Hace poco ofrecíamos un panorama amplio del significado para México del proceso de la Cuarta Transformación, destacando algunos de los principales logros, a 7 años del triunfo electoral qué detonó los cambios. Hoy comparto con el lector algunas reflexiones sobre lo que, a mi juicio, constituyen algunos de los desafíos pendientes del proceso, y cuya solución genera importantes expectativas en la sociedad.
En estos años México dio pasos importantes para reducir la pobreza y fortalecer los servicios sociales a la población. Sectores con enormes rezagos sociales fueron puestos en la lista de prioridades de la política social. Pero el reto en materia de erradicación de la pobreza sigue siendo enorme. Todavía 36 de cada 100 mexicanos viven en situación de pobreza, y 7 de cada 100 sobreviven en un estado de pobreza extrema. Necesitamos elevar el ritmo de reducción de ese flagelo. Por ello, además de los Programas del Bienestar ya existentes, es urgente enfocarnos en ejes clave, como el combate al hambre, con programas que aseguren que en cada hogar mexicano no falten los alimentos.
En ese sentido, hay que reconocer el derecho humano a la alimentación, tanto en las leyes como en la asignación de presupuesto público, e implementar un Plan de Choque Frontal contra el Hambre, con enfoque de derechos, soberanía alimentaria y de reactivación de las economías campesinas y populares. Erradicar el hambre debe ser una prioridad de la política pública en México.
Además de superar la herencia del período neoliberal en materia social, es urgente enfocarse en acelerar el crecimiento económico, que genere suficientes empleos e ingresos a las familias mexicanas. Las tasas de crecimiento de nuestra economía es un reto que debemos seguir impulsando. Al final del día, el empleo digno es el mecanismo más potente y sostenible para que las personas salgan de la pobreza y el rezago social. El crecimiento viene a partir de la inversión, privada y pública, nacional y foránea. Elevar el tamaño del mercado para los productores también estimula el crecimiento. Cuando aumenta el consumo de los sectores más pobres y desfavorecidos de la sociedad, el mercado interno se fortalece.
Y, por supuesto, es clave acceder a mercados no tradicionales que ofrecen oportunidades para México. Debemos ir al encuentro de otras grandes economías globales, más allá de los Estados Unidos, no sólo por la incertidumbre que genera nuestro principal socio comercial, sino también por sentido común. Países como China, India, Irán, Turquía, varias economías del Medio Oriente, Sudáfrica y otros países de África, Brasil y el bloque latinoamericano, son determinantes para expandir los lazos comerciales de las empresas mexicanas. Todo ello implica repensar algunos fundamentos de nuestra política exterior.
Un reto enorme para el presente y futuros gobiernos es incrementar la recaudación fiscal. No hay otro camino para financiar el bienestar social, elevando la calidad y cobertura de la educación, la salud, la vivienda, la seguridad social, la protección ambiental y la misma seguridad ciudadana. Una recaudación tributaria robusta permitirá a la vez financiar una infraestructura productiva de clase mundial, sin caer en un riesgoso espiral de endeudamiento. Está muy bien recuperar cuantiosos impuestos no pagados y aplicar determinadas políticas de austeridad. Pero esas son soluciones de corta duración. Lo clave es aumentar la recaudación, y hacerlo sobre bases de justicia social y progresividad. México es el último entre los 35 países de la OECD, medidos por la recaudación tributaria respecto al PIB. Las grandes fortunas de México pagan bastante menos impuestos, comparadas a los demás países del Continente, y mucho menos que en los países desarrollados.
Existe también un formidable desafío político: La 4T tiene futuro si mantiene el apoyo mayoritario de la sociedad. Procesos similares en América Latina nos enseñan que un gobierno de cambios puede sufrir la erosión del apoyo popular, aún a pesar de aplicar políticas correctas en beneficio de la gente. La 4T necesita más diálogo y cercanía con la sociedad, los dirigentes del proceso no pueden caer en los acartonados formatos de la política tradicional. Hasta hoy los grandes referentes sociales, como son las organizaciones populares, los sindicatos, las cooperativas, los pequeños productores rurales, las asociaciones de vecinos, el sector de la cultura, y otros, resienten la distancia que los separa de la política institucional y del excesivo formalismo del poder. Incluir a la gente, escucharla, consultarla en los asuntos cruciales, mantenerla informada, es garantía para no perder la sintonía con las aspiraciones de la sociedad. Solo así será sostenible el gran respaldo del pueblo (que actualmente lo tiene) a la trasformación del país.