
Esa carencia de liderazgo dentro del gabinete tampoco ha favorecido la elaboración de escenarios reales o posibles, que puedan presentarse en los ámbitos político, económico y social a corto, mediano y largo plazo, que permitan prevenir, contener o resolver, a tiempo, cualquier amenaza grave o riesgo real para el país, de cara a las políticas que ha implementado y que continuará sumando el cambiante Donald Trump.
La única forma de que México pueda colocarse en una sana y adecuada posición frente a Estados Unidos es, desde ahora, el impulsar y diseñar con gran estatura y amplia visión una serie de políticas públicas que permitan fortalecer política y económicamente al país, y adelantarse a cualquiera de los escenarios que se presenten.
En este momento y en los próximos meses, lo que importa más son las definiciones políticas claras, transparentes y en consenso; el diseño de los acuerdos al interior, y la redefinición del proyecto económico a largo plazo. Los discursos de unidad sin todo lo anterior seguirán siendo inútiles.
Lo que prevalece son las reuniones en las que sólo participan las personas de total confianza del canciller y del grupo de Los Pinos, y no las diferentes secretarías que deberían aportar información, acoplar sus discursos y estrategias en todas las áreas, de seguridad, social, económica y anticorrupción. Hasta ahora, cada titular de las dependencias está haciendo lo que cree que debe hacer: siguen en sus eventos y agendas, tan desarticulados que poco aportan e interesan.
Por los tiempos políticos internos, ante las elecciones, y los procesos legales externos, al presidente Enrique Peña Nieto no le tocará diseñar el nuevo Tratado de Libre Comercio, si es que lo hay; tampoco sufrir la construcción total del muro en la frontera norte, ni lo peor de las consecuencias que puedan darse si es que se da el regreso masivo de connacionales. Nada de eso, nada de lo peor de las consecuencias de la política trumpista.
El Presidente tiene menos de 10 meses para mantener el control político que aún posee y generar verdaderos acuerdos. Ese mismo tiempo es el que tiene para ser una figura que Estados Unidos reconozca con capacidad y poder de negociación para sentar las bases del diálogo.
Pero no tiene ni las herramientas ni las personas. Una muestra es la falta de calidad del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, en donde sólo ha habido remoción de personal para contratar, en muchos de los casos, a amigos sin experiencia, pero que sería precisamente ahora la oficina que debería aportar sus mejores trabajos, desde investigaciones profundas sobre los personajes de Estados Unidos que, por su posición y discurso, representan una amenaza para la estabilidad del país.
También debería tener los posibles escenarios a enfrentar y las opciones viables para enfrentarlos; el impacto que tendrá para algunos estados, principalmente los de la frontera norte, el regreso de migrantes y el endurecimiento de la política antidrogas dentro de Estados Unidos; las viabilidad económica frente al cierre de mercados y la interrupción de remesas; los escenarios de inestabilidad social que puedan presentarse ante el agravamiento de la crisis económica, el incremento de la violencia o el descontrol ante los procesos políticos que sucederán en el país este y el próximo año.
El no actuar ha significado, hasta ahora, una pérdida de terreno en posición y capacidad de acción.
@Gosimai Son más de dos décadas de explorar en el periodismo desde un enfoque de seguridad nacional.