1ER. TIEMPO. El problema de la ósmosis
Lo que natura non da, Salamanca no presta, dice el refrán español, que significa que no importa que alguien tenga acceso a uma gran universidad, como la de Salamanca en España, si carece de cualidades y habilidades innatas, no podrá brillar. Eso es lo que le sucedió el 1 de junio a Andrés López Beltrán, responsable de mantener el legado de su padre, el expresidente Andrés Manuel López Obrador, que en su primera prueba electoral fracasó.
Andy, como se le conoce popularmente, no pudo con el paquete. El viejo zorro de su padre podrá comprobar una vez más que la intuición y el talento en el campo político-electoral, no se transfieren por ósmosis. Andrés es el segundo hijo de López Obrador, a quien ha formado políticamente. José Ramón, el primogénito, es un baquetón que nunca fue tomado en serio por su padre para temas de la vida pública. Gonzalo, el tercero, está más metido en los negocios que en la política, y Jesús Ernesto, el menor, apenas está comenzando a vivir su juventud.
Andrés es el representante del padre, que sigue siendo el factor de poder en México, como lo acabamos de presencias con la elección a la Suprema Corte de Justicia, donde llevó a quien quiso a la Presidencia, Hugo Aguilar Ortiz, dejó para que la encabece dos años después de él, a Lenia Batres, a quien escogió personalmente entregándole al ala dura del régimen una ministra, y para el último bienio a Yasmín Esquivel, que si bien no era su cercana, sí lo era su esposo, José María Riobóo, el ingeniero que lo ha acompañado durante más de un cuarto de siglo.
Con todo el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum, López Beltrán sacó los votos, pero fue un desastre la participación. Apenas si el 12.5% del padrón votó, que suma aproximadamente 12 millones y medio de personas, pero los votos nulos, que generalmente son una expresión de protesta, tuvieron más respaldo que los que obtuvo Aguilar Ortiz y Lenia Batres, que alcanzó la segunda votación más grande. Si a los votos nulos se le añaden las boletas donde no se utilizaron recuadros, la participación efectiva se desploma a casi la mitad, exhibiendo el mal trabajo de López Beltrán, que le despojó al último proceso de la ley que ideó e impulsó su padre, bañada de ilegitimidad. Andrés hijo, exigió un 20% de participación a los gobernadores, y ninguno de Morena se lo pudo dar.
En la desesperación, el domingo de la votación en la alcaldía Gustavo A. Madero, una de las zonas donde Morena siempre gana abrumadoramente, tuvieron que pagar tres mil pesos por voto a la gente para que fuera a la casilla, y ni así alcanzaron una participación superior a 16.3%. El papel de Andy en la elección judicial ha estado oculto, pero para quien se extrañó de las palabras melosas de López Obrador hacia Sheinbaum cuando votó en Palenque, en el fondo era un espaldarazo a su hijo, para compensar lo que ese día estaba sufriendo.
2DO. TIEMPO. La culpa es de Andy.
Algunos en México y el mundo registraron el fracaso de Andrés López Beltrán en las elecciones del domingo 1 de junio. El foco ha sido la elección local en Durango, a donde se mudó durante unas ocho semanas para buscar arrebatarle al estado al PRI. Se quedó muy corto. La alianza de Morena con el PT y el Partido Verde alcanzó 190 mil 249 votos, pero corto en poco más de 46 mil para alcanzar la coalición del PRI con el PAN. López Beltrán fue rescatado por los partidos aliados, a quienes apenas en enero quería absorber.
Fue muy duro con ellos, casi déspota, reclutando abiertamente a varios de sus miembros a cambio de respaldo para ascender en el poder, como sucedió con el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, que abandonó al PT a cambio de las migajas que le tiró Andy, lo que provocó el repudio de sus viejos camaradas. Durango fue un mazazo en la cabeza de López Beltrán. Solo, sin aliados, Morena solo alcanzó los siete mil 745 votos, casi lo mismo que el PAN, pero lejos del PRI que tuvo 12 mil 589. Morena ha tratado de esconder la derrota, presumiendo que arrebataron al PRI Gómez Palacio, la segunda ciudad más grande del estado, pero no era lo que esperaban. En Veracruz tampoco le fue como hubiera esperado, carro completo, como soñaba en Durango. La alianza con el Partido Verde le salvó cara, con casi un millón de votos, pero como Morena se desplomó al quinto lugar, detrás de Movimiento Ciudadano, el gran ganador en la tierra de su fundador y dueño, Dante Delgado, el PRI, el PT y el PAN.
