Black Sabbath: el rugido eterno que parió al Heavy Metal

16 de Julio de 2025

Sergio Uzeta
Sergio Uzeta
Comunicador y periodista con más de tres décadas de experiencia, destacando su paso por Noticias de Once TV y Radio Fórmula. Ha sido Director General de Notimex y Director fundador del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fue Gerente Corporativo de Comunicación Social en Pemex y Director de Información en la Presidencia de la República. Reconocido con el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Pagés Llergo y el Micrófono de Oro, entre otros.

Black Sabbath: el rugido eterno que parió al Heavy Metal

Sergio Uzeta - columnista

Hablar de Black Sabbath es hablar de un mito fundacional. No solo de una banda, sino de una revolución sonora que definió —y continúa definiendo— los contornos de un género tan vasto como visceral: el heavy metal. Más de cinco décadas después de haber emergido de las calles industriales de Birmingham, Inglaterra, Sabbath dijo adiós en casa, frente a una multitud global que no los despidió: los celebró como deidades de un Olimpo eléctrico.

El concierto Back to the Beginning, celebrado el pasado 5 de julio de 2025 en el Villa Park, no fue un simple acto nostálgico. Fue una declaración de principios, una reafirmación del linaje que une a generaciones enteras de músicos, fans y marginados. En el centro del ritual, Ozzy Osbourne —ya legendario, ya frágil— cantó como si el tiempo no existiera. Su figura, envuelta en sombras y tronos adornados con murciélagos, sintetizó ese magnetismo entre lo grotesco y lo sagrado que ha hecho del metal una religión para millones.

Black Sabbath no solo inventó un sonido: creó un lenguaje. La distorsión grave de Tony Iommi, la poesía oscura de Geezer Butler, los tambores apocalípticos de Bill Ward y la voz agónica de Ozzy construyeron un universo musical que aún no ha encontrado parangón. Su disco debut, en 1970, rompió con la psicodelia “floripondiosa” de los sesenta para hablar del miedo, la guerra, la locura y la redención en clave eléctrica. Desde entonces, el heavy metal encontró su piedra angular.

La huella de Sabbath es tan vasta como transversal. Metallica, Slayer, Iron Maiden, Pantera, Gojira, Lamb of God; todas esas bandas son ramas de un mismo árbol genealógico. El tributo coral que artistas de distintas generaciones ofrecieron en Birmingham no fue solo un homenaje: fue la validación de una dinastía. En palabras de Tom Morello, quien dirigió musicalmente el evento, fue “el mejor concierto de heavy metal de la historia”. Y probablemente lo fue.

Pero el legado de Black Sabbath no se mide solo en notas. Se mide en identidades forjadas a contracorriente, en comunidades que han encontrado en el metal un espacio de resistencia, en la permanencia de un mensaje que, a pesar del ruido, ha sabido decir verdades crudas. En plena era digital, en la que la fugacidad es norma, la música de Sabbath sigue siendo necesaria. Sigue siendo verdadera.

Ozzy Osbourne, a sus 76 años, encarnó esa permanencia. Enfermo, limitado físicamente, pero con el alma intacta. Su entrega conmovedora en canciones como War Pigs o Paranoid recordó que la fuerza del arte no está en la perfección técnica, sino en la autenticidad emocional. Desde su trono gótico, Ozzy no solo cantó: se despidió con dignidad, dejando claro que la oscuridad también puede ser luminosa cuando se canta con el corazón.

Con Back to the Beginning, Black Sabbath cerró un ciclo, sí, pero abrió otro más vasto: el del mito consolidado. Ya no necesitan subir al escenario para existir. Su música, sus símbolos, su actitud desafiante seguirán resonando en los riffs de miles de bandas por venir. Porque mientras haya alguien dispuesto a alzar los cuernos al cielo y decir “¡yo también soy parte de esto!”, Sabbath vivirá.

Y sí, Birmingham es y será la Jerusalén del metal. Pero el eco de aquel 5 de julio de 2025 ya pertenece al mundo. Porque Black Sabbath no solo es historia: es destino. Es legado. Es eternidad.