La alianza con los verdes lo rescató de un colapso, para sumar un total de 71 municipios, pero que tampoco fueron buenas noticias del todo, pues representó una pérdida de 16, incluido el poderoso Poza Rica y la derrota, una vez más, en el bastión panista de Boca del Río. López Beltrán tendrá que entender que haber visto y escuchado a su padre durante tantos años no es suficiente. El expresidente Andrés Manuel López Obrador lo fue entrenando en las elecciones federales de 2015 y en la presidencial de 2018, donde le encargó que junto con Gonzalo, su hermano, coordinara la campaña en el estado de México y apoyara la de Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México.
Una vez en la Presidencia, la única actividad que hacía López Obrador de manera sistemática —para el resto era bastante holgazán—, era revisar todas las tardes el mapa político-electoral del país. A su despacho llegaban Andy y Gabriel García Hernández, con quienes diseñaba en dónde tenían que inyectar dinero en programas sociales, y hacia donde orientarlos para comprar de manera indirecta clientelas electorales y votos. Funcionó a la maravilla, como una maquinaria aceitada que no fallaba. Pero era Andrés Manuel, no Andy, el capitán a la cabeza de la locomotora.
3ER. TIEMPO. El futuro mediato de López Beltrán.
Tiempo antes de que comenzara la competencia por la candidatura presidencial de Morena, el presidente Andrés Manuel López Obrador llamó a sus hijos mayores y les dijo que mantuvieran la calma, que 2024 no era su año. Sería el de Claudia Sheinbaum, a quien López Obrador veía y trataba como una hija, y quien durante varios años trabajó muy de cerca de Andrés López Beltrán. En la medida en que fue avanzando la campaña, Andy comenzó a desconfiar de ella. Le dijo a su padre que no era confiable, una duda que quedó sembrada para una decisión que, cuando la tomó, quizás estuvo influido por aquella semilla en su cabeza.
Fue en septiembre, el mes de la transición, cuando el principal asesor político del presidente, Rafael Barajas, El Fisgón, a quien conoció por Carlos Monsiváis, Jesús Ramírez Cuevas, a quien se lo heredó el cronista para que le ayudara en la propaganda, y el senador Adán Augusto López, en cuya casa vivió de joven, lo convencieron de que la mejor manera de consolidar su proyecto y legado, era hacer a su hijo Andrés la fuerza real en Morena. Tres semanas después, Andy fue electo secretario de Organización del partido, el número tres en el organigrama, pero el poder real en la praxis. Se volvió una pieza fundamental. Si alguien quería formar un partido político, iban con él.
Si querían hablar con su padre, él era la llave que abría su puerta. Si alguien quería una candidatura, a él habría que convencer. En diciembre, Yasmín Esquivel le pidió apoyo para ser presidenta de la Suprema Corte de Justicia, y él le dijo que no. Pues no fue. Pero también, por petición de Sheinbaum, se entrevistó con los 64 aspirantes a ministros, optando finalmente, como quería su padre, por Hugo Aguilar Ortiz, un total desconocido a quien le consiguió más de cinco millones de votos. Pero sus logros no han sido realmente victorias, porque ante las expectativas, se ha quedado en el camino. Pero tropiezos no son destinos. Dentro de Morena y el ala dura del régimen, lo ven como un potencial candidato a la Presidencia en 2030, poseedor de la marca López Obrador y el apoyo de su padre. Pero se está manejando con los tiempos.
Por lo pronto, asegura en privado, su mente está solo en afiliar a 10 millones de personas a Morena y convertirlo en el partido con mayor número de afiliados en el mundo, por lo que ha ido por personalidades, burócratas y hasta cascajo desechado por otros partidos. Le importa por ahora más el número que la calidad, pero la capacidad y la mala fama de algunos que ha incorporado, le está empezando a costar, como en Durango y Veracruz, donde algunos de sus candidatos eran impresentables. Pero el camino al 2030 está más fácil para él. Como factótum en Morena, él será quien más decida candidaturas al Congreso, al Senado y, con la alianza de Adán Augusto López, a gobernadores. Palomear candidatos es poder. Sheinbaum lo sabe, pero no ha sabido cómo frenar a algunos de los adelantados, como el senador. El tiempo avanza rápidamente y su problema no será el senador, sino Andy, su verdadero rival por el poder.
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